Toby Valderrama y Antonio Aponte
Un fabuloso profesor, filósofo cubano, que estos vientos revolucionarios acercaron a nuestras playas, del que tuvimos oportunidad de oír sus clases asombrosas, nos dejó un pensamiento de una gran riqueza:“No hay nada más ridículo que pretender propiedad sobre las ideas”. Podríamos deducir de allí:“Para una Revolución no hay nada más peligroso que perseguir a las ideas”, o “la Revolución es, en esencia, un nuevo trato a las ideas”. Veamos.
Previamente, debemos decir que con este profesor comprendimos que la filosofía es definitoria en el rumbo de una sociedad, que sin filosofía no puede haber Revolución. Entendimos por qué el Che se empecinó en estudiar la dialéctica de Hegel y por qué con humildad confesó que varias veces había rebotado, al final no podemos dejar de relacionar sus extraordinarios aciertos políticos y su creatividad con sus estudios filosóficos. Ahora sí, vayamos al Grano.
Las ideas en el capitalismo tienden a ser propiedad privada, se transforman en mercancías. Los cerebros son fábricas y las ideas su mercancía, se someten a la lógica del mercado, se subastan. Encadenadas por las conveniencias del sistema, pierden libertad, son creativas en la medida que no lesionen lo existente. Se cumple en ellas el axioma central del capitalismo: “Si da lucro es lícito, si no da lucro no existe”. El pensamiento es mediatizado por esta lógica capitalista, sólo se permite pensar lo que no cuestiona, lo ensamblado a lo existente. En contraste, lo disidente es perseguido con la fuerza que lo lapida.
Razón tenía el filósofo cubano, pretender propiedad sobre las ideas es contrarrevolucionario, al contrario, dejarlas libres, que vuelen, se mezclen, que crezcan, que nazcan, es revolucionario.
Uno de los bienes más preciados de una Revolución son las ideas. Las ideas tienen vida propia. Nacen y se alimentan de la discusión, en ella los conceptos se comportan como seres vivos: crecen, se multiplican, se afianzan en el mundo material, con él se confunden hasta hacerse uno, se niegan a morir, renacen, se vuelven a encontrar con la mente aún después de siglos de permanecer enterradas. La discusión, junto al trabajo, estuvo, sin duda, en los primordios de la humanización del mono, en la transformación del mono en hombre. La cultura es hija de la discusión, de la crítica. El lenguaje se justifica por ser instrumento de la discusión.
Es difícil imaginar, desde estos tiempos, cómo será la humanidad de luminosa cuando consiga liberar al mundo de las ideas de las reglas del mercado. La explosión de creatividad, el estallido cultural, será de tal magnitud que las generaciones futuras entenderán perfectamente lo que Marx quiso decir cuando calificó estas épocas de prehistoria.
El reto es grande: fundar una nueva manera de entender las ideas que nos permita una discusión rica, hasta ahora desconocida. Una idea lanzada al crisol de la discusión, sin propietario a quien atarla, que obligue a rebatirla o aceptarla con otras ideas, con argumentos, con pruebas históricas, ésa será sin duda la base de la nueva sociedad, impulsora de un nuevo mundo.
No es tarea fácil desmercantilizar las ideas. Sin embargo, hacerlas parte de esa propiedad de la humanidad, que es la discusión, es condición imprescindible para la Revolución.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!
Un fabuloso profesor, filósofo cubano, que estos vientos revolucionarios acercaron a nuestras playas, del que tuvimos oportunidad de oír sus clases asombrosas, nos dejó un pensamiento de una gran riqueza:“No hay nada más ridículo que pretender propiedad sobre las ideas”. Podríamos deducir de allí:“Para una Revolución no hay nada más peligroso que perseguir a las ideas”, o “la Revolución es, en esencia, un nuevo trato a las ideas”. Veamos.
Previamente, debemos decir que con este profesor comprendimos que la filosofía es definitoria en el rumbo de una sociedad, que sin filosofía no puede haber Revolución. Entendimos por qué el Che se empecinó en estudiar la dialéctica de Hegel y por qué con humildad confesó que varias veces había rebotado, al final no podemos dejar de relacionar sus extraordinarios aciertos políticos y su creatividad con sus estudios filosóficos. Ahora sí, vayamos al Grano.
Las ideas en el capitalismo tienden a ser propiedad privada, se transforman en mercancías. Los cerebros son fábricas y las ideas su mercancía, se someten a la lógica del mercado, se subastan. Encadenadas por las conveniencias del sistema, pierden libertad, son creativas en la medida que no lesionen lo existente. Se cumple en ellas el axioma central del capitalismo: “Si da lucro es lícito, si no da lucro no existe”. El pensamiento es mediatizado por esta lógica capitalista, sólo se permite pensar lo que no cuestiona, lo ensamblado a lo existente. En contraste, lo disidente es perseguido con la fuerza que lo lapida.
Razón tenía el filósofo cubano, pretender propiedad sobre las ideas es contrarrevolucionario, al contrario, dejarlas libres, que vuelen, se mezclen, que crezcan, que nazcan, es revolucionario.
Uno de los bienes más preciados de una Revolución son las ideas. Las ideas tienen vida propia. Nacen y se alimentan de la discusión, en ella los conceptos se comportan como seres vivos: crecen, se multiplican, se afianzan en el mundo material, con él se confunden hasta hacerse uno, se niegan a morir, renacen, se vuelven a encontrar con la mente aún después de siglos de permanecer enterradas. La discusión, junto al trabajo, estuvo, sin duda, en los primordios de la humanización del mono, en la transformación del mono en hombre. La cultura es hija de la discusión, de la crítica. El lenguaje se justifica por ser instrumento de la discusión.
Es difícil imaginar, desde estos tiempos, cómo será la humanidad de luminosa cuando consiga liberar al mundo de las ideas de las reglas del mercado. La explosión de creatividad, el estallido cultural, será de tal magnitud que las generaciones futuras entenderán perfectamente lo que Marx quiso decir cuando calificó estas épocas de prehistoria.
El reto es grande: fundar una nueva manera de entender las ideas que nos permita una discusión rica, hasta ahora desconocida. Una idea lanzada al crisol de la discusión, sin propietario a quien atarla, que obligue a rebatirla o aceptarla con otras ideas, con argumentos, con pruebas históricas, ésa será sin duda la base de la nueva sociedad, impulsora de un nuevo mundo.
No es tarea fácil desmercantilizar las ideas. Sin embargo, hacerlas parte de esa propiedad de la humanidad, que es la discusión, es condición imprescindible para la Revolución.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!
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