Carola Chávez
Solemos decir que “Rondón no ha peleado” pero cada vez creo más que Rondón está dando una magnífica pelea. Han sido 18 años de virulentas provocaciones, agudizadas con saña en estos últimos 4 años, buscándole las cinco patas al gato, buscando la chispa que encienda el fuego de una guerra importada.
Nunca voy a olvidar aquella noche tremenda, estábamos en el funeral de Chávez, yo estaba afuera en el patio de la Academia entre la gente que había hecho 36 horas de cola para despedirse de su presidente, su comandante, su hermano, su padre, su amigo. Estábamos ahí con nuestro dolor en carne viva cuando, de repente, un rugido grave, como el rumor de un sismo, recorrió el Paseo de Los Próceres, y subió por los cerros, por cada calle, por cada camino, era un rumor de rabia, de indignación, hasta de incredulidad, porque no es posible que haya gente tan perversa en el mundo… Pero era posible: Capriles, frente a las cámaras, sin querer contener una sonrisa sádica, buscaba convertir el luto del chavismo en rabia sanguinaria. “Chávez está muerto, y nadie de los va a devolver” dijo, invocando a la muerte de millones de venezolanos.
Recuerdo el hilo de sudor frío que recorrió mi espalda, lo recuerdo convertido en calidez y luego en orgullo enorme de ver la firmeza del chavismo, su conciencia, incluso en su momento más duro, el más triste, el más desolado. Nadie se movió de la fila, nadie bajó de su barrio a matar a nadie. Rondón, estaba dando su pelea.
Apenas un mes más tarde, otra vez Rondón, con su tristeza a cuestas, ganó las elecciones al sifrino que se había burlado de la enfermedad y la muerte de Chávez. El triple vencido mandó a los suyos a descargar la arrechera. Perdimos 11 compatriotas, dos de ellos niños. Rondón seguía peleando.
Luego La Salida, con 43 muertos, y el cinismo del asesino comparando sus lágrimas con la de sus víctimas. La rabia que produce la injusticia, la impunidad. Y Rondón firme, su pelea es evitar la pelea.
Y siguieron golpeándonos, y para quitarnos la paz que cuidamos, nos quitaron la comida, la escondieron, la encarecieron, nos quisieron poner a matarnos por un trozo de arepa, y Rondón, esquivando el bachaqueo, fue más solidario y más creativo. Rondón peleando.
Y como no pueden con él, como no hay modo de doblegar la voluntad de paz de Rondón, vuelven los locos, aún con más violencia, con más cinismo, nos matan y nos acusan de ser los asesinos. En una fiesta macabra cuentan muertos como barajitas de un álbum. Por matar, quieren matar hasta la memoria de Chávez, y eso se solo logra matando a los chavistas. Entonces proclaman sus deseos, que más que deseos son planes de los que no se salvarían, según han escrito, ni los niños de 5 años. Amenazan con sadismo salivante, con “un mejor país donde quepamos todos” (los chavistas en una fosa común). Van por nuestros hijos, van contra lo más sagrado, van incluso contra nuestros muertos, para que no nos quede dudas de que ni muertos nos van a dejar en paz. En paz Rondón resiste, porque esa es su pelea.
Y una tarde en estos días, un grupo de politiqueros sifrinos, rodeados de cámaras, se metieron en Ciudad Chávez a buscar lo que no se les ha perdido. ¡En Ciudad Chávez! Y ahí estaba Rondón, con fiereza de mujer chavista un pequeño grupo de mujeres, una de ellas menudita, de no más de metro y medio, se les plantón en frente “no vengan a meterse con estos militares, estos militares son nuestros, del pueblo, no de ustedes… Y, a pesar de tener en sus manos dos piedras para pegárselas a los sifrinos en la cabeza, abrazada a su conciencia chavista, lanzó un “coño de la madre, váyanse de esta mierda” y las estrelló con toda su fuerza contra el suelo. Los sifrinos retrocedieron y Rondón sigue peleando.
Y si llegara el día que hemos evitado tanto, cuando la batalla no sea por preservar la paz sino para traerla de vuelta, ahí estará Rondón peleando, ahora sí, con toda su fuerza desbordada. Porque si algo sabe Rondón es pelear por la paz de todos, incluso de quienes no saben valorarla.
Recuerdo el hilo de sudor frío que recorrió mi espalda, lo recuerdo convertido en calidez y luego en orgullo enorme de ver la firmeza del chavismo, su conciencia, incluso en su momento más duro, el más triste, el más desolado. Nadie se movió de la fila, nadie bajó de su barrio a matar a nadie. Rondón, estaba dando su pelea.
Apenas un mes más tarde, otra vez Rondón, con su tristeza a cuestas, ganó las elecciones al sifrino que se había burlado de la enfermedad y la muerte de Chávez. El triple vencido mandó a los suyos a descargar la arrechera. Perdimos 11 compatriotas, dos de ellos niños. Rondón seguía peleando.
Luego La Salida, con 43 muertos, y el cinismo del asesino comparando sus lágrimas con la de sus víctimas. La rabia que produce la injusticia, la impunidad. Y Rondón firme, su pelea es evitar la pelea.
Y siguieron golpeándonos, y para quitarnos la paz que cuidamos, nos quitaron la comida, la escondieron, la encarecieron, nos quisieron poner a matarnos por un trozo de arepa, y Rondón, esquivando el bachaqueo, fue más solidario y más creativo. Rondón peleando.
Y como no pueden con él, como no hay modo de doblegar la voluntad de paz de Rondón, vuelven los locos, aún con más violencia, con más cinismo, nos matan y nos acusan de ser los asesinos. En una fiesta macabra cuentan muertos como barajitas de un álbum. Por matar, quieren matar hasta la memoria de Chávez, y eso se solo logra matando a los chavistas. Entonces proclaman sus deseos, que más que deseos son planes de los que no se salvarían, según han escrito, ni los niños de 5 años. Amenazan con sadismo salivante, con “un mejor país donde quepamos todos” (los chavistas en una fosa común). Van por nuestros hijos, van contra lo más sagrado, van incluso contra nuestros muertos, para que no nos quede dudas de que ni muertos nos van a dejar en paz. En paz Rondón resiste, porque esa es su pelea.
Y una tarde en estos días, un grupo de politiqueros sifrinos, rodeados de cámaras, se metieron en Ciudad Chávez a buscar lo que no se les ha perdido. ¡En Ciudad Chávez! Y ahí estaba Rondón, con fiereza de mujer chavista un pequeño grupo de mujeres, una de ellas menudita, de no más de metro y medio, se les plantón en frente “no vengan a meterse con estos militares, estos militares son nuestros, del pueblo, no de ustedes… Y, a pesar de tener en sus manos dos piedras para pegárselas a los sifrinos en la cabeza, abrazada a su conciencia chavista, lanzó un “coño de la madre, váyanse de esta mierda” y las estrelló con toda su fuerza contra el suelo. Los sifrinos retrocedieron y Rondón sigue peleando.
Y si llegara el día que hemos evitado tanto, cuando la batalla no sea por preservar la paz sino para traerla de vuelta, ahí estará Rondón peleando, ahora sí, con toda su fuerza desbordada. Porque si algo sabe Rondón es pelear por la paz de todos, incluso de quienes no saben valorarla.
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