Antonia Muñóz.
En mi opinión de maestra y madre, una de las causas de la delincuencia y de la violencia es la disfunción de los hogares por razones y con manifestaciones diversas. No puede ser casualidad que la mayoría de las personas violentas y que cometen delitos procedan de hogares disfuncionales, que no es sinónimo de hogares pobres. Aunque ese sería otro tema, me permito recordar que el dinero no sustituye la presencia de unos padres amorosos, respetuosos y amigos de sus hijos. Los mejores padres no son los que proveen más y mejor comida, vestido, juguetes y techo. Además de eso, los buenos padres ofrecen y enseñan a sus hijas e hijos: amor, respeto, amistad, buenos hábitos… En oportunidades me ha asaltado la duda de si muchos cambios que se fueron introduciendo paulatinamente en la educación venezolana no se hicieron con la aviesa intención de trastocar o torcer nuestros patrones de conducta hacia el irrespeto, la intolerancia, la corrupción, la violencia. Recuerdo que con bastante insistencia se deslizaba la idea en relación de que a las y los niños, ni siquiera se les podía mirar con ojos de censura porque eso causaba trauma en éllos.
Que nadie piense que porque soy educadora de la “vieja guardia”, simpatizo con dar palmetazos, arrodillar sobre semillas o poner orejas de burro a los escolares para disciplinarlos. Nunca creí en eso de que las letras entran con sangre. Sin embargo, si creo en la enseñanza que nos ofrece el Libro de los proverbios: INSTRUYE AL NIÑO EN SU CAMINO, Y AÚN CUANDO FUERE VIEJO NO SE APARTARÁ DE EL”. “EL BUEN PADRE CORRIGE A SU HIJO A TIEMPO”, pero teniendo presente una enseñanza que también es bíblica: “CORRIGE A TU HIJO MIENTRAS PUEDAS HACERLO, PERO NO VAYAS A MATARLO A CAUSA DEL CASTIGO”. Una vez más les recuerdo a quien pueda interesar, sobre todo a las iglesias, la segunda carta de Timoteo 3:16-17: “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir (reprender), para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Nos preocupa y debemos ocuparnos de analizar la participación de púberes y adolescente en la comisión de delitos, muchas veces en crímenes que muestran una inusitada saña. Debemos hacer un enjundioso análisis sobre cómo manejar los casos de la participación de los menores de edad en hechos de violencia. Estas criaturas, en muchas oportunidades son captadas por adultos como escudos protectores, al usarlos como una manera de eludir la justicia, a sabiendas de que por ser menores de edad tienen una legislación que los protege como tales. En ningún momento se está sugiriendo que sean recluidos con delincuentes y como delincuentes adultos porque sería terminar de desgraciarle la vida. Sin embargo, está prohibida la impunidad aunque sean menores! Adicionalmente, y de extrema importancia, está prohibido privarlos de libertad y no ofrecerles una atención especializada que comience por desentrañar la vida que llevó desde su concepción y durante su niñez, donde probablemente subyacen las causas que lo arrojaron al mundo de la violencia y la criminalidad.
En relación a lo anterior, atender a los niños y adolescentes infractores sin hacer lo propio con las familias de las cuales proceden, garantiza la reincidencia; porque eso es equivalente a tratar de resolver un problema atacando las consecuencias, pero no su origen. El objetivo es que durante la reclusión, la mente y el alma de las y los adolescentes sean sanadas, se le enseñe un oficio para el cual tenga vocación que le permita trabajar dignamente, y así lograr su reinserción social. Sin embargo, si regresa al seno de una familia penetrada y resquebrajada por el alcohol, las drogas, la prostitución o el delito, irremisiblemente volverá a caer en el charco de los vicios y la transgresión de las leyes.
Pensando en los orígenes de la delincuencia, necesariamente tenemos que volver al hogar, ámbito de crianza que puede ser el mejor refugio para las y los niños, pero también un sitio desagradable y de sufrimientos. Lamentablemente hay padres y padrastros maltratadores: la violencia de algunos padres y padrastros puede ir desde la violencia verbal a la física, incluyendo en esta última, palizas y abusos sexuales. En estos casos los padres pueden pecar por acción o por omisión. ¿Cuántos niños y niñas son empujados por sus padres biológicos o padrastros a mendigar, robar o prostituirse para contribuir al sustento de la familia? Los niños maltratados y abusados tienden a irse a la calle, donde muchas veces continúan siendo maltratados, abusados, o cuando menos, mirados con recelo y desconfianza. ¡Quien ha sido maltratado y abusado tiene mucha probabilidad de ser una persona triste, resentida o violenta! Si lo que alguien tiene por dentro es rabia, no podemos esperar que sea amable, respetuoso, compasivo o misericordioso! Simplemente, nadie puede dar lo que no tiene! No estoy justificando la delincuencia, sólo estoy tratando de explicar un problema de todas y todos!
Finalmente, por ahora, en esta lista de “colaboradores” a la violencia y delincuencia infantil y juvenil, está la “niñera cabeza cuadrada”. ¡Cuántos vicios y desviaciones aprenden nuestras niñas y niños a través de la televisión; niñera que cuida a nuestros hijos durante varias horas al día. Hoy no hay espacio para pormenorizar cuanta violencia, consumismo, malos hábitos alimenticios e irrespeto, enseña la televisión venezolana a nuestras niñas y niños! Ojalá los dueños de Medios y muchos de sus empleados entiendan y acepten que éllos son partes del problema y de la solución. Ese es el mensaje que les está enviando el gobierno bolivariano. CHÁVEZ VIVE, LA LUCHA POR LA PATRIA SIGUE!
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