Roberto Hernández Montoya
Admiro a Henrique Capriles y a María Corina. No sé cómo llaman en antropología el asco étnico o la grima étnica. Es decir, la repulsión que un grupo humano —nación, clase, casta, pueblo, estirpe, tribu…— produce en un grupo rival. Como señalaba Claude Lévi-Strauss, que sí sabía de esto, los grupos humanos piensan que muchas gentes exóticas o clases sociales en conflicto huelen mal, comen bodrios, bailan sones desafinados, hablan lenguas horribles, visten trapos grotescos, adoran dioses falsos, etc.
Por eso me fascina ver a Capriles y a María Corina adulando a grupos humanos por los que las clases altas venezolanas siempre han sentido aversión, aborrecimiento, repugnancia, desprecio, repulsión y no pocas veces náuseas, bascas, arcadas, ansias, asco, grima, uf, qué niche, gorda. Para los encopetados del mundo entero y de todos los tiempos los pobres son como los nombra la magistral película de Ettore Scola: Sucios, feos y malos (Bruti, sporchi e cattivi). Por eso MariCori se limpió la cara de un beso de mujer pobre. Fue su reflejo franco, que se le escapó inadvertidamente, como pasó a Manuel Rosales cuando besó a la mujer de la Tarjeta Mi Negra. Hay vídeos.
Así será su ansiedad de poder que acuden a recursos tan extremos…
Capriles no ha llegado a limpiarse, supongo que parte de su entrenamiento es no incurrir en el desatino de desinfectarse en público. Pero le ocurren accidentes de igual gravedad, como hablar de «empanadas con carne adentro» cuando cualquiera en Venezuela dice «empanada de carne». O llamar «suapara» a la popular sapoara. Confunde Chivacoa con Coquivacoa. Y otras torpezas. Tal vez no es que es bobo sino poco familiarizado con los usos y costumbres populares en Venezuela. Aunque suponer que un submarino tiene telescopio y no periscopio me hace dudar de sus luces, porque eso no es cultura específica venezolana sino universal que sabe cualquier infante de Canaimita.
Pasa porque por primera vez la oligarquía pretende tomar el poder directamente, sin la mediación de José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, los adecos, los copeyanos… Los adecos, por ejemplo, entregan todo a la burguesía, pero saben decir sapoara, degustar un exquisito pastel de morrocoy o un refinado boflóhttp://j.mp/QpPqiR. Ahora la burguesía va directo a la yugular, pues se cansó de compartir el botín con esa pila de balurdes.
Por eso repudian a la militancia adeca en los actos del candidato. Es de suponer lo que harán con todo lo que no sea Primero Justicia si llegan a ganar las elecciones. En el mejor de los casos habría exclusión, si no maldades peores, como las golpizas a los medios públicos o a los barrios pobres. Lo hacen apenas tienen poder.
En Rio de Janeiro el vecindario de las favelas organiza excursiones intrépidas http://www.favelatour.com.br/. Turismo de aventura http://j.mp/NyTfMX. Tal vez Capriles debiera darse un paseíllo por Rio, como hizo Eduardo Fernández cuando durmió en un rancho, tan simpático; o como hacía el aristócrata presidente francés Valéry Giscard d’Estaing cuando cenaba con pobres. Luciría más natural su demagogia. Aunque ya es tarde. Desde antes de nacer.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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