jueves, 4 de junio de 2009

El Funeral de “Tabaco” y el 13 de abril del 2002.

Raquel Pereira

El 30 de mayo se cumplieron catorce años de la muerte de Carlos Quintana “Tabaco”. El 13 de abril del 2002, nos hizo evocar su funeral, por lo que ambos momentos tuvieron de movilizaciones colectivas que, por la fuerza de las emociones y las ideas expresadas, se escapan al control del significado que pretenden ejercer los medios.
La muerte de “Tabaco” aquel 30 de mayo de 1995, apenas fue reseñada por unos medios que habían permanecido de espaldas a su obra. Una escueta nota en la sección de “farándula” del diario “Ultimas Noticias”, o la valoración de su pérdida que hicieron los comunicadores radiofónicos, especializados en la salsa, y conocedores de su trayectoria. “Tabaco” no era un personaje televisivo. Pero sí era un músico muy popular y querido. Sigue siéndolo transcurridos casi quince años de su muerte. Y pese a la invisibilidad, a la limitada difusión de su trabajo, a su inexistencia en la “realidad” de estos medios, la dolorosa noticia corrió y se regó por toda Caracas con la rapidez del rayo. La funeraria en la que se le despedía, situada entre la estación “La Paz” y el hospital “Pérez Carreño”, pronto se fue llenando. Amigos, seguidores, admiradores, gente que sin coordinación ni organización, fueron hasta allí a dar un adiós al músico. Personas que justo al pasar por allí, se enteraban de la noticia, se iban quedando. Y en poco tiempo, aquella funeraria se hizo pequeña. Al final, las lágrimas se mezclaban con la entonación colectiva de esas canciones tan arraigadas en la historia de nuestros barrios. Y a medida que se sumaban más, el dolor y la admiración, expresados así colectivamente, nos descubrían la grandeza de un artista realmente popular.
En cualquier parroquia por donde asomaba su figura delgada y tímida, todo el mundo le conocía, y el simple gesto de saludarlo, quería expresar admiración y afecto. Si bien “Tabaco” se da a conocer a través de la industria discográfica y la difusión de su música en la radio, la inserción de su obra en el gusto popular corrió, y corre, por caminos muy distintos y distantes de las lógicas comerciales del marketing, las superventas y los superconciertos. A todos los que sintieron la necesidad de acercarse al funeral de “Tabaco”, a los miles que no pudieron ir, pero igual lloraron su pérdida, esos medios no les indicaron el valor de su música. Su ausencia de éstos, nos venía a decir lo contrario. Aún así, aquel día, en una apartada funeraria de Bella Vista, y muy cerca de La Vega, donde a él tanto le gustaba estar, se manifestó de modo colectivo una emoción y un reconocimiento forjados al margen de los discursos de los medios. Y se vivió una de esas movilizaciones populares que escapan a las aspiraciones de control de la realidad de éstos. Su funeral puso en evidencia la falta de contacto entre la “realidad mediática” y lógicas y prácticas populares no subordinadas a la pretendida hegemonía mediática.
Hay momentos en los que lo popular se expresa y trasciende los significados preelaborados por los medios. Las lógicas de lo popular se liberan y no pueden ser sometidas ni subordinadas, dejando al descubierto la mentira que diariamente se presenta como verdad. Por ejemplo, la esperanza, casi siempre muda, invisible, negada en los discursos autorizados, cuando se expresa y se hace visible de forma colectiva, tiene mucho de inquietante, porque descoloca y altera, todo el “orden” que nos han creado los que detentan el poder, mediante el manejo de los medios y los significados que éstos difunden.
Eso paso el 13 de abril del 2002. Las imágenes en televisión de persecuciones, de detenciones, apelando a la memoria de otros momentos de represiones brutales (febrero de 1989), pretendían que el miedo dominara la situación, que la gente se quedara en casa, y optara por dejar las calles desiertas. Y ocurrió todo lo contrario, las calles se llenaron. Cuadros y afiches con la imagen de Simón Bolívar o de Chávez, fueron descolgados de las paredes de las casas, y sacados a la calle, miles de pequeñas constituciones salieron también a la calle, muchas cortinas se convirtieron en improvisadas pancartas. Entre las múltiples implicaciones que tuvo, el 13 de abril abrió interrogantes sobre qué impulsa a manifestarse como grupo a un sector social que, a través de métodos propagandísticos o abiertamente represivos, se intenta mantener desarticulado y subordinado a una realidad prefabricada por el poder.
En esa salida a la calle a: “rescatar a Chávez”, restituir al gobierno electo, defender una constitución hacía pocos años votada, la indignación individual se unió a la de los otros, hasta convertirse en un gran acto colectivo cargado de indignación, de rabia, de dolor. En cierta forma, la imagen de miles de personas trasladándose al centro de Caracas, desde distintos puntos y mediante diversos medios, movidos por la preocupación, hacía recordar la actitud de esas mujeres que apenas se anunciaba motín en el Retén de Catia, corrían mirando de frente al miedo. En esos rostros había la misma decisión, el mismo coraje. Cuando comenzaban los “motines” en el Retén de Catia, sin que mediara instancia de organización alguna, guiadas por la preocupación y el compromiso, un numeroso grupo de mujeres se hacían presentes y enseguida eran un solo bloque. La esperanza particular se hacía colectiva, para evitar la conocida masacre, alejar la muerte, calmar unas fuerzas que se escapan a las voluntades individuales. La actuación contundente y rápida, sin tiempo para calcular los riesgos que se corren.
En aquella salida a la calle el 13 de abril del 2002, había algo de esa preocupación por alguien que se identifica como un “igual”. Se activó un principio de solidaridad que supone un compromiso, e implica la actuación además de un elemento de igualdad. Ambos principios, interviene y están contenidos en las prácticas de construcción de Identidad. Una fotografía de esos días de abril fue, con razón, durante bastante tiempo, imagen de “Aporrea”. En la foto, que sigue transmitiendo la misma emoción, aparece un camión atiborrado de mujeres y hombres con la preocupación y la determinación en sus rostros. Algunos hablando por los celulares, otros conversando, unos mirando al frente; y todos con la actitud de quien persigue un objetivo y tiene la certeza de poder alcanzarlo.
El 13 de abril también puso de relieve la inexistencia de un influjo absoluto de los medios de comunicación sobre los grupos populares. Influencia que con frecuencia se da por sentada, sobre todo, desde los propios medios, que actúan a partir de la aguda conciencia de una influencia que tienden a considerar absoluta; tal y como lo demuestra su activa participación en la campaña que culminó en los acontecimientos del 11, 12, 14 y 14 de abril del 2002.
La energía arrolladora del 13 de abril del 2002 alcanzó a personas ubicadas en los lugares más remotos y alejados de Venezuela. Lo ocurrido en ese día histórico, trascendió fronteras de espacio y de tiempo y su eco alcanzó a todo el mundo. Muchos de quienes daban por cierto, el guión pautado por los medios para interpretar la llegada del movimiento bolivariano al gobierno, “despertaron” a lo que ocurría en Venezuela y, en todas partes, nacieron iniciativas de apoyo y el aporte de interpretaciones. Deslumbrados por todo lo que emanó de aquel día, creímos que una movilización popular tan contundente y categórica, transformaría para siempre la percepción que se tiene de lo popular desde los discursos autorizados. Y por tanto, transformaría la participación misma de lo popular en la toma de decisiones. Creímos que esa energía transformadora que había despertado, cambiaría la cotidianidad de los sectores populares urbanos para siempre. Pero aquello no ocurrió.
Por el contrario, se impuso un discurso que llamaba al “diálogo” o centrado en el carisma y la “dignidad” de los líderes, prestando poca o nula atención a la esperanza desesperada que salió a la calle. Los discursos de elites, ciegos a percibir los significados de la reacción popular, ubicados a la derecha y también en la izquierda, se dirigieron a contener, aplacar y hasta adormecer toda aquella efervescencia. ¡Quien nos iba a decir entonces que transcurridos pocos años se perdería la Alcaldía de Petare!
r.pereira@euskalnet.net

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