José Vicente Rangel
1.- Sorprende que dirigentes políticos fogueados,
con amplia experiencia y capacidad intelectual, se dejen atrapar por el
odio y coloquen al país en un disparadero. O mejor: contribuyan a
echarle más fuego a la crisis que afecta a todos por igual, tanto a
partidarios del gobierno como de la oposición y al pueblo en general.
Hago esta caracterización del momento porque la responsabilidad en lo
que sucede es compartida.
2.- Pretender descargar solo en el presidente Nicolás Maduro
la responsabilidad en la actual situación y señalar que la solución
está en su salida de Miraflores es, cuando menos, una temeridad. Es una
actitud que se inspira en un revanchismo primitivo, irracional, que no
se pasea por las consecuencias traumáticas de semejante propuesta. Por
sus consecuencias, que serían peores que el mal que se quiere extirpar.
Ya que son muchas las causas, pasadas y presentes, que influyen en lo
que sucede. Por el contrario, es encomiable el esfuerzo que realiza el
actual Jefe de Estado para encarar la situación. Para dar respuesta a la
crisis. Prodigándose con insólita perseverancia en la búsqueda de
soluciones y luchando a diario para sacar a flote al país. Revela
mezquindad no reconocerlo, y atribuirle escaso interés en atacar el
fenómeno, de por sí muy complejo.
3.- Es innegable que el burocratismo, la corrupción, la desidia oficial ante graves hechos,
imputables a la gestión del gobierno, son elementos que pesan. Pero no
es menos cierto que la conducta general de la oposición -de reiterados
actos de sabotaje y flagrante actividad conspirativa-, contribuye al
agravamiento de la crisis. Mas no creo que sea el momento para la mutua
inculpación, sino el de la búsqueda de mecanismos que faciliten acuerdos
y permitan que los venezolanos, sin exclusiones, aporten iniciativas a
la solución de los problemas.
4.- Por eso resulta insólita la hoja de ruta adoptada por la oposición
en este momento crucial. En ella se coloca el énfasis en lo que, en
lenguaje descarnado, equivale al derrocamiento del presidente Maduro. Es
decir, en la ruptura del orden constitucional. Ya que hasta ahora
ninguna de las fórmulas propuestas encaja en las previsiones de la Carta
Magna, salvo el revocatorio, curiosamente puesto de lado por la
incertidumbre que provoca en el sector opositor que alienta la
desestabilización. Las restantes conducen a salidas
extraconstitucionales generadoras, automáticamente, de mayor crisis y de
violencia. Como es el caso de una constituyente, la reforma o la
enmienda constitucional, la renuncia voluntaria y, la más reciente
-traída por los cabellos-, el abandono del cargo.
5.- Algo tan serio como defenestrar a un presidente electo
por el pueblo, que ejerce a tiempo completo el cargo, se banaliza. En
el marco de un debate irresponsable que sienta un precedente funesto.
Pareciera como si los promotores no se dan cuenta del error en que
incurren. De la trampa que montan. Que significa acabar con el blindaje
de la Constitución y abrir las puertas a cualquier aventura. Eso sin
entrar a considerar las consecuencias del vacío de poder que se crearía y
la ingobernabilidad del país, una vez consumado el atentado contra el
orden democrático y constitucional de la República. Que cada quien asuma
sus responsabilidades. El síndrome de Sansón acecha.
Los metiches
Estuvieron de visita -¿o de paseo?- unos titulares de premios Nobel con el supuesto propósito de aconsejar a los venezolanos. El polaco Lech Walesa, el tico Oscar Arias y la señora Noami Tuttu,
hija del también Nobel Desmond Tuttu. Discursearon en la Asamblea
Nacional en tono abiertamente injerencista, contactaron con líderes de
la oposición y declararon a los medios contra el gobierno. Fueron respetados por las autoridades locales.
No les limitaron sus desplazamientos ni fueron objeto de censura. Si
tuvieran menos compromisos con los patrocinantes de la incursión podían
haberlo reconocido. Pero no fue así: el libreto y el estipendio no lo
contemplaba. Lo que sí es seguro es que estos personajes nada saben de
Venezuela. Y mucho menos de la oposición que los trajo. Por ejemplo, ¿en
cuántas tentativas y golpes de Estado contra el orden constitucional
han participado los anfitriones? ¿Acaso sabrían que preparan otro?.
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