Asalia Venegas.- La legitimidad la dan los pueblos, pero en la sociedad de la información los medios juegan un papel fundamental. Cuando ocurren fracturas históricas, el peso mediático se contrae, como ocurrió con la insurgencia de Hugo Chávez en la escena política venezolana. Ni como militar en rebelión, ni como candidato y presidente de la República después, pudieron los medios de masas deslegitimarlo ante su pueblo, a pesar de la colosal campaña lanzada en su contra, nacional y globalmente.
No ocurre igual con el “líder” que por fin encontró la oposición, manufacturado en Estados Unidos. Autoproclamado en una calle, cada día que pasa la burbuja de su presunto “liderazgo” se desinfla más. Sus tutores –Trump, Pence, Pompeo, Bolton y Rubio- no pueden transferirle la simpatía ni el carisma de las que carecen. Por el contrario, ese apoyo lo hunde más.
También lo perjudica el alborozo con que lo promocionan analistas y encuestólogos alabanciosos. Alguien osó llamarlo “El Chávez de la oposición”, su esperado mesías. Al no cumplir las expectativas, el producto desenmascara la publicidad engañosa. El marketing maquilla, pero no legitima. Aquí entran los medios al rescate, los mismos que no pudieron destruir a Hugo Chávez, ni a su sucesor, el presidente Maduro. Toda la industria cultural y del entretenimiento se pone al servicio del autoproclamado. Conciertos con estrellas mundiales, campañas de “ayuda humanitaria”, conferencias episcopales desocupadas de la pedofilia y un “gobierno” paralelo que no gobierna pero con ingentes recursos económicos atracados al país.
La propaganda, como lo dijo mi colega Mariadela Linares, sustituye al periodismo. No se informa, se vende o promociona. Y sin embargo, el producto no cuaja. ¿Por qué? La “epopeya sí o sí” fracasa. Sus “representantes personales” en el mundo ponen cada torta en lo que la vicepresidenta Delcy Rodríguez califica de “ridículo internacional”. La defensa ante los medios que intentan sus tutores imperiales lo hunden más. Y de tanto fiasco, el maquillaje de los medios se corre, se chorrea.
Asalia Venegas
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