Mariadela Linares.
Por normas del periódico tengo que entregar estas líneas con tres días de anticipación a su publicación, por lo que no sé si en la marcha de ayer se rompieron vidrios o se ocasionaron los destrozos que previó Maduro, si Leopoldo López continuó con su actitud provocadora, si Capriles siguió en su papel de víctima o si el señor Aveledo se dio por aludido frente a los señalamientos que comentara la diputada Machado, en conversación con un amigo.
Lo lamento porque todos esos son temas para opinar. En el mejor de los casos, esperamos que este domingo llegue de la forma más normal posible.
Hace ya cuatro meses vivimos una especie de suspenso. Desde la muerte de Chávez, el menos imaginado de los escenarios políticos, andamos cargando con una desagradable sensación de irrealidad; uno se acuesta sin saber qué pasará al día siguiente. Aunque el Gobierno ha continuado su curso, aparentemente con bastante éxito, no ha habido espacio para el descanso ni mucho menos para la reflexión de lo que nos ha acontecido. Seguimos embarcados todos en una guerra sin fin que no sabemos a dónde conducirá.
Los conspiradores continúan en su empeño, ahora con más frenesí porque se sienten con mayores oportunidades. Pero no tienen el camino fácil. No cuentan con apoyo popular, ni tampoco con liderazgos creíbles. A los estudiantes los han embarcado en una aventura donde ellos son los únicos perdedores. Viene julio y con él las vacaciones, el fin de todas las huelgas porque en este país nadie se toma en serio sus responsabilidades, ni siquiera para protestar. Ya veremos cómo se levantan las pancartas, se recogen los peroles y todo el mundo a la playa. Habrán perdido ellos y el país que subvenciona su educación.
El jueves fue el Día del Periodista y, aparte de alegrarnos por el justo reconocimiento a Chávez como el más extraordinario comunicador que hemos conocido, de resto no había mucho que aplaudir. Aquí se dejó de hacer periodismo hace rato. Algunos periodistas son hoy exitosos anunciantes y los medios están pasando progresivamente a manos de empresas ajenas a la profesión. Nada que celebrar y sí mucho por lo cual temer y preocuparse. Esperemos que las incertidumbres se vayan quedando en el camino.
Mlinar2004@yahoo.es
Lo lamento porque todos esos son temas para opinar. En el mejor de los casos, esperamos que este domingo llegue de la forma más normal posible.
Hace ya cuatro meses vivimos una especie de suspenso. Desde la muerte de Chávez, el menos imaginado de los escenarios políticos, andamos cargando con una desagradable sensación de irrealidad; uno se acuesta sin saber qué pasará al día siguiente. Aunque el Gobierno ha continuado su curso, aparentemente con bastante éxito, no ha habido espacio para el descanso ni mucho menos para la reflexión de lo que nos ha acontecido. Seguimos embarcados todos en una guerra sin fin que no sabemos a dónde conducirá.
Los conspiradores continúan en su empeño, ahora con más frenesí porque se sienten con mayores oportunidades. Pero no tienen el camino fácil. No cuentan con apoyo popular, ni tampoco con liderazgos creíbles. A los estudiantes los han embarcado en una aventura donde ellos son los únicos perdedores. Viene julio y con él las vacaciones, el fin de todas las huelgas porque en este país nadie se toma en serio sus responsabilidades, ni siquiera para protestar. Ya veremos cómo se levantan las pancartas, se recogen los peroles y todo el mundo a la playa. Habrán perdido ellos y el país que subvenciona su educación.
El jueves fue el Día del Periodista y, aparte de alegrarnos por el justo reconocimiento a Chávez como el más extraordinario comunicador que hemos conocido, de resto no había mucho que aplaudir. Aquí se dejó de hacer periodismo hace rato. Algunos periodistas son hoy exitosos anunciantes y los medios están pasando progresivamente a manos de empresas ajenas a la profesión. Nada que celebrar y sí mucho por lo cual temer y preocuparse. Esperemos que las incertidumbres se vayan quedando en el camino.
Mlinar2004@yahoo.es
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