Luis Salas.
El año pasado, en el marco de la celebración del natalicio de Simón Bolívar, publicamos esta entrevista que el equipo de 15 y Último tuvo el honor de hacerle al Padre de la Patria. En la medida en que hoy nos parece todavía más oportuna dada la semana que comienza, decidimos republicarla, dado que, entre otras cuestiones, El Libertador nos cuenta cómo políticos oportunistas y funcionarios corruptos, se aliaron con enemigos confesos del país y con comerciantes especuladores para conspirar contra la democracia y dar al traste con los sueños de igualdad y libertad en nombre de sus intereses mezquinos y miopes.
Si la Villa del Cine tuviera un Peter Jackson y VTV fuera como HBO, Simón Bolívar sería más famoso que Aragón y Jon Snow juntos. Y es que la historia de su vida es una epopeya de principio a fin, de lejos, más emocionante que toda la trilogía del Señor de los Anillosy las temporadas de Juegos de Tronos juntas.
En la épica bolivariana hay de todo: batallas, duelos, intrigas, asesinatos, romance, amor, sexo, traiciones, luchas de poder. Es la historia del niño rico, el más rico de todos, que contrario a lo que suelen hacer los otros niños ricos lo dejó todo para liberar a los negros, a los indios, a las mujeres y al continente entero si lo dejaban. Que quedó huérfano y fue criado y amamantado por sus criados esclavos. Que aprendió varios idiomas, viajó por el mundo, estuvo y bailó en todas las cortes hasta que casó con una hermosa dama de sociedad, que, sin embargo, murió al poco tiempo de una enfermedad tropical. El mismo al que la BBC eligió como el personaje del siglo XIX al liberar 6 naciones, dar 472 batallas, 79 de ellas de grandes dimensiones con gran riesgo de morir en 25. Que liberó 6 naciones, cabalgó 123 mil kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco de Gama unidos sumado a lo recorrido por Aníbal, Napoleón y Alejandro Magno, y de hecho, tres veces la circunferencia de la Tierra. Que fue jefe de Estado de 5 naciones y fundó al menos dos. Y aún le alcanzó el tiempo para escribir 92 proclamas y 2.632 cartas, todas ellas en varios idiomas. Y eso en 47 años de existencia.
Pero también se trata del mismo hombre al que la historiografía tradicional y los sectores dominantes de la IV República, se ocuparon por mantener bien muerto y lejos, en un pasado muy remoto. Y no fue casual. Ya que dicha República fue precisamente la antibolivariana: la fundada a partir de su destierro y muerte. ¿Por quiénes? Por una partida de traidores y mercachifles enriquecidos con ínfulas de personajes –como bien tuvo a decir Vallenilla Lanz– antepasados directos de los mismos que hoy, casi dos siglos después, hacen todo lo posible por enterrar y destruir la República fundada por Chávez en su honor: la República Bolivariana.
“Mal que bien –nos cuenta El Libertador en la entrevista que el equipo de 15 y Último tuvo el honor de hacerle en el marco de su cumpleaños– todo el mundo conoce mi historia de lucha contra los españoles y cómo les vencí junto a hombres tan valerosos como Sucre. Sin embargo, no los tuve exclusivamente a ellos como enemigos. Y tampoco fue Páez el único que conspiró contra mí. Tuvimos que pelear contra otros venezolanos que no querían la democracia social, política y económica. Y especialmente y sobre todo, contra comerciantes usureros y especuladores, que en varias ocasiones, organizaron guerras económicas especulando con productos como el pan y con el papelón o escondiendo las monedas para que desapareciera el circulante. Los descendientes de esos mismos miserables son los que están empeñados ahora en acabar con la V República, la República Bolivariana, para instaurar de nuevo su califato tropical de culto a la banalidad, la viveza, la ignorancia y la petulancia sin justificación alguna.
El problema de Chávez, su gran pecado, fue querer lo mismo que yo: una República para todos y todas, no para los vivos y mediocres cuya única razón de ser es la plata mal habida. Si hubiese sido un miserable entreguista sería el favorito de esos mediocres, como lo terminó siendo Páez. Pero como se les opuso y además fue más talentoso que ellos, lo odian a rabiar y lo mataron. Incluso después de muerto buscan matarlo todavía más. Y para eso organizaron toda una estrategia destinada a destruir su legado político, cultural y económico, utilizando las armas del poder del dinero, de los medios de idiotización de masas –porque eso es lo que son–acaparando la comida, saboteando la moneda, y en resumen, haciendo padecer a la población.
Fue exactamente lo mismo que me pasó a mi. Hicieron todo lo posible para convencer a propios y extraño de que yo era un dictador, un enfermo, que todos los males de la joven Venezuela se originaban en la Independencia que había encabezado y en la República que fundé: La Gran Colombia. Así como dicen hoy que la IV República era el Paraíso en la tierra y Chávez trajo el caos populista, en mis tiempos decían que la Colonia era el Paraíso y que yo traje el infierno republicano.
Mi crimen fue querer la libertad de los esclavos, el fin de las desigualdades sociales, raciales e inclusive de género, al tiempo de una independencia política y económica que nos garantizara la suprema felicidad para todos y todas ¿Era mucho pedir? Para algunos sí. Y por eso me mataron y enterraron.
Cuando comenzaron los movimientos independentistas, en ese mismo momento comenzaron las conspiraciones reaccionarias. No solo de los españoles que oficialmente trabajaban para la Corona española, ni los curas retrógrados y sinvergüenzas. También por parte de muchos españoles o descendientes de los mismos, que junto a un grupo de venezolanos eran los dueños de los negocios y establecimientos comerciales.”
Los representantes del poder económico…
“Claro. A la manera venezolana, es decir, donde lo que hay es una pandilla de tendederos enriquecidos, de mercachifles adinerados, de bachaqueros con plata e ínfulas, y no una clase industriosa en todo el sentido del término.
Esos mismos comerciantes, por lo demás, eran encargados de acuñar moneda, de manera que siendo los amos de las mercancías –sobre todo la comida–, de los transportes de dichas mercancías, de los centros de acopio y almacenes, utilizaron ese poder para conspirar contra la independencia y la democracia.
Cerca de la firma del Acta de la Independencia, en 1811, hubo varias rebeliones de tenderos. Está por ejemplo el caso de los hermanos Linares, a los cuales conocí e inclusive tenía aprecio personal por razones familiares, pero que eran monárquicos. Hubo que ponerlos preso. Y en varias ocasiones tuvimos que vérnoslas con episodios similares.
Recuerdo nítidamente que antes de la caída de la II República tuvimos que intervenir incluso haciendas y locales comerciales. Fue una lucha desigual, pero tuvimos que darla e intervenir. El terremoto de 1812 nos hizo mucho daño, tanto en lo material como en lo anímico, siendo que los curas manipularon a la población para hacerle ver que el sismo era un castigo divino por apoyar la Independencia. También nos hizo mucho daño la rebelión de Boves. Pero de hecho, si tuvo Boves tanta fuerza y apoyo popular entre la gente pobre y las castas (indios, mulatos, negros, zambos, etc.), fue por el odio que estos propietarios mezquinos e ignorantes levantaban entre la población.”
Intervenir de qué manera, Libertador
“Pues con la fuerza pública. Cuando tú estás en una guerra, económica o bélica, convencional o no, debes actuar como tal. No puedes estar diciendo que hay una guerra y actuar como si no, como si estuvieras frente a una crisis común y corriente. No señor. Cuando los comerciantes empezaron a especular con los precios y a esconder los productos, cuando nos aplicaron un corralito monetario al restringir la circulación de monedas, tuvimos que aplicar medidas drásticas. Por ejemplo, ordenar la acuñación de monedas para restablecer el circulante. Pero a su vez, tomamos con el ejército las haciendas y comisamos la mercancía. Para que no nos acusaran de robo o expropiación, lo que hacíamos era que le ordenábamos firmar unos inventarios de lo incautado y luego trasladábamos la mercancía a la plaza Mayor de Caracas –actual Bolívar–donde la vendíamos controladamente y a precio justo, luego de lo cual pagábamos a los propietarios lo que les correspondía por ley. Igualito pataleaban. Pero el interés de la mayoría está por encima de cualquier privilegio o interés particular.”
¿Y resultó?
“En líneas generales sí. Logramos hacer la independencia, ¿no? Pero precisamente lo que quiero que entiendan es que hicimos la Independencia no solo sin los mercachifles, sino a pesar de ellos y contra ellos. Por lo cual una vez lograda mi preocupación fue democratizar la economía, pues sabía que si no esos granujas iban a malograr la República naciente.”
Como de hecho lo hicieron…
“Como de hecho lo hicieron. Se opusieron a la libertad de los esclavos porque no les convenía. Y a la reforma agraria y la democratización de la tierra por las mismas razones. Lo peor del caso, es que gracias a la libertad que les ofrecía la naciente república, muchos mercachifles que se habían ido del país por realistas regresaron. Y una vez de vuelta formaron el grupo de los godos. Los cuales, junto a los traidores paecistas y la oligarquía bogotana, comenzaron a conspirar contra mí y contra la Gran Colombia. Para esto contaron con el apoyo de potencias extranjeras, particularmente los ingleses y norteamericanos que veían la Gran Colombia como una amenaza a sus intereses imperialistas.”
¿Qué papel jugó Páez en todo esto?
El de instrumento de intereses más allá de él. No fue cualquier instrumento claro está. Pero tampoco fue el ideólogo de todo. A José Antonio lo comienzan a rodear y a enamorar los oligarcas, como han hecho con otros. Lo ensalzaron, endulzaron y de cizaña en cizaña lo pusieron contra mí haciéndole ver que el verdadero Libertador era él y no yo. Fue un grande en batalla. Pero un débil de espíritu, al punto de terminar peleando contra sus viejos hombres y compañeros de armas que lo derrotaron humillantemente en la Guerra Federal.”
¿Entonces la caída de la Gran Colombia no fue únicamente motivada por la envidia de Páez ni la de Santander, como comúnmente se piensa?
“Pues no. Hubo otras fuerzas muy poderosas. Y en última instancia los grandes responsables fueron los mercachifles criollos e importados.
En mi opinión personal lo que determinó la suerte de la Gran Colombia, la separación de Venezuela, fueron dos cosas. Las medidas tomadas por Revenga –nombrado por mí como ministro de Hacienda–para eliminar el negociado de los vales a través de los cuales los corruptos y comerciantes hacían grandes fortunas a costilla del Estado. Y el reacomodo que queríamos hacer del comercio exterior para desplazar los monopolios y roscas que allí operaron. Todo esto por supuesto en el marco de una economía dinámica, productiva y que respetara las libertades económicas, pero reguladas por el Estado para evitar que de dicha libertad se pasara al abuso, que es lo que ocurre en el capitalismo, que como dijo en algún momento el gran historiador francés Braudel, no es una economía de mercado y mucho menos de libre mercado, sino el antimercado, el de la esclavitud del mercado por las rosas y monopolios.
Luego de nuestro viaje a Venezuela en 1927 para poner orden y derrotar La Cosiata, Revenga y yo nos dedicamos seis meses a sanear la economía y las cuentas públicas. Logramos poner orden. Pero para hacerlo tuvimos que luchar contra corruptos y contra los especuladores que de nuevo especulaban con los precios, con la moneda, pero ahora también con el presupuesto público. En ese entonces deben recordar que la acuñación de monedas la hacían los propios comerciantes en las llamadas casas comerciales. No existían los bancos y mucho menos los públicos. Y además el presupuesto público propiamente tal tenía su origen en préstamos que hacían esas mismas casas comerciales. La modalidad empleada era la de que estas adelantaban al Estado dinero en efectivo a cambio de lo cual este les daba vales que luego cobraban con intereses. Como se podrán dar cuenta, esto les daba un gran poder de chantaje sobre el gobierno, ya que si por alguna razón no querían con no darte plata tenían y tu accionar se paralizaba. Por lo demás, dichos vales eran sujetos a grandes manipulaciones. Empezaron a circular muchos que eran falsos y otros que, no siéndolo, sus valores estaban adulterados gracias al soborno que hacían de funcionarios inescrupulosos a los cuales corrompían. Tuvimos que decretar su fin, lo que disparó las furias de los comerciantes especuladores y corruptos.
Al mismo tiempo, ordenando el comercio exterior para hacer mejor uso del ingreso por concepto de aranceles de importaciones y además reducir estas para proteger la incipiente industria nacional, nos topamos con la resistencia de las casas comerciales que controlaban el negocio estafando a la República. Pero una vez que lo hicimos, dichas casas, los usureros y los corruptos que le hacían el juego se plegaron a Páez. A cambio de su apoyo, le pidieron revalidara los vales suspendidos por Revenga y por mí, reconociera las deudas mal habidas y permitiera seguir controlando el comercio exterior. A todo eso accedió Páez, haciéndole un gran daño al país y una vez disuelta la Gran Colombia, plegando los intereses nacionales a los de estos pillos y sátrapas.
La IV República no fue más que la instauración del parasitismo mercachifle, que supo subordinar al Estado a los intereses miopes de un grupo de sujetos que les importa un comino el país y que viven de él. Por eso fue un crimen de principio a fin, hasta 1999, cuando Chávez y mi pueblo venezolano la entierran para fundar una República Bolivariana que tuviera, como les decía, la justicia social y la felicidad de todos y todas como divisa. Sin embargo, con la IV, con sus protagonistas, sus ideas, estilos de vida, intereses, su corrupción intrínseca, su viveza criolla, que es más bien su viveza burguesa-parásita, les ha pasado a ustedes un poco como con los zombies de las películas, que regresan de la muerte para atormentar y comerse a los vivos. Todo este tema de la guerra económica es un saboteo de los últimos estertores de la IV que se niegan a morir definitivamente para que nazca lo nuevo definitivamente, como dijo el filósofo. Y de la misma manera, algo con lo cual deben acabar para conquistar el derecho digno de tener una vida digna, un mañana, un futuro. No pueden flaquear, no pueden aflojar, pues será peor. Fíjense lo que pasó en el siglo XIX: nos derrotaron e instauraron un orden que fue el desorden en estado puro, una sola matanza y guerra civil de casi cien años que medio paró con una dictadura de casi 50. Los venezolanos de bien, la mayoría honesta de hombres y mujeres del siglo XXI, se encuentran en una posición similar a los vivos de The walking dead: luchando contra los zombies de la IV, sus ideas, prácticas y antivalores. Deben dejar de pelear entre ustedes y unirse contra esos monstruos. Dar la batalla por la vida, y para tener derecho a la vida deben ganar la guerra económica y obligar, si es preciso, al Estado a ganarla si el caso es que flaquea.”
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