miércoles, 19 de julio de 2017

16 de julio: las difíciles vías de la paz en Venezuela



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Por: Juan Romero
Contra todo pronóstico, amanecimos al 16 de julio en Venezuela, sin habernos matado unos a los otros. En un país caracterizado por la extrema polarización, por el manejo de un repertorio de protestas muy violentas, por la persecución extrema de las posiciones políticas, todo se desenvolvió en relativa calma (con excepción de los acontecimientos en Catia -en la región capital- y en algunos otros lugares). Los que indicaban que el 16 de julio sería el fin del mundo, el apocalipsis now, se quedaron con las ganas.
Había los que han apostado en estos más de 100 días de protestas violentas, no convencionales, (pues bajo ningún concepto puede considerarse pacífica la tranca de calles, el incendio de vehículos y personas, el linchamiento de sujetos por la presunción de su piel en relación con su militancia) por un escenario de elevación del conflicto, hasta los extremos de una guerra civil, que fue contundentemente torpedeado por ambos sectores de la polarización e, incluso, por aquellos que alejados de la polarización, rechazan la violencia. Por nuestra parte, nos declaramos críticos de los errores cometidos (pésima administración pública, casi nulo castigo a la corrupción, burocratismo y clientelismo), pero hacerlo no significa ignorar (o simplificar) los avances que en términos de derechos sociales y económicos se han alcanzado en estos 19 años de gestión del proyecto bolivariano. No podemos andar como Calimero quejándonos de todo. Hoy vimos un pueblo, que amenazado, que en los intentos de coaccionarlo, respondió con bravura, con hidalguía.
En nuestro criterio, la MUD cometió diversos errores.
Uno, apostó es este escenario al “todo o nada”, basado en un análisis errado de la “aparente tranquilidad” del chavismo. El hecho de que el pueblo militante de la utopía de Chávez se haya quedado expectante ante la violencia irrestricta desatada, fue asumido como un signo de cobardía y de “paralización”. En ese escenario, la MUD, con Julio Borges y compañía, llegó a pensar que había logrado desmovilizar al chavismo, sometido a una andanada de noticias falsas, de operaciones psicológicas y de presiones sociales y económicas. Dos, creó −otra vez, tal como lo hizo con el referendo revocatorio en 2016− una “falsa expectativa” en sus bases. Diversos representantes de la MUD anunciaron que obtendrían en la consulta un apoyo superior a los “11 millones”, tal como lo habían anunciado a través de algunas encuestadoras, pensando en transformar ese proceso −ilegal ante la no participación del CNE− en una especie de referendo revocatorio.
Dos, buena parte de la dirigencia de la MUD contaba con crear una gran movilización, que mayoritariamente le diera apoyo a la asamblea nacional en su confrontación con el presidente Nicolás Maduro, pero al mismo tiempo, obligara a la FANB a intervenir de manera violenta en este empate catastrófico en que se encuentra el país. Cumplir con la expectativa de llamar a votar 11 millones o más, era, operativamente imposible. Veamos: el CNE ha indicado en diversos procesos, que el promedio mínimo de ejercicio del voto en el sistema venezolano, que es 100% automatizado, es de unos 3 minutos. Eso significa, que en una hora votan aproximadamente 20 personas. La MUD habilitó 1.700 centros, en un proceso que tendría una duración de 8 horas (de 8 a.m. a 4 p.m.). Eso significa que en 8 horas votarían por centro unas 160 personas. Al multiplicarlo por el número total de centros, eso da una votación de 272.000 votos. Agregándole a cada centro, un total de 10 mesas electorales (cuestión que nunca ha ocurrido en Venezuela), el máximo en las horas estipuladas por la MUD habría sido 2.720.000 votos, como máximo. ¿Cómo obtienen 7.186.170 votos? ¿Por arte de magia o por arte del fraude?
Tres, parte de la creación de expectativas fue el recurrir a las autoridades de universidades públicas y privadas, que usurpando funciones exclusivas del poder electoral, establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), se abrogaron la responsabilidad de realizar el proceso. Un proceso donde no existió registro de votantes, no se procuró ningún elemento antifraude de identificación y verificación del votante, no se utilizaron testigos de otras organizaciones, ni acompañantes de ningún tipo. Una acción de desconocimiento del Estado, que solo tendría sentido en la medida que obtuvieran una cifra significativa de votos. La presencia de rectores, que en mi criterio deberían enfrentarse a procesos legales, por usurpación de funciones y cooperación en el delito de fraude electoral, no significó una masiva participación.
Cuatro, el uso del miedo, de la violencia, pensaba la MUD que serviría para movilizar a los más radicalizados, lo que pasó −aceptando que no hubo ningún fraude, aspecto que hemos demostrado que sí ocurrió− en realidad fue que buena parte de la población, que posiblemente esté molesta con el gobierno y la MUD por el desorden en que ha estado sumido el país, decidió no aprobar la consulta. Cuando se ve la votación de la MUD desde 2013, cuando Henrique Capriles se enfrenta a Nicolás Maduro, observamos que obtuvieron 7.363.980 votos. De ahí pasaron a obtener en las elecciones parlamentarias de 2015, unos 7.707.422 y ahora, decayeron a 7.186.170. Es decir, que el resultado de más de 103 días “de lucha y resistencia”, no solo ha permitido que el presidente Maduro siga ejerciendo su cargo, sino que además han experimentado un “voto castigo”, que ha reducido sus expectativas de desestabilizar al gobierno legítimamente electo. La MUD perdió 521.252 votos. Terrible ese resultado.
Cinco, el apoyo internacional, tan anhelado en este escenario de confrontación, queda ahora seriamente sentido, pues la medición electoral llevada a cabo −insistimos, en forma ilegítima e ilegal− no alcanza para hacer un “llamado” para que el presidente “renuncie”. Hay que recordar, que los votos “sacados” por la MUD, son menores que la votación con la cual fue elegido Nicolás Maduro en 2013.
¿Qué escenarios devienen de estos resultados? ¿Qué podemos esperar los venezolanos y el mundo en general?
Lo primero, es un incremento de las acciones de los sectores más radicalizados de la MUD. Primero Justicia y Voluntad Popular, las dos organizaciones de mayor extremismo, seguramente seguirán con sus esfuerzos de desconocimiento y violencia. Tienen la dificultad de tener que explicar por qué no obtuvieron 11 millones de votos.
En segundo lugar, el gobierno se la jugó todo en este proceso. Pudo tener la tentación de “impedirlo”, pero prefirió dejarlos correr y la MUD quedó enredada en su propia trampa. La jugada del gobierno de Nicolás Maduro funcionó: no ayudó, pero tampoco impidió la elección fraudulenta. La MUD seguramente esperaba una acción represiva del Estado, en correspondencia con su responsabilidad de mantener el orden. No fue así, y la MUD fue castigada por el agotamiento, el cansancio generado por el cierre de calles y las amenazas de incendio.
En tercer lugar, el gobierno quedó fortalecido, pues los errores de la MUD, las amenazas de “incendiar el país” ante la “hora cero” (la hora de la rebelión, según algunos diputados opositores), hicieron que salieran masivamente al simulacro de elección de la ANC, que sí contó con la validez del poder electoral y todos los procedimientos de verificación. El ánimo que observamos en las bases del chavismo, auguran −aún en contra de nuestra apreciaciones iniciales− una participación que podría superar la votación de 8.100.000 votos que obtuvo Hugo Chávez en octubre de 2012. Sin embargo, esto que parece una ventaja, pudiera traducirse en una escalada violenta de la oposición, sobre todo la más radical, que observó atónita cómo se movilizó con efectividad la maquinaria electoral del PSUV. Y ante ello, puede actuar con mayor violencia, pues no lograron ellos (la MUD) equiparar su movilización de forma de dar una demostración numéricamente inobjetable.
Cuarto, el chavismo debe revisar no solo su sistema de movilización, sino además la competencia desleal que hemos visto entre algunos candidatos. Hay el surgimiento de tendencias, que se muestran ambiciosas de poder y no entienden que los demás candidatos que han surgido, tanto en el ámbito electoral territorial y sectorial, no son los “enemigos”. El presidente Maduro, debe llamar al orden, para evitar que se infrinjan heridas que pueden ser mortales en esta etapa o punto de no retorno.
Quinto, los apoyos internacionales, particularmente de los llamados Imperialismos Colectivos (EE.UU., Unión Europea y Japón) van a arreciar sus acciones en estos 14 días de campaña. La desaparición de productos, el bloqueo de importaciones, la presión paramilitar con soporte en Colombia, posibles atentados contra actores clave del chavismo o la propia oposición, pueden ser efectuados en los próximos días. La campaña de advertencia del gobierno del presidente Maduro debe ser contundente para alertar sobre estos peligros.
Finalmente, no puede el chavismo, pensar que ya superó este difícil trance que experimenta desde inicios de abril, aún quedan muchas cartas por ser jugadas por la oposición, y la población que vemos con anhelo la profundización de una alternativa al capitalismo, debemos hacer el mejor esfuerzo para construir una paz desde la participación, no desde la negociación claudicante, tal como han manifestado algunos actores políticos, que en algún momento jugaron papeles clave en la administración pública. Argimiro Gabaldón decía “el camino es duro, pero es el camino”. Tenía razón, nadie dijo nunca que construir una alternativa a la democracia liberal sería fácil. Seguimos en el debate de ideas y creemos en el triálogo como opción.

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