Ronald Muñoz.
Es realmente lamentable observar en lo que se ha convertido el debate político en Venezuela. Hemos degradado el debate a un nivel tan bajo que lo que importa no son los argumentos, sino quien insulta más al otro. Se trata de la política teniendo la burla y el odio como fundamento, se trata de politiquería en su más baja expresión.Pensar de manera ciega que quien piensa distinto es el culpable absoluto de todos los problemas del país, sin hacer jamás un análisis autocritico de la responsabilidad que cada uno de nosotros pueda tener es parte del comienzo de esta dinámica. Una dinámica que se profundiza cuando ni siquiera es que asumes al dirigente contrario como el problema: sino a todo aquel que le siga. Bajo esa lógica para algunos el problema no es el gobierno sino "todos los malditos chavistas" que votaron por él, ni el problema es tampoco la cúpula de la MUD sino "todos los malditos escuálidos", que en última instancia son venezolanos y venezolanas que al igual que nosotros tienen derecho a pensar como les dé la gana.
Porque la cosa es que ni todos los "malditos escuálidos" son financiados por la CIA, ni todos los "malditos chavistas" son co-responsables de todo lo que hace el gobierno, porque de hecho en este momento existe un porcentaje altísimo de venezolanos y venezolanas que se definen como "chavistas" o simpatizantes de Chávez y no están de acuerdo con muchas de las decisiones que toma el gobierno (de hecho ya existe un chavismo que está contra el gobierno). Igual de absurdo es pensar, en un escenario de crisis económica tan grave como el que estamos viviendo, que todo aquel que manifieste una queja contra el gobierno es porque está pagado por la CIA.
Una cosa es que yo esté políticamente en contra de alguien. Una cosa es que yo sepa que jamás votaría por un partido de derecha como Voluntad Popular, y otra muy distinta es que mis argumentos contra determinada persona o partido sean que si fulana le montó cacho a fulano, que si yo no se quien es homosexual o que si fulana salió preñada del otro. La vida privada de alguien es su vida privada, y no puede ser argumento político en su contra, y vaya usted a saber si las cosas que se dicen a veces realmente son verdad. Demás queda aclarar que señalar a alguien por su condición de género o sus preferencias sexuales es un acto tan miserable que queda peor el que lo dice que la persona a la que se señala.
Hemos llegado al punto en el que hasta el mismísimo Presidente insulta a alguien utilizando groserías en un acto público. Y me perdonan a quienes les moleste porque se trate del presidente: pero la realidad es que no importa quien lo haga, la verdad es que eso no está bien, y mientras más alta la investidura más alta la responsabilidad que se tiene.
Y de ahí para abajo tenemos desde el presidente de la AN con su gestos soeces cada vez que puede dirigidos contra quienes le adversan, hasta cualquier cantidad de dirigentes que creen que la amenaza y el insulto hacia el adversario son argumentos convincentes.
En programas de televisión los vemos, a dirigentes políticos de alto rango, insultando a diestras y siniestras con una sonrisa burlona en la cara, como que si tal cosa fuese hacer política: no camarada, eso no es política. En política hay que convencer y haciendo eso solo se genera rechazo.
Ni siquiera en Colombia, país en el que nuestros camaradas del FARC han tenido que librar décadas de guerra contra la ultraderecha más asesina del continente, usted mira cualquier entrevista de Marulanda o cualquier otro alto líder de las FARC y no verá jamás un insulto, una grosería o una sonrisita burlona, por el contrario lo que va a escuchar son argumentos y reflexiones relacionadas con la paz… y si alguien sabe de pelear una lucha armada contra una ultra-derecha asesina son precisamente los camaradas de las FARC.
Yo no votaría por la derecha sencillamente porque sus gobiernos son altamente represivos, no respetan los derechos humanos, excluyen a las mayorías, se someten a potencias extranjeras y entregan la economía del país al gran capital trasnacional. Lo que sus dirigentes (o esposas de estos) hagan con su vida privada no es mi problema y no me interesa.
Aclaro que este artículo no es un ataque contra nadie, por el contrario es un llamado a la reflexión. Es un llamado a rescatar la política, porque cada vez que un dirigente emite un insulto contra quienes lo adversan siembra el odio, y naturaliza la violencia como respuesta contra su adversario, y eso es algo que puede traer consecuencias muy graves, mucho más en un escenario de crisis económica y tensión política como el actual.
Si algo nos ha caracterizado siempre a la Izquierda en todo el mundo es precisamente nuestra capacidad argumentativa, que se sostiene en un profundo conocimiento de la historia de los pueblos y de los procesos socio-económicos que se han dado en cada uno de ellos. Si alguien va a banalizar el debate político en Venezuela convirtiéndolo en balurda politiquería que se sustenta en chismes e insultos no seamos nosotros: seamos nosotros quienes rescatemos la Política.
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