MARIADELA LINARES
Con apoyo de su oponente, Chávez les dará la estocada final a los adecos y a los copeyanos el próximo domingo.
Con apoyo de su oponente, Chávez les dará la estocada final a los adecos y a los copeyanos el próximo domingo. En el 98 los obligó a replegarse. Del desbarajuste de la derecha de entonces nació una serie de micropartidos, creados por los que brincaron la baranda antes que las naves se hundieran.
Pero poco han podido. Con un barniz de juventud, manitas blancas, modales finos, saltaron a la palestra los lechuguinos y los petimetres convertidos en heroicos “justicieros”, con un aire más de socialcristianos que de otra cosa. Y fueron estos, víctimas en principio de la subestimación blanca, quienes terminaron de echarles la última palada.
Ni adecos ni copeyanos, ni los que se les parecen, figuran en las fotos de la campaña. Los tratan como pesado fardo que más es lo que resta que lo que aporta. Y están en lo cierto. Hoy en día resulta una raya retratarse con ellos, más aún cuando el candidato intenta presentarse como una opción renovadora, aunque su propuesta tenga el mismo signo de antaño. Pero campaña es campaña, y el país distinto que somos hoy obliga a disfrazarse de algo que se parezca más a Chávez y menos a la época cuando casi nos llevó a la quiebra.
Sin embargo, uno no deja de preguntarse qué sentirán en el fondo esa cantidad indeterminada de corazones adecos, que seguirán siéndolo hasta el fin de sus días, tal como lo sentenció el hombre aquel, cuando se ven tan descaradamente despreciados. Eso debe doler.
Chávez, consciente como siempre de la importancia histórica del proceso que protagonizaremos el domingo, ha instado a los suyos a desarrollar la campaña perfecta para lograr la victoria perfecta. No le falta razón. Esta no es una elección cualquiera. Está en juego el futuro del proyecto que lidera y, también, la posibilidad de barrer con cualquier rastro de nuestro ayer. Gracias a los otros por la ayudita.
mlinar2004@yahoo.es
Ni adecos ni copeyanos, ni los que se les parecen, figuran en las fotos de la campaña. Los tratan como pesado fardo que más es lo que resta que lo que aporta. Y están en lo cierto. Hoy en día resulta una raya retratarse con ellos, más aún cuando el candidato intenta presentarse como una opción renovadora, aunque su propuesta tenga el mismo signo de antaño. Pero campaña es campaña, y el país distinto que somos hoy obliga a disfrazarse de algo que se parezca más a Chávez y menos a la época cuando casi nos llevó a la quiebra.
Sin embargo, uno no deja de preguntarse qué sentirán en el fondo esa cantidad indeterminada de corazones adecos, que seguirán siéndolo hasta el fin de sus días, tal como lo sentenció el hombre aquel, cuando se ven tan descaradamente despreciados. Eso debe doler.
Probablemente, la factura interna la pasarán después del domingo, porque si a la gente de Primero Justicia le costó un mundo fabricar un candidato, mucho más le será inventar liderazgos locales para las próximas elecciones regionales. Y ahí es cuando se verán las caras con las vetustas maquinarias adeco-copeyanas esperándolos en la bajadita.
Chávez, consciente como siempre de la importancia histórica del proceso que protagonizaremos el domingo, ha instado a los suyos a desarrollar la campaña perfecta para lograr la victoria perfecta. No le falta razón. Esta no es una elección cualquiera. Está en juego el futuro del proyecto que lidera y, también, la posibilidad de barrer con cualquier rastro de nuestro ayer. Gracias a los otros por la ayudita.
mlinar2004@yahoo.es
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