Por: Jessica Dos Santos Jardim
Yo, la verdad, a veces, no sé qué pensar de la convocatoria a Constituyente. En algunas ocasiones porque me tropiezo con dudas que nadie me responde, y, en otras tantas, vislumbro cosas que no me agradan. Pero, a ver, detengamos las piedras y las balas verbales para abrirle cancha a la discusión fructífera, sana, sabrosa. Al fin y al cabo, aún hay valientes que siempre están dispuestos al juego (seriecísimo) de la palabra:
¿Era realmente necesario convocar una Asamblea Nacional Constituyente? ¿No deberíamos más bien estar atendiendo todos los problemas (escasez, sobreprecios, inseguridad, dejadez) que nos afectan? ¿Es esta la única manera de combatirlos? ¿Quién me garantiza que con esto sí lo lograremos?: “Va más allá de todo eso. Nos pusieron en una situación donde no había más salidas, como cuando se está entre la espada y la pared, entonces nos dijeron, de alguna forma, escoge entre la paz y la guerra civil y evidentemente teníamos que escoger la paz, y la vestimos de Constituyente. El artículo 347 de la Constitución habla del poder constituyente originario, pero el poder que convocamos no debe ser el poder constituyente originario, sino el poder originario. El poder que nació de aquella Francia frente al poder divino de los reyes. El poder originario no solamente para hacer una Constitución o unificarla, sino para todo. Para eso y para otras cosas. Y dentro de las otras cosas está la paz. No se puede solventar ningún problema ni construir ningún proceso, ley o norma constitucional, si no hay paz, la paz se construye entre todos los ciudadanos, no se construye sola, no se decreta, no se trata solo de que no haya guerra, sino de alcanzar un estado de consciencia, de serenidad, mediante el cual espiritualmente la gente pueda realizarse, y pueda realizar un país. La Constituyente es una manera de congregarnos, de encontrarnos, de buscar juntos cómo salir de una crisis que además viene siendo apurada e instigada”, nos responde el abogado, exfiscal,y embajador de Venezuela en Italia, Isaías Rodríguez.
Pero, entonces, me surgen dos dudas. Primero, ¿es una propuesta para la paz o para la disputa entre poderes (versus Asamblea Nacional, Fiscalía, etc.)?, porque últimamente la cosa se ha visto reducida a decirle a la fiscal, Luisa Ortega Díaz, que después del 30 de julio no va más pal baile: “En el anterior proceso constituyente pudimos convivir, no se disolvieron los poderes, no hubo necesidad de disolverlos, se pudo convivir, incluso en el Parlamento Nacional hay dos hemiciclos, en uno funcionaba la Constituyente y en el otro el antiguo parlamento venezolano, el parlamento bicameral. No necesariamente el triunfo de la Constituyente debe significar la disolución de los otros poderes, aunque pudiera hacerse. Yo aspiro a que no haya necesidad de tomar decisiones de ese tipo. Yo aspiro a que la sensatez del pueblo congregado allí logre ir mucho más allá de los intereses de los proyectos político-partidistas específicos, por eso yo hoy me refiero a la política en términos aristotélicos: toda acción que una persona realiza en un conglomerado social. Por eso, es imposible no ser político en un conglomerado social, todos tenemos objetivos políticos, incluso el que no tiene objetivos partidistas”, agrega el embajador.
Y precisamente por allí va mi próxima pregunta. Si la fuerza de la Constituyente radicará en su capacidad de representarnos a todos, ¿por qué hay tanto PSUV ahí?, ¿participarán aquellos que han sido excluidos de facto del poder o los que ya no tienen razones para creérselo y respetarlo?: “Lo interesante del poder originario es que ahí la política debe estar por encima de los intereses de los partidos e inclinarse al interés nacional, un interés que puede resolver problemas que los partidos no pueden. A mí me parece importantísimo que la gente que llegue a la Constituyente se exprese con sensatez, con sentido común, con serenidad, con conciencia de país, que asuma la responsabilidad de buscar la paz verdadera, no la paz coyuntural, no la paz para resolver ahorita, sino la paz que necesitamos para construir espiritual y materialmente el futuro de todos. Venezuela es un país de paz, constituido por gente noble, generosa, que da espacios, que permitió a tantos inmigrantes llegar y sentirse como en su casa, un país que te da esa amplitud no puede ni debe ser roto por la violencia, somos una casa y tenemos que resolver nuestros problemas”, expresa pausadamente.
Pero, embajador, son innegables los intereses partidistas que andan rondando el llamado: “Los partidos políticos son esenciales en cualquier proceso democrático porque congregan y establecen proyectos para el país, lo que ocurre es que los países generalmente dejan la política a los políticos y cuando hablan de los políticos se refieren a los partidos, pero no, la política es de todos, y no se la podemos dejar solo a los partidos, nosotros debemos expresarnos individual o colectivamente con un criterio que permita organizar el país, darle solidez al civismo. Los partidos políticos tienen proyectos políticos para un país, los ciudadanos están o no incorporados a los partidos políticos, pero igual cuentan, hoy necesitamos que todos aquellos que no están incorporados a partidos políticos igual formen parte de la Constituyente, por eso se llama a campesinos, empresarios, estudiantes, pescadores, comunas, trabajadores, todos los sectores a los que les duele el país y puede que no estén ni quieran estar integrados a ningún partido político”, acotó.
Entonces, ¿pudiéramos decir que esa dicotomía PSUV-MUD ya no sirve para leer el país que somos?: “La tragedia del país con la violencia es no reconocer que existe otro que opina distinto a ti, que puede ser hasta antagónico a ti, pero que existe, y tienes que conversar con él y discutir con él para ponerte o no ponerte de acuerdo, porque de toda discusión hay conclusiones, hay reflexiones. Además, lamentablemente, el país ha entendido que en Venezuela solo hay dos tendencias, el gobierno y la MUD, y eso no es verdad, ni siquiera podemos entender que el gobierno sea un factor central del país, y la MUD otro factor central del país, yo creo que hoy entre la MUD y el gobierno no llegan ni al 50% del país, ¿y el otro 50%?, las amas de casa, los comerciantes, los trabajadores, los pescadores, los estudiantes, todos aquellos que no se han inscrito nunca en ningún partido, pero que igual tienen un proyecto de país, ¿dónde están? Hay que buscarlos, entender que hay cosas que nos unen a todos”.
Sin embargo, faltan pocas semanas para las elecciones y algunos sectores continúan en las calles, y muchos otros, incluso chavistas, no se han sumado al debate, tal parece que no hemos encontrado eso que nos une, ¿por qué?: “Yo quiero aprovechar esa pregunta y plantear algo que me parece importante. Yo sé que hay sectores críticos fuera, pero también dentro del chavismo, y yo creo que este momento es una oportunidad para separar los odios o resentimientos personales del amor al país, porque el amor al país debe estar por encima de cualquier diferencia que podamos tener, legítimamente o no, con el gobierno actual. Y le quiero pedir incluso al gobierno actual que piense alguna posibilidad de hacerse una autocrítica en torno a cómo trató o ha tratado a ese chavismo crítico, yo creo que es necesario en este momento que haya una autocrítica de los dos sectores, tanto del gobierno como de los sectores que adversan desde el chavismo al propio chavismo, porque creo que no hemos encontrado las mejores formas de tratar la disidencia que es perfectamente legítima, con la disidencia, con la crítica, a veces se puede construir aún mejor el camino”.
¿Y cuáles pudieran ser “las mejores formas”?: “Bueno, yo hasta me ofrezco como mediador, le tengo mucho respeto a muchos chavistas críticos, aunque hay que distinguir entre el chavista crítico y la persona que tiene un proyecto personal y por eso critica. Sin embargo, la mayoría del chavismo crítico no tiene proyectos personales, solo tienen observaciones, sugerencias, cuestionamientos, hacia algunos planteamientos del gobierno, y con ellos debemos trabajar, juntos, para que no sigan deshumanizando a nuestro país. Fíjate que los muchachos que andan en las barricadas tienen un escudo con una cruz roja que tienden a parecerse a la esvástica y que es exactamente igual a la cruz de los legionarios de Cristo en las cruzadas, esos símbolos no deben aparecer más, hay mucho de fascismo en el odio, y no lo podemos permitir”.
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