Cira Pascual Marquina
PolítiK Platicamos con el
intelectual vasco Iñaki Gil de San Vicente sobre el necesario engranaje
entre la lucha por el socialismo y la lucha antipatriarcal.
Cira Pascual Marquina (CPM): En el continente latinoamericano
somos testigos de rápidos procesos de pauperización. En casos como el
venezolano, donde un gobierno progresista se mantiene en el poder, el
horizonte de lucha del pueblo tiende a limitarse a resolver los graves
problemas familiares que se presentan cotidianamente de forma
individualizada. En un contexto así, la lucha antipatriarcal podría ser
caracterizada como trivial o pequeñoburguesa.
Muy por el contrario, nosotras opinamos que este es un momento donde la
lucha de género debe asumir un rol importante en el proyecto
anticapitalista. Las mujeres pobres son las que cargan la mayor parte
del peso de la crisis sobre sus hombros, y si bien la superación
absoluta de esta situación es solo posible en el socialismo, estamos
convencidas de que la lucha por la emancipación de la mujer debe ser del
presente. Es así porque mientras la mujer sea dominada por el hombre y
la crisis se desplace sobre ella, la tendencia es a postergar la
confrontación con el capital. En un momento de crisis económica y
política, ¿cómo engranarías la lucha por el socialismo con la lucha
antipatriarcal?
Iñaki Gil de San Vicente (IGSV): Las fuerzas revolucionarias
venezolanas, y en especial las que luchan con más decisión y perspectiva
histórica por la emancipación de la mujer trabajadora, cometerían un
error suicida si minusvalorasen la importancia de la lucha
antipatriarcal como una piedra basal del socialismo. El error
consistiría en creer que como ya se han logrado algunos derechos
elementales de la mujer, y dadas las serias dificultades actuales que
pueden llevar a la derrota del Proceso Bolivariano, teniendo todo esto
en cuenta, ahora es necesario volcarse en otras luchas "más
importantes".
Otros muchos procesos revolucionarios han cometido este mismo error: el
ruso de 1917, el del Estado español de 1936, el chino de 1949 y el
chileno de 1970 por citar algunos. En ellas la emancipación de la mujer,
con grandes conquistas iniciales, terminó debilitándose y posponiéndose
a otras "prioridades". Los resultados fueron desastrosos a medio y
largo plazo: resurgimiento de valores patriarcales y sexistas primero en
la vida mal llamada "privada" y luego en lo "público"; debilitamiento
de la fuerza social de los movimientos populares y obreros que son la
base del poder revolucionario; reforzamiento de las tendencias
burocráticas inherentes al poder patriarcal renacido dentro de la
izquierda; envalentonamiento de la burguesía, y, junto a otras causas,
la derrota última de la revolución.
CPM: Aunque reivindicamos y somos partícipes de luchas por
cambios en la legislación que garanticen, por ejemplo, la legalización
del aborto –que por cierto, está penalizado en Venezuela–, somos también
conscientes que los cambios en la ley no implican la superación de la
doble explotación de la mujer. En La mujer, August Bebel plantea algo
muy importante: conceder derechos de igualdad a la mujer no cambia la
condición de sujeto subalterno para la mujer trabajadora. Hay
estructuras económicas y culturales que reproducen la condición de
dominación de género. ¿Podrías explicarnos cómo funcionan estas
estructuras económicas y culturales?
IGSV: Las estructuras económicas y culturales de explotación de
sexo-género funcionan en dos áreas diferentes pero unidas en la
práctica: la de la explotación de la fuerza de trabajo sexo-económica de
la mujer por el hombre, y la de la dominación cultural, afectiva,
emocional, amorosa, sexual, política, etc., del patriarcado. La unión
práctica entre explotación y dominación produce la opresión capitalista
de sexo-género. El sistema patriarcal es anterior al capitalismo, pero
éste lo ha integrado, subsumido en su lógica, convirtiéndolo en una
pieza clave de su existencia, pieza que demuestra especialmente su
eficacia en dos circunstancias decisivas. Durante las crisis, el
patriarcado refuerza el aplastamiento de la mujer en todos los sentidos
para aumentar los beneficios capitalistas en todas sus expresiones;
durante las luchas revolucionarias, el patriarcado intenta convencer a
las mujeres de que no luchen, que sean pasivas y, sobre todo, que se
opongan a la revolución.
CPM: Silvia Federici ubica una parte importante de la resistencia
al desarrollo capitalista en la mujer trabajadora y pobre (la
campesina, la obrera, la desempleada, la trabajadora sexual). Según
Federici, durante los últimos 500 años se han dado grandes luchas por la
protección de lo común (y de lo comunal) desde el bloque social de la
mujer trabajadora. Reconociendo el acumulado histórico de estas luchas
que pueden convertirse en faros, ¿cómo debemos orientar la lucha hoy
día?
IGSV: Otras revolucionarias han dicho lo mismo o parecido que
Federici, pero con otros énfasis y en otros contextos, y todas ellas
tienen razón. En el capitalismo actual hay, al menos, cuatro luchas
cruciales en las que la mujer trabajadora debe ejercer la dirección.
Éstas son: la reproducción como parte de la producción; la
(re)construcción de lo colectivo, comunal; la lucha cultural y ética
contra las ideologías patriarco-burguesas; y la actualización del
principio de autodefensa social como contrario a la violencia
patriarco-burguesa.
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