MARIADELA LINARES
La suscrita dejó de creer en la Iglesia desde que comprendió, ayudada por una hermana mayor, lo que un viejo cura, morboso y asqueroso, quería decir cuando le preguntaba libidinosamente, en el confesionario, si tenía pensamientos sobre “cositas malas”.
Era apenas una niña. Pero el golpe caló hondo, tanto así que ni las súplicas maternas acerca de las bondades del catolicismo pudieron contra el descreimiento sembrado a temprana edad.
Esta semana murió un educador que una vez fue cura: Martín Zapata. En alguna ocasión tuvimos la oportunidad de compartir con él en una charla y conservamos el grato recuerdo de una persona que había escogido el camino del seminario, y se desvió de él cuando entendió que no es cierto que la Iglesia se preocupa por los más necesitados. Fue rector de la Universidad Católica Santa Rosa y un infarto se lo llevó tempranamente.
Mayor aun que la sorpresa ante la desagradable noticia fue el destape que la misma provocó en un señor que fue colega de Zapata, pero a quien obviamente se le fundieron la solidaridad y la misericordia que se supone caracteriza a quien viste de sotana, y que corrió a expresar en Twitter su regocijo ante la pérdida. Pedro Palmar, sacerdote que solía coquetear con el chavismo pero que se molestó con Chávez porque no le dio audiencia, escribió textualmente tres mensajes. El primero decía: “Murió el exsacerdote chavista que le arrebató a la Iglesia la sede del Seminario Santa Rosa de Lima en Caracas”. No contento con ello, escribió seguidamente: “Que allá arriba lo reciban con la misma alegría que de aquí lo enviamos (adagio maracucho)”, y remató con: “Ahora vamos por el rescate de la sede del Seminario Santa Rosa como cuna sacerdotal del clero venezolano del siglo XX”. Huelgan los comentarios acerca de la dimensión moral y humana de alguien que se expresa así de un muerto.
Los destemplados y “piadosos” comentarios de Palmar se parecen a los de Roberto Lückert, arzobispo de Coro, quien calificó hace semanas como misión “piernas abiertas” a la de Hijos e Hijas de Venezuela, que quiere amparar a las madres solteras y a las adolescentes embarazadas. Este tipo de sujetos es de la misma calaña de aquellos colegas suyos que en el Vaticano esconden los archivos sobre pedofilia para que el mundo siga sin enterarse de las vagabunderías de muchos curas que sacian sus apetitos sexuales en niños, pero siguen apareciendo como célibes. Asco.
El Dios en el que creemos debe estar consternado ante tanta indignidad. Si las iglesias tienden a convertirse en instrumentos de manipulación y atraso, la católica se cuenta entre las más descaradas. Obliga a sus seguidores a llamar “su santidad” a quien no lo es, convierte en beatos a auténticos criminales de guerra, ha saqueado milenarias culturas a lo largo de la historia y pretende que cualquier imbécil que se cuelga un rosario en el pecho se convierta en “padre”. Sigan por ese camino y verán cómo, por mucha musiquita y modernidad que pretendan introducir en los templos, la feligresía los irá abandonando poco a poco, porque la cola del diablo se asoma bajo sus sotanas.
Mlinar2004@yahoo.es
Esta semana murió un educador que una vez fue cura: Martín Zapata. En alguna ocasión tuvimos la oportunidad de compartir con él en una charla y conservamos el grato recuerdo de una persona que había escogido el camino del seminario, y se desvió de él cuando entendió que no es cierto que la Iglesia se preocupa por los más necesitados. Fue rector de la Universidad Católica Santa Rosa y un infarto se lo llevó tempranamente.
Mayor aun que la sorpresa ante la desagradable noticia fue el destape que la misma provocó en un señor que fue colega de Zapata, pero a quien obviamente se le fundieron la solidaridad y la misericordia que se supone caracteriza a quien viste de sotana, y que corrió a expresar en Twitter su regocijo ante la pérdida. Pedro Palmar, sacerdote que solía coquetear con el chavismo pero que se molestó con Chávez porque no le dio audiencia, escribió textualmente tres mensajes. El primero decía: “Murió el exsacerdote chavista que le arrebató a la Iglesia la sede del Seminario Santa Rosa de Lima en Caracas”. No contento con ello, escribió seguidamente: “Que allá arriba lo reciban con la misma alegría que de aquí lo enviamos (adagio maracucho)”, y remató con: “Ahora vamos por el rescate de la sede del Seminario Santa Rosa como cuna sacerdotal del clero venezolano del siglo XX”. Huelgan los comentarios acerca de la dimensión moral y humana de alguien que se expresa así de un muerto.
Los destemplados y “piadosos” comentarios de Palmar se parecen a los de Roberto Lückert, arzobispo de Coro, quien calificó hace semanas como misión “piernas abiertas” a la de Hijos e Hijas de Venezuela, que quiere amparar a las madres solteras y a las adolescentes embarazadas. Este tipo de sujetos es de la misma calaña de aquellos colegas suyos que en el Vaticano esconden los archivos sobre pedofilia para que el mundo siga sin enterarse de las vagabunderías de muchos curas que sacian sus apetitos sexuales en niños, pero siguen apareciendo como célibes. Asco.
El Dios en el que creemos debe estar consternado ante tanta indignidad. Si las iglesias tienden a convertirse en instrumentos de manipulación y atraso, la católica se cuenta entre las más descaradas. Obliga a sus seguidores a llamar “su santidad” a quien no lo es, convierte en beatos a auténticos criminales de guerra, ha saqueado milenarias culturas a lo largo de la historia y pretende que cualquier imbécil que se cuelga un rosario en el pecho se convierta en “padre”. Sigan por ese camino y verán cómo, por mucha musiquita y modernidad que pretendan introducir en los templos, la feligresía los irá abandonando poco a poco, porque la cola del diablo se asoma bajo sus sotanas.
Mlinar2004@yahoo.es
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