Iván Oliver Rugeles
Las dos operaciones de blackout nacional en Venezuela definieron un punto crítico en torno a las nuevas modalidades de la guerra, una alarma que sonó en todo el planeta luego de que tomara cada vez más cuerpo la hipótesis de que, efectivamente, hubo un ataque cibernético contra el sistema SCADA, software del cerebro electrónico que controla de manera computarizada las funciones de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar de Guri.
Además, el gobierno venezolano indicó que también hubo impacto en algunas infraestructuras del sistema eléctrico nacional por armas de pulso electromagnético, otra hipótesis que, como la del ciberataque, fue desdeñada y ridiculizada a priori por la mayoría de los medios corporativos, voceros de Washington y del antichavismo local.
Los indicios son por demás demostrativos de la urgencia con que se está asumiendo este episodio de sabotaje a escala global. A pesar de imponerse el relato hegemónico del colapso venezolano, no cabe duda de que son más quienes asumen que se está perfilando una nueva manera de poner en práctica intervenciones, incluyendo al actual presidente de los Estados Unidos.
Para nadie es casualidad que, días después de que se detectaran los impactos por arma electromagnética en el sistema eléctrico venezolano y se denunciara públicamente, la Casa Blanca emitiera una orden ejecutiva en el que urge a la comunidad científico-militar estadounidense a reforzar los sistemas defensivos en torno a las “tecnologías e infraestructuras críticas” de los Estados Unidos, de ser atacados por pulsos electromagnéticos que podrían “interrumpirlas, degradarlas y dañarlas” (Rusia y China, “amenazas existenciales” para el Pentágono, poseen sus propios arsenales en la materia).
Esta última movida de Washington refuerza la denuncia del presidente Nicolás Maduro, pues ya se identifica y se tiene en la primera línea de consideración militar el hecho de que las nuevas dimensiones de la guerra ya han sido probadas y, de ahora en adelante, no cabe duda de que serán usadas en beneficio de los principales actores del mundo en pugna.
Venezuela en los precedentes
No se tiene noticia de ciberataque alguno de la magnitud registrada el 7 de marzo de 2019 a la Central Hidroeléctrica de Guri, sobre todo por las consecuencias humanas y económicas del apagón que duró poco más de 72 horas. Si llegara a ocurrir cualquier acción similar en el futuro en otro país (incluyendo los Estados Unidos), tendrá a Venezuela como precedente.
La revista Forbes publicó un artículo donde se reconoce que es “muy realista” el hecho de que la causa del blackout fuera un ciberataque dirigido por Estados Unidos. Asegura que ésta sería una táctica implicada en la aceleración de los conflictos internos de un país para forzar un cambio de régimen, ya que perjudica infraestructuras y servicios críticos de una sociedad.
Por otro lado, conocimos el testimonio de un científico gringo-iraní al que oficiales estadounidenses ofrecieron dinero para derribar la red eléctrica de la República Islámica de Irán. No es la primera vez que sabemos de una intención parecida, pues el plan Nitro Zeus tenía las intenciones de afectar drásticamente el sistema eléctrico iraní bajo diferentes tipos del sabotaje, incluidos la ciberguerra y operaciones en el terreno.
Más aún, el Foro Económico Mundial, que se reúne en Davos cada año, tiene desde febrero de este año advirtiendo a Estados y corporaciones conformar una estrategia de “resiliencia cibernética” en común ante ataques de hackers (independientes, contratados o gubernamentales) a infraestructuras vitales como las redes eléctricas, que podrían desencadenar efectos en cascada por lamentar.
El miércoles 27 de marzo el mismo Foro publicó un reporte que refuerza lo anterior, ya que -dice- “en los últimos 10 años el sector eléctrico ha experimentado ciberataques significativos”, y reproduce el siguiente mapa de eventos en relación:
El Foro Económico Mundial afirma que los hackers pueden causar apagones en ciudades enteras:
Quien lo reporta es el Systems of Cyber Resilience: Electricity, un equipo de trabajo creado en mayo de 2018 por el Foro Económico Mundial para resolver los problemas globales de ciberseguridad en torno al tema eléctrico.
Comienza así su breve informe:
“Un apagón invernal de seis horas en la Francia continental podría ocasionar daños a hogares, empresas e instituciones vitales por un total de más de 1 mil 500 millones de euros. Un ataque cibernético bien organizado a una infraestructura eléctrica crítica podría tener este tipo de impacto económico en un país. ¿Es esto realista? Los funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos declararon públicamente en 2018 que los piratas informáticos se habían infiltrado en las salas de control de varias empresas estadounidenses de electricidad, en la medida en que tenían la capacidad de interrumpir el flujo de electricidad a los clientes”.
Los riesgos de un ataque cibernético a sistemas eléctricos, estatales o corporativos, se contemplan no sólo en la población sino también en las áreas económicas y de seguridad nacional, según el grupo de Davos. En Venezuela, el cibergolpe a la Central Hidroeléctrica de Guri costó casi 900 millones de dólares en los casi cuatro días de apagón, en la afectación de la industria petrolera, la industria manufacturera, los servicios, la paralización del comercio y otras actividades vitales del circuito económico del país. Dice el reporte:
“El sector eléctrico siempre ha estado fuertemente interconectado con interdependencias a lo largo de la cadena de suministro, por no mencionar con otras industrias de infraestructura crítica, como telecomunicaciones, puertos e instalaciones de alcantarillado. Esta interconectividad está aumentando. Como dijo la secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, ‘la hiperconectividad significa que su riesgo es ahora mi riesgo y que un ataque al «eslabón más débil» puede tener consecuencias que nos afectan a todos’”.
No sólo existen indicios de que los apagones en Venezuela fueron provocados por nuevas modalidades de guerra con autoría foránea (estadounidense, específicamente), también el precedente venezolano sentó las bases para que organizaciones de ascendencia occidental como Forbes y el Foro Económico Mundial advirtieran que efectivamente se están tomando de manera estratégica armas de semejantes calibres contra las líneas vitales de países y hasta corporaciones en todo el mundo.
Es una forma de intervenir en asuntos ajenos sin dejar el mínimo de rastros y costos políticos a su paso.
Alerta global
En una conferencia de prensa de septiembre de 2018, el asesor de Seguridad Nacional John Bolton señaló lo importante que es el ciberespacio para la disuasión geopolítica y militar de sus adversarios. Afirmó que con ese propósito han “autorizado operaciones cibernéticas ofensivas (…) para demostrar que el costo de su participación en operaciones contra nosotros es más alto de lo que quieren soportar”.
La carrera armamentística en torno a las estrategias cibernéticas son tomadas cada vez más en cuenta, sobre todo si tomamos en cuenta que detrás de la cortina de la guerra comercial entre China y la Administración Trump se encuentra el campo de batalla de la ciberguerra y el desarrollo de las tecnologías de última generación.
En los últimos años los distintos actores llamados a enfrentarse en una Tercera Guerra Mundial (Estados Unidos, China, Rusia) vienen preparándose en este terreno. Pero con el cibergolpe en Venezuela estamos presenciando una actitud que incluye defenderse con más ahínco de este tipo de ataques, que producen efectos cascada indeseables para cualquier población.
Así como Washington busca acumular capital político en torno a la figura de Juan Guaidó a través del descontento social y económico que implica el sabotaje al Guri y demás estaciones y subestaciones de energía, la Federación Rusa espeta contra las intenciones de golpe e intervención militar que desde Estados Unidos se fraguan a través de las nuevas modalidades de la guerra, enmarcadas dentro de los formatos híbridos, y acusa a Canadá de estar involucrado en el siniestro.
Es importante registrar las batallas que damos en los momentos cruciales de nuestra historia.
Con la petición de la Casa Blanca a la comunidad científico-militar de aumentar los esfuerzos defensivos ante un ataque electromagnético, al mismo tiempo que organizaciones ligadas al corporativismo anglo-americano llama a conformar una estrategia de “resiliencia cibernética”, dejan a la vista que el ataque multifactorial contra el sistema eléctrico venezolano fue un acontecimiento de alcance mundial que generó una alerta en Estados y empresas que no se toman a juego escenarios de sabotaje bajo formatos de guerra híbrida.
Se evidencia así, que la alarma suena ante las amenazas de variada beligerancia que ponen en crisis los viejos formatos de intervención y empieza a asumirse una visión más profunda en torno a los campos de acción que competen a la ciberguerra y las nuevas armas de combate.
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