La Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe se ha reunido en Santo Domingo y consensuado una serie de reclamaciones sobre el Cambio climático, la soberanía alimentaria, el cuidado del agua, la erradicación de toda forma de violencia y el derecho al acceso a la comunicación y sus diversas tecnologías.
"El tiempo y el destino nos han golpeado pero ¡basta, sigamos adelante! Seamos propositivas y superemos la desigualdad"
Con estas palabras quedó inaugurado el Tercer Encuentro de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe (Red LAC), que se celebró del 6 al 9 de marzo en la localidad ecuatoriana de Santo Domingo de los Tsáchilas. El encuentro concluyó con la definición de una agenda propia de temas con la que “queremos golpear la voluntad de los tomadores de decisiones”.
Ha sido la tercera vez, en sus 22 años de vida, que la Red LAC generó un espacio y un proceso para mujeres rurales, quienes reclaman que tradicionalmente han estado ausentes en conferencias y reuniones feministas. La Red LAC quiere que Naciones Unidas declare la Década de las Mujeres Rurales, algo que podría concretarse si continúa el énfasis, mostrado desde inicios de año, en el papel fundamental que tienen las mujeres rurales del mundo en la erradicación del hambre y la pobreza. Para la Red se trata de una estrategia clave que permitirá compensar los años de exclusión, las brechas y la desigualdad que afectan a las mujeres rurales de Latinoamérica y el Caribe y a nivel global.
Dos actos celebrados en este mes de marzo centraron su atención en las rurales. La Sesión 56 sobre la Situación de la Mujer de ONU y el discurso “Empoderar a las mujeres rurales: Acabar con el hambre y la pobreza”, de la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, por el 8 de marzo, donde afirmó que: “Abrir las oportunidades económicas a las mujeres haría aumentar el crecimiento económico y reduciría la pobreza considerablemente”.
Nosotras parimos la tierra
Las prioridades de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe han quedado estampadas en la Declaración de Santo Domingo. Los acuerdos hacen referencia al cambio climático, la soberanía alimentaria, el cuidado del agua, la erradicación de toda forma de violencia y el derecho al acceso a la comunicación y sus diversas tecnologías (TIC).
Según la FAO, entre 100 y 150 millones de personas padecen hambre en el mundo. Y según las mujeres de la Red LAC, la producción agrícola a pequeña escala está en manos de las mujeres del campo pero la falta de visión y de planes que apoyen este potencial económico han llevado al mundo a padecer hambre, a la escasez de alimentos para humanos, a precios desorbitantes de los productos y a la pérdida de la soberanía alimentaria de los países productores.
En la Declaración de Santo Domingo, la Red exige la recuperación y conservación de forestales y semillas nativas frente al uso de transgénicos. Para muchas mujeres el acceso a semillas y a créditos es imposible porque no son propietarias de su tierra o no tienen la titularidad, así que ésta es una de las principales reivindicaciones de la Red LAC, “seguimos dependiendo de nuestros maridos, padres, hermanos o tíos como si fuéramos chicas pequeñas”. La prioridad, por lo tanto, es tener leyes y reformas agrarias que concedan todos los derechos relacionados con la titularidad y propiedad de la tierra, la autonomía de la mujer es urgente, sin este avance la violencia física y psicológica no disminuirá.
“Nosotras damos de comer a la humanidad”, “nosotras parimos la tierra”, fueron algunas frases repetidas durante los cuatro días de discusiones y debates acalorados y exposiciones magistrales a cargo de las propias campesinas e indígenas participantes. Algunas de ellas llegadas de México, como Berta Herrera, de Morelos, quien por primera vez en su vida había viajado en avión: “he gritado mucho, pero la reunión ha merecido la pena”, era su primer encuentro, o ENLAC, y piensa repetir porque la libertad que respiró entre las mujeres esos días no la había sentido jamás en su vida.
Nosotras cuidamos las fuentes de agua
La Red exige que se declare y se garantice el cumplimiento del derecho al agua como patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Sin el trabajo de las mujeres del campo la humanidad moriría de hambre: hoy con más razón que antes porque, en líneas generales, los hombres son jornaleros para las grandes empresas transnacionales, es decir, trabajan en las plantaciones industriales dedicadas a la exportación; mientras que las mujeres se quedan en la tierra familiar o comunal. “Nosotras labramos y cosechamos para alimentar los mercados internos y, obviamente, a nuestras familias”, dice Florencia Aróstica, de Chile. Las mujeres han querido dejar patente que la escasez de agua, la contaminación y el calentamiento global reducen la posibilidad de mejorar su vida y la de sus familias, y conduce a la feminización de la pobreza. En palabras de la lideresa peruana quechua, Lucinda Quispealaya, “la seguridad alimentaria, la calidad y preservación del agua o el tratamiento de basuras está en nuestras manos, somos nosotras en nuestras comunidades y hogares donde ejercemos las buenas prácticas”.
Vilma Chiroyca, una joven de Guatemala, primeriza en la Red LAC, salió renovada del encuentro y satisfecha de haber participado en la construcción de una agenda de cambio e incidencia política exclusiva para las mujeres campesinas, rurales, indígenas. Vilma insiste en que los niveles de violencia y discriminación hacia las indígenas en su país son “intolerables”. En el encuentro ha recibido más fuerzas y más estima para seguir dando la pelea. Estar organizadas en un nivel superior al nacional se vuelve hoy una condición imprescindible.
Las dificultades en el continente no son tan diferentes
Desde Panamá del Movimiento de Mujeres Rurales Costa Abajo de Colón, Julia Núñez explica que el cambio climático se da por las deforestaciones, “por eso nuestro país está en una situación difícil peleando por las tierras, hay mal manejo de las tierras, estamos en esa lucha, apoyamos a los indígenas porque no queremos que haya explotaciones mineras”.
Sin escatimar palabras, las mujeres criticaron, con la legitimidad que les otorga su vivencia personal, a las transnacionales por los abusos que cometen en los territorios rurales; denunciaron la contaminación provocada por la explotación minera y petrolera aceptada por sus gobiernos; denunciaron el mal uso que se hace del agua en las áreas urbanas; y exigieron el fin de la violencia cometida contra ellas, aquella que sufren en el hogar y la que es producto de la prostitución impuesta por las compañías, por el tráfico de armas o de drogas, o aquella perpetrada de forma sistemática y premeditada en el conflicto armado de Colombia.
Para Margarida Pereira da Silva, otra de las históricas de la Red, llegada desde Pernambuco, Brasil, y parte del Comité internacional de la Red, “las dificultades que tenemos las mujeres rurales del continente en temas como tierra, productividad, agua y violencia no son tan diferentes, por ello lo importante es fortalecer la organización para transformar esta sociedad injusta aún con las mujeres del campo”.
Hacer visibles a las mujeres rurales del continente, hacer oír su voz y exigir sus derechos, es la gran meta de la RED LAC. Mientras unos defienden que hay que convertir Río+20 en un proceso mundial de fuerte movilización y se prepara la Cumbre de los Pueblos paralela a la Cumbre de Estados, la red LAC apuesta por tener incidencia al más alto nivel. Fruto de esta visión y de negociaciones, el gobierno de Ecuador llevará la agenda de la Red a la cumbre oficial Río+20. Las mujeres permanecerán vigilantes para que la promesa se cumpla.
Muchos cantos, muchos bailes, risas sin pudor y derroche de comprensión y calor humano; también diferencia de pareceres e ideologías opuestas. Llegar a una agenda única no les ha resultado fácil porque la embestida en los campos latinoamericanos del gran capital es violenta y arrasa con todo: “el tema de los desalojos, hasta ahora es duro, en mi provincia siempre se pierde una vida y eso es triste para nosotros”, dice otra histórica de la Red, María Elena Ovejero de Argentina. La Declaración de Santo Domingo contiene exigencia de derechos y propuestas de cambio para la incidencia política. En ella plasman la necesidad de alzar su voz propia sin intermediación de autoridad alguna.
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