MARYCLEN STELLING
Indudablemente, a partir del 6-D y a raíz de la instalación del nuevo Parlamento, se dispara una confrontación de poderes en el que la Asamblea Nacional estaría desempeñándose como fuerza de choque contra los otros poderes: Ejecutivo, Judicial, Electoral y Poder Ciudadano. Apoyada en su caudal electoral, favorecida por las promesas preelectorales y la crisis actual, la Nueva Asamblea, quien niega ser un contrapoder, se constituye en una suerte de pieza clave que desarrolla una ofensiva contra “el enemigo”, a quien pretende derrotar en un plazo de seis meses.
En el país transitan sin contaminarse la lógica y el lenguaje bélico con el lenguaje “pro-paz”, que, en determinadas coyunturas, emana y se extingue en simples e insinceros llamados al diálogo y la convivencia. Toma cuerpo un proceso de naturalización del lenguaje bélico y, en consecuencia, una normalización y banalización de la situación “nada normal” que actualmente vive Venezuela.
Se potencia, en esta coyuntura, la lógica bélica de la política construida en torno al modelo amigo-enemigo y fundamentada en la dicotomía verdad absoluta-error absoluto. La dinámica confrontacional de poderes, sustentada en la concepción bélica de la política, afecta la convivencia, el abordaje de la crisis multidimensional que aqueja al país y, además, las posibles soluciones pacíficas que deberían ser consensuadas en un clima de disenso democrático.
En el caso de la crisis y emergencia económica, cada quien mantiene su versión sesgada e irreconciliable de la situación y, sin embargo, conmina al otro, al adversario, a que deponga o niegue su versión de la situación y se una a las “a las fuerzas archienemigas”, las “fuerzas del mal”, para atacar la crisis, construir la paz, salvar la democracia y reconstruir la convivencia.
La Nueva Asamblea Nacional realiza una acertada lectura del clima de urgencia catastrófica que se ha apoderado del país. Monta su agenda en la condición de emergencia democrática, económica, legislativa, de seguridad, carcelaria, de crisis política y crisis humanitaria en salud. Desde allí diseña una estrategia fundamentada en la confrontación de poderes y, desde el inicio, se vislumbra un Parlamento que más que espacio de diálogo fungirá como ámbito de confrontación y fuerza de choque.
maryclens@yahoo.com
Indudablemente, a partir del 6-D y a raíz de la instalación del nuevo Parlamento, se dispara una confrontación de poderes en el que la Asamblea Nacional estaría desempeñándose como fuerza de choque contra los otros poderes: Ejecutivo, Judicial, Electoral y Poder Ciudadano. Apoyada en su caudal electoral, favorecida por las promesas preelectorales y la crisis actual, la Nueva Asamblea, quien niega ser un contrapoder, se constituye en una suerte de pieza clave que desarrolla una ofensiva contra “el enemigo”, a quien pretende derrotar en un plazo de seis meses.
En el país transitan sin contaminarse la lógica y el lenguaje bélico con el lenguaje “pro-paz”, que, en determinadas coyunturas, emana y se extingue en simples e insinceros llamados al diálogo y la convivencia. Toma cuerpo un proceso de naturalización del lenguaje bélico y, en consecuencia, una normalización y banalización de la situación “nada normal” que actualmente vive Venezuela.
Se potencia, en esta coyuntura, la lógica bélica de la política construida en torno al modelo amigo-enemigo y fundamentada en la dicotomía verdad absoluta-error absoluto. La dinámica confrontacional de poderes, sustentada en la concepción bélica de la política, afecta la convivencia, el abordaje de la crisis multidimensional que aqueja al país y, además, las posibles soluciones pacíficas que deberían ser consensuadas en un clima de disenso democrático.
En el caso de la crisis y emergencia económica, cada quien mantiene su versión sesgada e irreconciliable de la situación y, sin embargo, conmina al otro, al adversario, a que deponga o niegue su versión de la situación y se una a las “a las fuerzas archienemigas”, las “fuerzas del mal”, para atacar la crisis, construir la paz, salvar la democracia y reconstruir la convivencia.
La Nueva Asamblea Nacional realiza una acertada lectura del clima de urgencia catastrófica que se ha apoderado del país. Monta su agenda en la condición de emergencia democrática, económica, legislativa, de seguridad, carcelaria, de crisis política y crisis humanitaria en salud. Desde allí diseña una estrategia fundamentada en la confrontación de poderes y, desde el inicio, se vislumbra un Parlamento que más que espacio de diálogo fungirá como ámbito de confrontación y fuerza de choque.
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