martes, 9 de diciembre de 2014

Marchar y marcharse para marchar.

Carola Chávez.


bcn-334
Ellos marcharon, marcharon, marcharon contra el castro-chavismo, hasta que de tanto marchar terminaron marchándose a España.
Se fueron convencidos de que habían salvado a sus hijos del cautiverio habanero que analistas globotizantes les habían augurado. Malvendieron todo ante la urgencia de la huída. Mejor era rematar que dejar que el comunismo arrebatara.
Llegaron a España dispuestos a comerse al mundo y convencidos de que el mundo los esperaba ahí, en una bandejita, para que ellos se lo comieran. Sus cálculos hechos a la distancia, torpemente tradujeron euros a bolívares con una aritmética falaz que juraba que allá mil euros los gana cualquiera y que eso son miles y miles de bolívares. “¿Te imaginas el realero?”
Pronto se supieron que mil euros no se ganan fácilmente y que no importa cuántos bolívares sean: allá se paga con eso euros tan difíciles de ganar. Tampoco es fácil alquilar un apartamento si se tiene acento sudaca, y ni hablar de solicitar un empleo si tus zetas no arrojan chispitas de saliva.
Se fueron acomodando como pudieron, dejando atrás sus cómodas vidas, sus fines de semana en la playa, sus viaje anual a Miami, su carro nuevo, sus relaciones sociales. Perderlo todo por no querer perderlo todo.
Nos salvamos -suspiran- hasta que viene un pana de Venezuela a pasar vacaciones: El país se cae a pedazos, les dice cuando lo recogen el su hotel 5 estrellas. Esa vaina está horrible, añade mientras lo acompañan a comprar medio Corte Inglés. Esto sí es vida, sentencia con la boca llena de jamón de jabugo, de ese que cuesta un mes de sueldo por kilo… Los auto exiliados, con el pana que no se fue demasiado, viven por un ratico la abundancia que dejaron atrás.
Se consuelan con las colas en Zara de Venezuela, aferrados a un rollo de papel toilet, mientras en España el sueño se les vuelve pesadilla. Unos pocos regresan, otros se van a países aún más ajenos a hacer vidas aún más distantes de la que soñaron. Tan batuqueados por la realidad y no terminan de darse cuenta…
Entonces llega Podemos y los más apaleados empiezan a creer que pueden. Los más recalcitrantes, crean en Facebook una página anti-iglesias llena de desgarradores testimonios en carne propia, le quitan el saludo a los podemistas y desempolvan pitos, gorras y zapatos para marchar, marchar y marchar…

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