viernes, 14 de septiembre de 2012

Serenata con loro.

Carola Chávez




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Ayer, en una rueda de prensa, contaba mi Presi la fuga de uno de sus loros. Se trata de un loro que le regaló una señora, un loro que decía: ¡Viva Chávez!. Un loro que desde que llegó a Miraflores estuvo calladito, no decía ni pío, ni ¡Viva Chávez!, ni nada.
Hace unos días el loro se fue volando. Se fugó de su jaula. Lo buscaron por todos lados pero el loro no estaba. Ayer apareció “En el árbol que está frente ahí a Miraflores, dentro de Miraflores, un árbol grande que está ahí, donde está el helipuerto, ahí se ahí se encaramó, ahora anda acompañado con dos loros más, buscó escoltas… Buscó escolta, no se sabe si es una novia que tiene, o dos novias, no se sabe. Pero lo cierto es que él ahora sí canta, está arriba del samán escoltado por dos loros, y viva Chávez, viva Chávez, y dice no sé cuántas cosas, está libre el loro, hay que dejarlo quieto… déjenlo quieto…”
Hablaba de libertad, mi Presi, y su voz era la de un muchacho enamorado, un amor que se desbordaba de sus ojos. Ojos chiquitos, mirones y tan decidores…
Hablaba de amor, de un amor colectivo que alcanza a todos, hasta a un loro que no se quiso ir. Hablaba de su razón de ser, de su vida, de su circunstacia.
“Entonces no se trata de Chávez, Chávez no ha sido sino una circunstancia… Como dice la canción… amor, lo nuestro sólo fue casualidad la misma hora, el mismo boulevard… .. ¡Ese ha sido Chávez! Yo no tuve la culpa de haber nacido en 1954 a pocos días de Dien Bien Phu o al mismo tiempo que los aviones yanquis bombardeaban Ciudad Guatemala para sacar a Jacobo Arbenz o pocos meses después de que Fidel, Raúl, el Che y no sé cuántos más asaltaron al cuartel Moncada, locos de patria. No tengo la culpa, yo he podido nacer 100 años antes o ayer, yo no pedí ni siquiera venir a este mundo pues, todo fue casualidad la misma hora, el mismo boulevard ¿eh? Yo no pedí entrar en la Escuela Militar, me costó bastante por cierto me costó bastante ¿ah? Tribilín, el zurdo Tribilín que quería ser el Látigo Chávez, la misma hora, el mismo boulevard ¿eh? Y luego no tuve la culpa yo del golpe de Estado en Chile y aquel brigadier que era de 18 años y aquellos jóvenes, no tuve la culpa de ser soldado. Yo no escogí este camino, decía Simón Bolívar allá en Angostura, nuestro Padre Libertador, “No he sido más que una débil paja arrastrado por un huracán…” el huracán revolucionario.
Yo no tuve la culpa del fracaso estruendoso del Pacto de Punto Fijo ¿eh? ¿Échame la culpa mí? No tuve la culpa del 4 de febrero, mucho menos del Caracazo, lo vi con estos ojos desde allá del Palacio Blanco cuando comenzaba la explosión y después por ahí por el Silencio salí y vi aquel desastre y yo soy hijo del huracán… la misma hora, el mismo boulevard. Sólo que algunos se niegan de manera pero irracional a reconocer esto y cuando digo Chávez no… Ya estoy yendo más allá de este cuerpo y de esta alma que está aquí. Nosotros somos hijos de un huracán, nosotros surgimos a la historia venezolana producto de la crisis profunda y la catástrofe del Pacto de Punto Fijo, el desmoronamiento de un país pues, el país se desmoronó… En fin, 20 años, no es nada, la misma hora, el mismo boulevard…”
Y sigue cantando:
si alguna vez nos vemos por ahí,
Invítame un café y hazme el amor
Y si ya no vuelvo a verte
Ojalá que tengas suerte
Ya lo ves, la vida es así
Tú te vas y yo me quedo aquí…
“¡Ah malaya! una guitarra, compadre, y una ventana, y una muchacha
bonita y una madrugada” -Sonrieron los ojos de Tribilín que, quizá sin
saberlo, nos acababa de regalar una hermosa e inolvidable serenata: una
serenata con loro.

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