domingo, 15 de abril de 2012

El laberinto de Capri.

Carola Chávez





El candidato de la gente decente y pensante de este país los tiene preocupados y con razón. No es posible que después de tantos años cultivando convicciones globoinducidas, venga ahora Capriles, por engañar al chavismo al tradicional modo adeco-copeyano, a cambiarles la seña como si nada.

En la oposición se hacen las cosas the american way, con asesores en publicidad e imagen que luego de un estudio de campo concluyeron: “Mr. Capri, you are fucked. Este país está lleno de chavistas que se niegan a ser nuestro patio trasero.” Luego, con ese tino gringo que ha producido propuestas fabulosas como la candidatura de El Conde de Guácharo, ordenaron: “Mr. Capri, conviértase en un Chávez chic, engañe como pueda a este pueblo idiota que ni siquiera habla inglés.”
Yes sir! -dijo Capri, sin entender nada, como siempre, y se lanzó en picada por su barranco electoral.
Entonces el sifri del este de Caracas cambió su pinta de surfista gallo, medio pegado en la nota con collar de pukas y todo, por una camisa azul insípida y unos pisamojones parecidos al los que usa el que te conté. Ahora no es gobernador sino simple opositor de a pie que recorre casa por casa, eso sí, asegurándose previamente de que al menos en una le abran la puerta para entonces, bajo una constelación de flashes de su gente de prensa, ponerse a prometer cosas que el gobierno de Chávez ya cumplió.
Es así como Capriles ha prometido módulos de salud en cada barrio, mercados a bajo costo, escuelas integrales… Y prometiendo y prometiendo pensó que sus promesas se podrían llamar misiones y casi se desmayó encandilado por tan brillante idea.
Alguien, seguramente, le dijo: “Copión, las Misiones existen y las inventó Chávez.” A lo que Capri contesta con cara de ¡Eureka!: ¡Ajháa! Lo sabía. Este gobierno que no ha hecho nada, obliga a la gente a vestir de rojo para ir a PDVAL, Barrio Adentro, y a todas la misiones que ha creado. Voy a inventar una ley que prohiba la ropa roja y que se llame “Las misiones son del todos”. Lo que le faltó fue decir que “Ahora Venezuela es de todos”. 
A todas éstas, cuarenta y dos señoras caceroleras de El Cafetal, atónitas, apagaban Globovisión para no tener que seguir viendo semejante horror. ¿Misiones a mi? ¡Claka plaka tlaca plin plin plin! 
Capriles no habla, pronuncia intentos de suicidio político. En su vano y torpe afán de engañar al pueblo, ha tenido que hacer concesiones a la verdad tantas veces manipulada o callada.
Esta semana Capri habló del 11 de abril y dijo, yonofuimente, que había sido un golpe militar, que los civiles no dan golpes, mientras treinta y cuatro señoras en Alto Prado sufrieron un síncope al unísono: ¿Golpe? ¿Y no fue un vacío de poder causado por la valiente resistencia de la sociedad civil? ¡Plaka tlaca, claka, plan, plin, plin ¡Plop!

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