domingo, 19 de enero de 2014

¿TLC MERCOSUR-UNIÓN EUROPEA?

Luis Britto García.

Tratado de Libre Comercio en puertas
Caracas se prepara como sede de la XLVI Cumbre del Mercosur. En mi libro América Nuestra: Revolución e Integración (2007) alerté contra  la posibilidad de un  Tratado de Libre Comercio (TLC) Mercosur- Unión Europea, pues dichos acuerdos usualmente benefician a los países desarrollados en detrimento de los menos desarrollados. El plan parece estar en vías de ejecución.

Mercosur y Estados Unidos
Pues si la materia de la integración desigual dentro del Mercosur es delicada, mucho más lo es la posible integración asimétrica del Mercosur con bloques de mayor potencia económica. Esta posibilidad no es descartable. Indicamos que la creación del Alca estaba planeada “a partir de acuerdos regionales y subregionales”, vale decir, no desdeñaba integrar de golpe las alianzas previas construidas laboriosamente en la región. Ello involucraba como objetivo inmediato y prioritario englobar a la Comunidad Andina de Naciones y al Mercosur.

         Tal designio se frustró ante todo por la cuidadosa evaluación que de sus intereses nacionales realizó Brasil, miembro determinante de esta alianza. La Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp),  demostró que Brasil perdería 1.000 millones de dólares por año en su comercio exterior, desde la fecha prevista para la implantación del ALCA. De igual manera, la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi)  concluyó que el ALCA reporta más amenazas que oportunidades para Brasil, ya que acarrearía  una pérdida de mercados dentro del hemisferio para 176 productos exportados por sus empresas, esencialmente  en los sectores manufactureros (máquinas y equipos, autos, papel y celulosa, y productos químicos), como consecuencia de la competencia de EEUU y Canadá. Otro  estudio redactado a petición del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior por investigadores de la Universidad de Campiñas durante la gestión de Cardoso, llegó a  idéntica conclusión: tras examinar 18 cadenas productivas –los sectores que crean 53,1% de la producción industrial, 57% de las exportaciones y 68,4% de las importaciones totales del país- arribó a la conclusión de que  implantar el ALCA aumentaría las importaciones brasileñas y reduciría las exportaciones hacia América Latina, además de ahuyentar las inversiones extranjeras,  promover la “desindustrialización y desnacionalización” económica, e incrementar  el desempleo y la demanda de dólares (Moniz Bandeira 2003,  154). Una vez más, la integración entre miembros desiguales acentuaría las desigualdades. Motivo por el cual, según señala Moniz Bandeira:
En realidad, a Brasil no le interesa participar de áreas de libre comercio con potencias mucho más desarrolladas y poderosas que presentan ventajas estructurales, como EEUU, cuyas empresas multinacionales y megaempresas son las más fuertes del mundo y a favor de las cuales funcionaría el proceso de concentración de la riqueza. La coincidencia produciría efectos destructivos en la industria brasileña, especialmente en los sectores más sofisticados, como bienes de capital, componentes electrónicos, química, electrónica de consumo, software y computadoras, y tendería a desarticular su economía y retrotraerla a una condición agrícola o agroindustrial productora de bienes industriales livianos o tradicionales (Moniz Bandeira 2003, 154).

         Sin embargo, cabe señalar que Estados Unidos logró un acuerdo especial con el Mercosur, llamado “The Rose Garden” o el “Cuatro más uno”, en virtud del cual el primero accede a negociar con el Mercosur colectivamente y no con cada uno de sus miembros, lo cual fortalece a la organización y evita que una presión desmedida pueda forzar la voluntad de alguno de sus integrantes (Viking, Walhalla 2003). Sin embargo, si recordamos las altas proporciones de exportaciones e importaciones  de Brasil con Estados Unidos para 2005 (22,84% y 23,4% respectivamente), debemos aceptar que la posibilidad de emplear el canal brasileño como vía de la entrada irrestricta de las mercancías  estadounidenses en la región  está potencialmente abierta.

Penetración transnacional en el Mercosur
La penetración de los grandes intereses transnacionales en el Mercosur no es una hipótesis, sino una realidad.  La consultora de negocios argentino-brasileña DelloiteTouche/Simonsen afirma en 1994  que el verdadero ámbito de la alianza, “el Mercosur de los negocios”, se reduce a una franja  industrializada cercana a la costa que abarca el Sur del Brasil desde Bello Horizonte, el Sur de Paraguay, Uruguay y el Norte y Centro de Argentina; que abarca el 20% de la superficie total del bloque, sólo comprende 14 de las 500 ciudades de éste, apenas 114 millones de sus habitantes y no más de  579.000 millones de su PBI. De más peso son las observaciones relativas a qué es lo que en realidad se integra. El Secretario de Comercio de Canadá resume la situación con la frase “El Mercosur es el negocio para 17 multinacionales”. Y en efecto, Gilberto Dupas, coordinador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo, determina que el 60% del comercio entre los miembros de Mercosur, que entre 1990 y 1998 aumentó de 4 mil a 20 mil millones de dólares, se debe a compras dentro de cadenas industriales propiedad de multinacionales. Mientras que el citado informe  DelloiteTouche/Simonsen  afirma que de 300 empresas que hicieron negocios entre las fronteras del bloque, 40% eran multinacionales, 36% empresas nacionales grandes y 24% pequeña y mediana industria; pero las llamadas empresas “nacionales grandes” son en realidad parte orgánica de multinacionales o dependen de bancos internacionales (Guerrero 2005, 25-27).

Desnacionalización de la economía del coloso
         Y en efecto, durante el gobierno de ocho años  de Fernando Enrique Cardoso se habría producido en Brasil, una desnacionalización de la economía equiparable a la de otros países latinoamericanos bajo el neoliberalismo. Durante ese período fueron privatizadas las más importantes empresas estatales en energía eléctrica, vialidad, telecomunicaciones y minería, tales como la Vale do Río Doce, muchas veces por transnacionales que usaron para ello los créditos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). Este banco del Estado subsidia generosamente con créditos a tasas reducidas a las empresas automotrices, en su casi totalidad transnacionales, así como a corporaciones quebradas, como la Varig. Paralelamente, el capital extranjero adquirió gran parte de las mayores empresas privadas brasileñas, como la cervecería Brahma. Así, para 1998 encontramos los siguiente porcentajes de control de las transnacionales sobre la producción brasileña: servicios públicos, 14%, telecomunicaciones 78%, alimentos 41%, automotriz 93%, computación 59%, electrónica 34%, farmacéuticos 73%, higiene y limpieza 91%, mecánica 44%, plásticos y caucho 58%. El gobierno de Lula no detuvo estos procesos: permitió que el 46% de las acciones de Petrobras fueran subastadas en la Bolsa de Nueva York.  (Bodas y Neto,  Argenpress, 16-1-2006).

Trato nacional para transnacionales
         Gran parte de estas multinacionales gozan del “trato nacional” gracias a tratados bilaterales de comercio, tratados de promoción y protección de las inversiones y diversas normas internas, y la desregulación aduanera opera entonces, esencialmente, como una facilidad para que grandes conglomerados transnacionales distribuyan sus mercancías y recauden sus ganancias dentro de una enorme zona exenta de aranceles y de normas restrictivas de la repatriación de ganancias y capitales. Ello hace pertinente la advertencia de Domingo Alberto Rangel en el sentido de que “Las transnacionales pueden realizar, ellas sin el concurso de otro factor, la integración del continente si nosotros no tuviéramos la lucidez y la determinación necesarias para emprender y coronar esa obra” (Rangel, cit. en Estévez1998).Todo proyecto de integración ha de ser evaluado en función de aquello que verdaderamente integra.

         Mercosur y Unión Europea
Como correlato de tal expansión de las inversiones desde fuera de la región, así como la Unión Europea avanza por su parte negociaciones para llegar a un acuerdo de libre comercio con la Comunidad Andina de Naciones, también las adelanta para concertar otro con el Mercosur, cuyo primer objetivo consiste evidentemente en disputarle a Estados Unidos el dominio de los mercados latinoamericanos. Agente clave de estas negociaciones es el Mercosur-European Bussines Forum (MEBF), que urge a los gobiernos de la región a profundizar los procesos de privatización, liberalización y desregulación que tanto dañaron sus economías en la década de los noventa, y los presenta bajo la etiqueta del “Acuerdo de la Asociación Interregional”. Para valorar el interés de la Unión Europea en el Mercosur, se debe tener en cuenta  que aquélla es el actor económico primario en el área de éste, tiene la mayor proporción del comercio en él y es responsable por 43% de las Inversiones Extranjeras Directas  (FDI) que fluyen al Mercosur (Torrelli, Corporate Europe Observatory & Transnational Institute, REDES, agosto 2003).
En estas negociaciones los intereses de las partes son transparentes. Mientras la Unión Europea se propone competir con Estados Unidos por los mercados latinoamericanos y los del Mercosur, éste planea acceder a los mercados de productos agrícolas europeos, hasta el  presente resguardados por una red de tarifas y subsidios proteccionistas. No hay que olvidar sin embargo que, según indicamos, fueron las transnacionales europeas las que en su gran mayoría se aprovecharon de los procesos de liberalización económica en el Cono Sur para adquirir compañías nacionales a precio vil, elevar indiscriminadamente las tarifas, aprovecharse de exenciones tributarias y manipular a los políticos mediante sobornos y colaboraciones para las campañas electorales.
Relaciones económicas asimétricas
El patrón de las relaciones comerciales entre la Unión Europea y Mercosur, comprensiblemente, privilegia la exportación por parte de la primera de bienes elaborados de alta tecnología y por parte del segundo de productos agrícolas y materias primas. El acuerdo entre ambos no avanza  mediante consultas a la sociedad civil, sino esencialmente a través de influencias políticas y presiones de las grandes empresas, las cuales presentan al MEBF sus condiciones como una agenda conjunta, siguiendo la práctica de coaliciones industriales inter regionales tales como el Diálogo Comercial Trasatlántico (TABD) o el Foro de Negocios Asia-Europa (AEBF).
         Como en otras instancias, se utiliza ampliamente la negociación bilateral para intentar concertar acuerdos sobre el modelo del TLC, que van mucho más allá de los compromisos ya contraídos con la Organización Mundial del Comercio durante la novena ronda de negociaciones, y que cubren un conjunto de temas muy amplio, desde los productos industriales hasta la agricultura, pasando por los derechos de propiedad intelectual, las políticas de competencia, las inversiones, los servicios, la asistencia del Estado y la resolución de conflictos mercantiles. Las negociaciones avanzan en un clima de reserva, caracterizado por la poca transparencia, con los textos de los proyectos de acuerdos bajo un régimen de secreto y confidencialidad. Así, los miembros alemanes del MEBF tuvieron un papel decisivo en persuadir a los políticos europeos para que dejaran de lado sus divergencias sobre la protección a la agricultura y emprendieran negociaciones conjuntas. Prestaron decisivo apoyo a esta campaña  Jürgen Strübe, antiguo copresidente de TAB y luego presidente de UNICE, junto con Carlos Bulgheroni, de la Corporación argentina Bridas y Roberto Texeira del Banco Sul America de Brasil, quienes impulsaron a los gobiernos de Europa a conceder poderes a la Comisión Europea para desarrollar negociaciones sobre el libre comercio con Mercosur, hasta que en julio de 1999 la Unión Europea accedió a sus principales demandas (Torrelli, Corporate Europe Observatory & Transnational Institute, REDES  agosto 2003).

         La industria alemana y el Mercosur
Pesados intereses impulsan el acuerdo. Las corporaciones alemanas, tales como BASF, Volkswagen, Daimler Chrysler y Siemens son responsables del 10% de la producción industrial en Brasil y por las mayores exportaciones hacia la región. La poderosa Federación Industrial Alemana BDI, que ejerce una decisiva influencia en la política y la economía de dicho país, ha sido determinante en el avance de las negociaciones con Mercosur. Voceros de dicha Federación expresaron que “fortalecer el Mercosur no es de interés sólo para los Estados miembros, sino también una materia de preocupación determinante para la industria alemana en América Latina. Las altas inversiones hechas por las compañías alemanas en los cuatro Estados miembros durante la última década también han sido estimuladas por los signos del surgimiento de un mercado común emergente (“EU-Mercosur Free Trade Negotiations: the position of german industry”, febrero 2002).

Otras voces lanzan un razonado alerta. Luiz Carlos Delben Leite, presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas y Herramientas, afirma ya desde enero de 2004 su preocupación por un posible acuerdo comercial con la Unión Europea, “porque la industria alemana es extremadamente eficiente en los segmentos de máquinas y herramientas, equipamientos para la industria plástica y automatización industrial”. A lo cual añade que “por medio de la simulación de tarifas de importación cero para todos los productos, sin considerar las barreras no tarifarias, llego a la conclusión de que Brasil tendría pérdidas por aproximadamente mil millones de dólares cada año en su saldo comercial”  (Guerrero 2005, 45).

En el mismo sentido, apunta Marcio Pouchmann que para el Mercosur, la mera estrategia de inserción en el comercio internacional, sin  transformaciones creativas en la estructura productiva o mejoras en los indicadores sociales,   aumenta la dependencia externa. Vale decir, “la busca de eficiencia, productividad y calidad mediante el mayor grado de exposición del parque productivo a la economía internacional no parece haber sido adecuada para promover positivamente la rápida y sustentada retoma de las inversiones de largo plazo”, en lugar de lo cual se aprecia “una desorganización intra-sectorial y la formación de una economía de especialización, con serios problemas sociales” (Pochmann 2003, 208).

La sana lógica que considerara los efectos a largo plazo de tal situación   debería hacer  desaconsejable la futura integración plena de Brasil y Argentina y por consiguiente del Mercosur a planes estadounidenses como el Alca, o la absorción por la Unión Europea. El interés nacional, motor invariable del gobierno de Brasil, debería orientar su  política externa hacia la convicción de que la apertura irrestricta a las exportaciones de países altamente desarrollados como Estados Unidos y Canadá o Alemania y de proveedores de mano de obra barata como México barrería con su parque industrial a corto plazo. En tal situación, Argentina perdería también  lo que conserva de sus industrias. Ambos países quedarían reducidos a la exportación de materias primas y a la venta de fuerza de trabajo barata en las maquilas. Pero hemos visto con frecuencia el interés transnacional sobreponerse al  nacional.

Difícil integración con la CAN y la UE
 Venezuela se incorpora al Mercosur como miembro pleno en proceso de adhesión  a partir del 9 de diciembre de 2005. Señalamos que este ingreso aporta al grupo un poderoso elemento energético: en la Cumbre de Montevideo se conviene la formación de un anillo energético para conectar a Argentina, Brasil, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay y Venezuela mediante una red continental de gasoductos, entre los cuales tiene particular relevancia el que uniría Venezuela con Argentina pasando por Brasil.  En el curso de dicha cumbre, asimismo, los presidentes de Venezuela y Brasil acordaron la “piedra fundamental” de una refinería en Pernambuco el 16 de diciembre, la cual tendría capacidad para procesar, 200.000 barriles de petróleo diarios y sería construida en sociedad por las empresas PDVSA y Petrobras, con una participación igual en el costo de 2,5 millardos de dólares. El ingreso de Venezuela también comporta la adquisición por este país de 500 millones de dólares de la deuda de Argentina, lo cual seguramente facilitó a ésta la cancelación de su vencimiento de ese año de 1.500 millones de dólares con el FMI.

 Por otra parte, planteaba problemas  la pertenencia de Venezuela a la CAN, cuyos países miembros están asociados al Mercosur con Acuerdos de Complementación económica. Ello suscitaba el problema de optar entre la aplicación de los sistemas arancelarios de ambas organizaciones. Mercosur aplica una tarifa externa común de 35%, con numerosas excepciones y salvedades, de las cuales sólo Argentina presenta 2.500. La Comunidad Andina de Naciones aplica aranceles externos que oscilan entre 5% y 20%. El embajador Carlos Amorín, director de integración y Mercosur de la Cancillería de Uruguay, señaló que el ingreso de Venezuela impone la necesidad de adoptar una interpretación del artículo 20 del Tratado de Asunción, a cuyo efecto los cuatro ministros de Relaciones Exteriores “aprobaron una reglamentación, más o menos, poniendo etapas temporales y en parte poniendo requisitos obviamente necesarios que deben realizarse o incluso qué instrumento jurídico debe adoptar Venezuela” (Montevideo/AFP-AP: “Cumbre en Montevideo acordó ingreso de Venezuela al Mercosur”; El Nacional, A-22, 9-12-2005). Problemas más graves plantea la adhesión de países de la CAN a Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos o a acuerdos de tal índole con la Unión Europea. Según vimos, el presidente Hugo Chávez Frías equiparó la primera de dichas situaciones a un final de la Comunidad Andina de Naciones, y finalmente retiró a Venezuela del organismo andino. Iguales problemas suscita la suscripción a finales de 2007 de un tratado de libre comercio entre Mercosur e Israel, país estrechamente vinculado a Estados Unidos.

       Gran parte de estas multinacionales gozan del “trato nacional” gracias a tratados bilaterales de comercio, tratados de promoción y protección de las inversiones y diversas normas internas, y la desregulación aduanera opera entonces, esencialmente, como una facilidad para que grandes conglomerados transnacionales distribuyan sus mercancías y recauden sus ganancias dentro de una enorme zona exenta de aranceles y de normas restrictivas de la repatriación de ganancias y capitales. Ello hace pertinente la advertencia de Domingo Alberto Rangel en el sentido de que “Las transnacionales pueden realizar, ellas sin el concurso de otro factor, la integración del continente si nosotros no tuviéramos la lucidez y la determinación necesarias para emprender y coronar esa obra” (Rangel, cit. en Estévez1998).Todo proyecto de integración ha de ser evaluado en función de aquello que verdaderamente integra.
         En tal sentido, cabe manifestar nuestro acuerdo con las conclusiones de Jorge Marchini, quien ante la posibilidad de un Tratado de Libre Comercio Mercosur-Unión Europea afirma:
En forma engañosa suele afirmarse que se trataría sólo de una negociación comercial. No es así, La mayor parte de los temas en discusión son de carácter estructural y comprometen el conjunto de la economía en aspectos críticos tales como: servicios, patentes, propiedad intelectual, compras públicas, inversiones y competencia. La eventual provisión del tratamiento de “nación más favorecida” a los países de la UE, aun si se incluyeran salvaguardas de excepción, vulneraría los muy proclamados objetivos de defender y priorizar el fortalecimiento de empresas regionales y la diversificación de matrices productivas . Aun si continuaran los discursos industrialistas, se inhibirían para los países del MERCOSUR estrategias y políticas públicas elementales de desarrollo ecoómico, utilizadas históricamente también por los países europeos, como ser: la sustitución de importaciones, priorizar el compre nacional, brindar créditos diferenciales para el desarrollo de regiones o sectores nacionales más desfavorecidos. El futuro de nuestros países puede ser completamente comprometido por una mala negociación Negociaciones por un acuerdo Mercosur-Unión Europea (Jorge Marchini - www.aporrea.org
16/01/14 - www.aporrea.org/internacionales/a180164.html)

En conclusión, tan desastrosa para el Mercosur como una integración al Alca, sería la absorción por la Unión Europea. Ojala el interés transnacional no vuelva a sobreponerse  al  nacional y el continental.
 

No hay comentarios: