Por Amaury González Vilera*
Cuando el Comandante Chávez hizo aquella reflexión en la que nos pidió que no nos engañáramos, recordándonos que la economía venezolana seguía siendo no solo capitalista, sino rentista, hizo algo así como “bajarle dos” al idealismo exacerbado de algunos sectores cuya realidad teórica parece sin duda predominar sobre la realidad social concreta. Seamos idealistas, pero sin ingenuidad.
Tal dosis de realismo se emparenta con otra reflexión, esta vez de Fidel Castro, en la que el revolucionario afirma o, reconoce, que uno de los mayores errores históricos que cometieron fue pensar que alguien sabía cómo se construía el socialismo. Nos parece que el Comandante Fidel, con ese pensamiento quiso enviar un mensaje de humildad para los que hoy pensamos y trabajamos por transformar la sociedad capitalista, en Venezuela y en otras naciones hermanas. Sin embargo, indistintamente de la complejidad que implica la construcción de una nueva sociedad en nuestro mundo contemporáneo, hay una reflexión, esta vez del Che, que no parece haber perdido vigencia: esa nueva sociedad no se construye con las armas melladas del capitalismo.
Decimos que no parece haber perdido vigencia, porque ¿Será posible construir el socialismo desde el mercado, el Estado y la empresa capitalista? El modelo chino pareciera estar señalando ese derrotero. Pero ¿Estaríamos hablando de socialismo, o de una transición a largo plazo de crecimiento y expansión capitalista, que conduciría, dadas las circunstancias, hacia un nuevo modelo de socialismo?
En Venezuela, el año 2013 sirvió no solo para que entendiéramos mejor nuestra economía rentista, predominantemente exportadora, sin burguesía productiva, sino también para comprender la estructura de la profunda distorsión económica, si bien podemos llamarla robo descarado, que imperó históricamente en todos los sectores de la economía. Esta distorsión, con todos sus perversos mecanismos materiales y simbólicos generadores de complicidades, y apoyados además en un sistema de creencias funcional ―en el mejor de los casos― se reveló como un formidable obstáculo para el propósito de construir el socialismo.
La guerra económica iniciada por la burguesía a finales de 2012, y que ha practicado siempre la burguesía, produjo una movilización histórica del Gobierno bolivariano y las comunidades organizadas, que demostrando una auténtica voluntad política, generó la determinación de combatir y superar el comercio especulativo, propio del rentismo petrolero y de otros factores sociopolíticos, históricos, si recordamos que la renta logró impregnar con su espesa abundancia desde actitudes y comportamientos individuales y sociales, hasta nuestra gastronomía y la forma y tamaño de nuestras casas. Todo lo anterior hizo que nos preguntáramos, a parte los discursos y las utopías, si en Venezuela no era necesario “enseriar” nuestro capitalismo para, a partir de ahí, avanzar hacia cualquier otro objetivo, sea la Luna, Marte, o el socialismo.
Atilio Borón, América latina y el “capitalismo serio”
Evidentemente, cuando el presidente Maduro habla de la necesidad de “sanear nuestra economía”, de superar el rentismo petrolero, de corregir las distorsiones económicas y superar nuestros problemas estructurales, bien definidos por los teóricos de la dependencia, se refiere indudablemente a la necesidad de “enseriar” nuestro capitalismo. Esto quiere decir, por ejemplo, crear las condiciones jurídicas y políticas para ajustar los márgenes de ganancia de nuestra dinámica económica, a niveles normales propios de cualquier capitalismo desarrollado. Llevarlos de los niveles de bochinche que imperaron históricamente a niveles “serios”. Definitivamente, nuestro capitalismo es el menos serio de los que hay en el mundo, y puede que sea precisamente por eso sea viable construir un modelo socio-económico distinto, que enriquezca a ser humano y no a la ciega máquina del capital.
Este tema, nos recuerda el análisis sobre geopolítica latinoamericana hecho por el sociólogo argentino Atilio Borón, en el marco del seminario de tres días realizado en el Teatro Teresa Carreño, luego de que se alzara ganador de la última edición del Premio Libertador al Pensamiento Crítico. En esa oportunidad, el escritor hizo una análisis interesante sobre los diversos bloques de países que integran la región, desde una perspectiva político-ideológica:
a) Una revolución consolidada, Cuba
b) Países de centro izquierda: Argentina, Brasil y Uruguay
c) Países bolivarianos: Agrupados en el Alba, plantean un reformismo radical
d) Países de derecha: Agrupados en la Alianza del Pacífico
b) Países de centro izquierda: Argentina, Brasil y Uruguay
c) Países bolivarianos: Agrupados en el Alba, plantean un reformismo radical
d) Países de derecha: Agrupados en la Alianza del Pacífico
A partir de esta clasificación, Borón dice que los países bolivarianos se distinguen por dos cosas: se plantean la construcción del socialismo como objetivo político y en ellos se presenta una lucha frontal entre la clase dominante y el Estado.
De otro lado, en los países de centro-izquierda, se plantea un “capitalismo serio” y la confrontación se da entre los representantes de la clase dominante (No la clase propiamente dicha) y el Estado. Es decir, sería una confrontación más declarativa, más mediática que otra cosa. Recuerdo al autor discurriendo sobre la realidad argentina, en la que la clase dominante está brincando en una pata de lo contenta, aunque de cara a los medio se plantee una “confrontación” con la dirigencia política.
Algo similar ocurre en Brasil. Cuenta el autor de América Latina en la Geopolítica del Imperialismo, que la Asociación Bancaria de Brasil, la que agrupa a la banca más poderosa de ese país, le mandó a hacer a Lula Da Silva una estatua en la plaza de una de sus sedes principales, como homenaje a un presidente que hizo que la banca de su país obtuviera estratosféricas ganancias, como nunca antes en su historia. Ambos ejemplos los coloca el autor para hablar del ya famoso “capitalismo serio”.
De acuerdo a la clasificación, Venezuela se ubica en el grupo de los países bolivarianos, lo cual es indiscutible. Segundo, en nuestro país está planteada la construcción del socialismo, bien, correcto. Ahora bien, ¿Existe una lucha frontal entre la clase dominante y el Estado? Más frontal que en Argentina y Brasil, bien, pero ¿La banca y la burguesía comercial venezolanas no tendrían razones para mandarle a hacer una estatua a Chávez, por haberles hecho obtener históricas y jugosas ganancias en los últimos años? Es verdad, de otro lado, que esas ganancias las han obtenido en el contexto de un capitalismo parásito, rentista, para nada serio, como ya hemos dicho. Esto impide, por lo que entendemos a Borón, incluir a Venezuela entre los países de Centro-izquierda que promueven el capitalismo toda seriedad.
Así las cosas, parece estar fuera de discusión que Venezuela debe sanear su economía, diversificándola, al tiempo que debe reeducar a una población que consume como las mejores. Queda entonces el debate sobre el socialismo, en un contexto donde la práctica siempre estuvo por delante de la teoría, y donde los ataques y acosos permanentes de los enemigos internos y foráneos de la Revolución bolivariana, mantuvieron siempre el proceso político enfocado en las luchas coyunturales, electorales, políticas, económicas. Pero eso, al fin, parece estar cambiando.
El riesgo, como se podrá intuir, es que la industrialización y la configuración de un capitalismo productivo, con reglas mínimas respetadas por todos los actores, en la auspiciosa vía de la entrada de Venezuela al Mercosur, aleje las metas del nuevo modo de vida socialista, el alto propósito de los países del Alba. En esta vía, los factores mediáticos, educativos, subjetivos, a propósito de la reciente reunión Gobierno-Televisoras, siguen siendo centrales en la construcción de la nueva sociedad.
Finalmente, si lo vemos desde al ángulo de “las dos corrientes”, tendríamos que el debate está planteado entre los que piensan que hay que avanzar sobre la escala de valores existente y predominante, sin formar al hombre nuevo pues, y los que son de la convicción de que el socialismo democrático humanista del siglo XXI necesita una escala de valores distinta, un hombre y una mujer matinal, lo cual implica un desafío formidable, el camino de mayor resistencia y por tanto el más fácil, el más susceptible de postergación.
Esto es así en la medida en que nuestro desafío ―así lo indica, por ejemplo, el estado de producción de contenidos audiovisuales en el país, necesario para combatir los anti-valores de la violencia funcionales al capitalismo― expresa la necesidad de liberar el poder creativo que sabemos que tenemos, cualidad necesaria para consolidar los nuevos modos de vida y organización social que comienzan a perfilarse en el país, y que determinarán el desarrollo de la patria en los próximos 100 años.
Conclusión: “enseriar” nuestro capitalismo debe ser nuestra prioridad. Y si una nueva moral y unas nuevas luces iluminan nuestra práctica, el socialismo vendrá por sus propios pasos.
* Director del Proyecto PoderEnLaRed.com
@maurogonzag
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