Laila Tajeldine.
Desde el 19 de diciembre de 2013 el Presidente Nicolás Maduro, habiendo
vencido en las elecciones municipales, con la mayor humildad y
conociendo su responsabilidad como Jefe de Estado, convocó a un dialogo
nacional a los sectores políticos del país, donde asistieron todos los
alcaldes y gobernadores de derecha en una sesión de casi cinco horas.
Las partes parecían, que sin claudicar a sus posiciones
político-ideológicas, conversaban sobre asuntos que son de importancia
para el pueblo. Pero esos sectores invitados convirtieron la oportunidad
en una tramposa táctica. Quizás fue el tiempo que la derecha requería
para levantar de nuevo la moral de sus seguidores, caída por la derrota
electoral del 8 de diciembre, y atraerlos a la aventura de la violencia y
muerte como atajo inconstitucional para alcanzar el poder.
Como vamos al dialogo: Por una parte está el sector revolucionario, que
tiene control del Poder Ejecutivo, la mayoría calificada del Poder
Legislativo, con 20 de las 23 gobernaciones del país y el 75% de los
alcalde del país. Por la otra parte, está la derecha, que cuenta con una
minoría parlamentaria, 3 gobernadores de 23, y menos del 25% de los
alcaldes. Esta última, se caracteriza por hacer llamados constantes a la
ruptura del hilo constitucional, de amparar el terrorismo, pero además
lleva a cuesta 52 muertos, producto de su llamado a la violencia en
abril de 2013 y febrero de 2014.
Quienes son ellos y nosotros: la derecha viene a ser la misma que hace
12 años promovió y participó en el Golpe de Estado. La misma, que fue
derrotada y llamada al dialogo por el Comandante Hugo Chávez. La misma,
que a finales de 2002, quizás para darle tiempo a su fuerza para el
reacomodo, abandonaron el dialogo y se lanzaron a la aventura del paro
petrolero. La misma que incita la violencia, el odio y el desprecio
entre el pueblo venezolano. Ahora bien, quienes somos nosotros, la
izquierda, somos los mismos que enfrentamos el Golpe de Estado de 2002.
Los que derrotamos el paro petrolero de 2002-2003, los que a una sola
voz decíamos “con hambre y desempleo con Chávez me resteo”. Los mismos
que aguantamos acciones terroristas. Los mismos que ganamos 18 procesos
electorales. Lo mismos que asumimos el fallecimiento de nuestro
Comandante Chávez y le juramos lealtad absoluta hasta el final de
nuestros días. Los mismos que prometimos defender al Presidente Nicolás
Maduro como garantía de la continuidad de la Revolución. Lo mismos que
pudimos salvar nuestras vidas, estudiar, operarnos, defendernos,
dignificarnos, independizarnos, gracias a la revolución.
Por eso, es importante reconocernos, sabemos que sin revolución tenemos
mucho que perder y no estamos dispuestos a entregar la Patria a los
perdedores amparados por Estados Unidos y representantes de la
exclusión, violencia y el terrorismo.
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