Toby Valderrama y Antonio Aponte
Dicen, y estas cosas son de difícil comprobación, que consultado sobre la situación en Venezuela Kissinger preguntó: “¿Hacen elecciones, la televisión y la prensa son privadas, hay mercado, hay propiedad privada de los medios de producción?”Ante la respuesta afirmativa, el ex secretario de Estado de EE.UU. sentenció: “Do not worry, nothing will be taking place over there (No se preocupen, allá no va a pasar nada)…instead worry when the revolution takes a sacred character, then it will be dangerous (preocúpense cuando la Revolución tome carácter religioso, allí sí habrá peligro)…then crucified the Messiah, God, Jesus Christ (entonces crucifiquen al Mesías, a Dios, a Cristo) …do what every empire have done (hagan lo que han hecho todos los imperios)”.
Y así lo hicieron. Estimularon el egoísmo, base del capitalismo, se apoyaron en su lógica, y cuando Chávez se convirtió en Cristo, cuando lo reconoció la masa y fue bautizado, entonces la Revolución tomó carácter religioso y se cumplió el designio de Kissinger.
Después vinieron estos aprendices de brujo, estos hechiceros de utilería, y terminaron el mandado que el imperio había inducido. Con presteza de trapecista de circo, saltaron la talanquera, tan raudos que pocos advirtieron la engañifa. Se vistieron de Revolución para entregarla, asistieron a la última cena para darle el beso de judas al Comandante, a su obra, a su sueño.
Primero tenían cierto rubor de quinceañera, delicadamente comenzó la alianza con los verdugos de Chávez; dijeron que era para hacer Socialismo, para elevar las fuerzas productivas. Luego, ya viendo que no había reacción, que la disidencia había sido aplastada, apagada, siguieron con furor de meretriz a entregar todo: trozos de la Patria con las zonas especiales; la gloriosa PDVSA convertida en la misma meritocracia que derrotó el pueblo junto con el Comandante en aquellos días heroicos del sabotaje petrolero; revierten lo que Chávez construyó, y van mucho más allá.
A esta realidad de entrega de la Revolución corresponde una espiritualidad de obediencia, de humillación, de aceptación dócil de la traición. Nadie disiente, en el gobierno reina la calma de los camposantos, nadie se mueve, la adulación sustituyó al pensamiento crítico, el murmullo es el nuevo himno nacional. Había que desaparecer a Chávez, su imagen, su ejemplo, y lo poco que quede debe deformarse, hacer una historia que favorezca a la restauración y a los restauradores. Así, por ejemplo, en la celebración del triunfo sobre el sabotaje petrolero los héroes son otros; no entremos en detalles, los obreros petroleros saben a quiénes borraron y a quiénes pusieron en pedestal ajeno. Los chavistas conspicuos son incómodos, son perseguidos, a los más destacados los van guillotinando uno a uno. El último fue Ramírez, ¿quién será el próximo? No es difícil adivinar, quedan pocos. Al Cuartel de la Montaña van a asegurarse, como dice Alí, que el Comandante siga allí, que no irrumpa de nuevo.
Es así, volvió la cuarta con todos sus aperos, sus zancadillas, su vista corta, sus yates y sus dólares, sus intrigas palaciegas. Mientras los príncipes se distraen con el boato del palacio, otros planifican en escritorios técnicos los discursos y las leyes de la entrega. Mientras unos aún permanecen en la inercia del pasado, ciegos, arropados por la penumbra que regresó, otros planifican la nueva forma de gobierno del capitalismo post Chávez. Se preguntan ¿será bipartidismo?, ¿será fascismo?, ¿será este o aquel? La realidad responderá. No importa si, tal como dijo Kissinger, hay mercado, elecciones, televisión y prensa privada, propiedad nosocial de los medios de producción. No importa con tal de que no surja un Mesías. No importa mientras el pueblo y los dirigentes ciegos asistan al circo.
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