Hernán Mena Cifuentes
Con motivo de conmemorarse este 10 de mayo el Día de la Afrovenezolanidad, como reconocimiento al aporte del pueblo africano y sus descendientes a la gesta independentista venezolana, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, lleva a cabo una serie de exposiciones, foros y talleres para invitar a la evocación de esa epopeya realizada a costa de sudor, lágrimas y sangre.
La celebración es una bofetada en el rostro a la oligarquía y sus subalternos, que desprecian y practican el racismo y otras formas de discriminación contra los negros, olvidando que fueron ellos, junto con los indígenas, pioneros de la libertad venezolana, y que, como ayer sus antepasados, hoy ocupan trincheras de avanzada contra su conspiración que pretende destruir al proceso revolucionario y arrebatarle sus derechos conquistados a través de la Revolución Bolivariana.
Porque, pese a que la esclavitud impuesta por el colonizador fue abolida en el siglo XIX en Venezuela, surgieron nuevas formas de discriminación y explotación contra indígenas y negros, marginados de sus derechos en el campo y la ciudad, por quienes detentaron el poder económico, político y social durante décadas, hasta que con la victoria electoral del comandante Hugo Chávez Frías se dio inicio un proceso humanista que les ha devuelto la dignidad y libertad perdidas.
Y es que ambos pueblos, fueron víctimas de esa nefasta herencia que dejó el más cruel de todos los sistemas creados por la codicia y ambición del hombre, transmitido a sus sucesores de la oligarquía urbana y rural venezolana que impuso salarios de hambre en fábricas y comercios y jornadas de sol a sombra en el agro, hasta que una revolución surgida de las entrañas del pueblo empezó a devolverle su dignidad entregándole tierras, viviendas y trabajo.
Esos dos pueblos, que con el tiempo se fundieron en un crisol de razas para dar luz al mestizaje, aún conservan celosos sus creencias ancestrales pese a que ayer fueron objeto de torturas y otras formas salvajes de castigo que pretendían borrar de su memoria a sus dioses para imponerles otras deidades y, como en la actualidad, intentan hacerlo a través de la transculturización importada del Norte.
El capítulo escrito por el pueblo que llegó de África a Venezuela, ha sido virtualmente ignorado por la historia, cuyos textos apenas menciona en pocas líneas la epopeya libertaria protagonizada por los esclavos negros y sus hijos, que hicieron del país un volcán en erupción que desató su furia hace 500 años, en una lucha de tres siglos, por un camino plagado de sacrificios y martirios, hasta que en el siglo XIX con Bolívar como líder, se conquistó la independencia.
Fue ese sistema amoral e inhumano de la esclavitud impuesto por Europa para explotar la riqueza del nuevo mundo, el responsable de la muerte de más de la mitad de los millones de africanos que fueron perseguidos como animales en la selva, y que, una vez capturados, secuestrados, y encadenados en el interior de las asfixiantes bodegas de los barcos “negreros”, perecieron por maltrato, sede y hambre antes de llegar a su destino.
Los sobrevivientes eran vendidos como “piezas”, y llevados a las minas, plantaciones y sitios en los que abundaban las perlas, donde padecían sed y hambre, sometidos a extenuantes y largas jornadas de trabajo y castigos salvajes que llevaron a la muerte a centenares, lo que hizo que en los sobrevivientes germinara la simiente de la rebelión, soñando como los indígenas con la libertad perdida en un genocidio considerado el más grande de la historia.
Y al igual que el pueblo originario liderado por Guaicaipuro, Chacao, Aramaipuro, Paramaconi, Baruta y otros caciques, aquellos hombres y mujeres africanos traídos por la fuerza y sus hijos nacidos en Venezuela, se alzaron en armas en una gesta heroica que costó la vida a miles de ellos, quienes abonando con su sangre la ruta de la libertad que siglos más tarde habría de ser alcanzada.
Las rebeliones lideradas por Miguel en las minas de Buria; por Guillermo en Panaquire y valles del Tuy; por los recolectores de Perlas de Margarita; por José Leonardo Chirinos y José Caridad González en Coro y otros levantamientos, figuran entre las más hermosas páginas de heroísmo y dignidad que en busca de su libertad escribieron por los esclavos africanos y sus descendientes en la provincia de Venezuela entre los siglos XVI y XVIII.
Esos hechos, a los que los historiadores con cultura colonialista, le colocaron la peyorativa etiqueta de “revueltas de negros”, fueron sin duda alguna, actos realizados por auténticos revolucionarios, como lo afirman quienes hoy examinan e interpretan dichos eventos con riguroso criterio de objetividad e imparcialidad histórica.
El Negro Miguel fue pionero de esa gesta libertaria, cuando en 1552, tras burlar el látigo del caporal que pretendía azotarlo, escapó a la selva con un grupo de esclavos, emprendiendo una guerra de guerrilla contra el invasor, conquistando varias victorias como la ocupación de Barquisimeto por varias horas, hasta que, tras meses de fiera resistencia, sucumbió enfrentado a un enemigo superior en armas y número, que después de capturarlo lo asesinó.
Medio siglo más tarde, en Margarita en el año 1603, tuvo lugar la rebelión de los negros pescadores de Perlas, alzamiento que se extendió a Cumaná, en protesta contra el inhumano trabajo al que eran sometidos, obligados a sumergirse en el mar en busca de las codiciadas joyas, más tiempo del pueda resistir el organismo, en labor que a menudo culminaba con la muerte del buzo debido a la presión del agua que hacía estallar sus pulmones.
Entre 1771 y 1774 volvió a encenderse la llama de la rebelión negra, esta vez en Panaquire y Valles del Tuy, bajo el liderazgo del Negro Guillermo, quien se lanzó con decisión y valentía a combatir al conquistador en una guerra de guerrillas que sólo pudo ser frenada y vencida tras varios años de lucha en la que perecieron centenares de combatientes que aspiraban a ser libres como lo habían sido en su nativa África.
Sin embargo, nada ni nadie pudo impedir que en Venezuela, el sueño de ese pueblo que buscaba su libertad, volviera a renovarse con mayor fuerza que antes. Fue en la noche del 10 de mayo de 1795 que, al ritmo del golpe de tambores de origen africano, se difundiera llevado por el viento que soplaba por la serranía de Coro, el mensaje de rebelión y libertad que iba a liderar José Leonardo Chirinos.
Chirinos, hijo de esclavo y e india, fue protagonista de un movimiento libertario de auténtico contenido político planificado y ejecutado con base en ideales revolucionarios y no de una simple insurrección grupal reducida a una hacienda, como algunos pretenden calificarla, pues se fue extendiendo como un incendio desde la Hacienda de Macanillas a otras con el propósito de llegar a Coro y más allá.
A falta de una organización disciplinada y la carencia de armas de fuego, ya que los combatientes de Chirinos en su mayoría portaban sólo machetes, cuando intentaban tomar la ciudad, la guarnición, mejor armada, con ayuda de la población blanca les hizo frente, matando a más de una veintena e hiriendo a una cantidad igual de insurrectos, siendo tanto prisioneros como heridos, decapitados.
José Leonardo logró escapar y se refugió en casa de un esclavo, que lo traicionó, y una vez capturado fue llevado a Caracas donde se le enjuició y condenó a muerte. Su cadáver fue decapitado y expuesto en una jaula como medida de escarmiento de las autoridades españolas para todo aquel que osara levantarse en armas contra el imperio, pero su muerte no intimidó a quienes buscaban la libertad de Venezuela.
A sólo un año de la rebelión de Chirinos, en La Guaira ya se gestaba uno de los más hermosos movimientos libertarios de la historia venezolana y latinoamericana, como fue la Conspiración de Gual y España que, a pese a haber sido igualmente traicionada, fue antecedente inmediato del 19 de abril de 1810 que marcó el inicio de la independencia de Venezuela y del continente que habría de consolidarse en Ayacucho, donde para siempre se ocultó el sol del imperio español en América.
Por eso, este 10 de mayo, el pueblo venezolano celebra el Día de la Afrovenezolanidad en homenaje a Chirinos y a los otros hijos de África, arrancados de su tierra y convertidos en esclavos, y a sus descendientes, que durante siglos escribieron con sangre, sudor y lágrimas, páginas de dignidad y valentía y que hoy protagonizan una nueva e histórica lucha en defensa de la Revolución Bolivariana frente al imperio yanqui y sus lacayos de la oligarquía criolla.
jueves, 13 de mayo de 2010
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