viernes, 19 de junio de 2009

Aportes para un necesario debate político.

Irma Antognazzi

A partir de la década 70/80 los dueños del capital financiero sometieron a toda la región a una andanada de políticas dirigidas a que el capital se concentrara en sus manos a pasos agigantados. Ese proceso de concentración – natural dentro del modo de producción capitalista- llegó a su climax entre los años 80 y 90 luego que los golpes de Estado terroristas sobre la región crearan condiciones para que la nueva oligarquía financiera encontrara partidos políticos a su servicio que le permitieran lograr consenso para implantar políticas neoliberales a ultranza. A esta altura no hace falta enumerar dichas políticas ni describir sus nefastas consecuencias sobre los pueblos porque ya están a la vista. Los grandes grupos económicos transnacionales y los nativos transnacionalizados pudieron imponerse con medidas que los beneficiasen y consolidasen sus riquezas creando un estado a su servicio con estructuras de poder (políticas, militares, económicas, culturales, ideológicas, etc) para sostenerse en el tiempo. La feroz represión física contra los pueblos y luego el abrumador poder de intelectuales a su servicio con los instrumentos masivos de comunicación materiales y virtuales, le resultaron instrumentos útiles para lograr sus propósitos. Durante varias décadas no hubo fuerzas populares suficientes ni movimientos sociales de magnitud tal como para impedirlos u obstaculizarlos. La situación está cambiando.Es necesario reconocer que no hay final de la historia. La historia de las sociedades está hecha de grandes y pequeñas acumulaciones y saltos,- nunca lineales sino dialécticos- aunque hagan mucha fuerza los que quieren pararle el tren. Los pueblos de nuestra América Latina empezaron a sacudirse el dolor, la decepción y el pesimismo que provocara la derrota de las organizaciones revolucionarias de los 70 y varios intentos populares que resultaran fallidos aún dentro de gobiernos “democráticos”. Durante décadas la oligarquía financiera encontró formas para lograr consenso a través de las direcciones de partidos políticos de base popular. Costó a los pueblos reponerse de tanta derrota y decadencia forzosa, traiciones y frustraciones. Como decía Amilcar Santucho, “los pueblos siempre pierden, hasta que ganan”. Cada pueblo a su modo con resultados variados, empezó a levantarse, a hacer oír su voz, a gestar fuerza. Algunos pueblos se encaminaron francamente hacia la construcción de poder popular que les permite controlar con mayor eficacia al poder financiero. Lograron plasmar nuevas estructuras de poder estatal en avanzadas Constituciones Nacionales como son los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador y por supuesto Cuba antecesora de lo que es posible. En otros casos los pueblos han ido promoviendo organizaciones y personajes que se hacen creíbles por sus antecedentes y programas y les prometen mejor distribución de la riqueza y control de la arbitrariedad con que ha llegado a operar el llamado “mercado”, (léase poder de la oligarquía financiera). Tales los casos actuales, -con notables diferencias entre sí a pesar de rasgos comunes-, de Brasil, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Chile, Argentina, y más recientemente Honduras, El Salvador y Guatemala. Las posiciones alcanzadas en estos casos no están todavía firmemente sostenidas con fuerza y organización popular. Pareciera que la conciencia mayoritaria todavía fuese aceptar que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”. Entonces si un gobierno X no satisface todo lo que el pueblo reclama sería necesario probar con otro partido que promete lo mismo en el mercado de votos. Esa sería, ni más ni menos “la alternancia de partidos dentro de la democracia” a que aspiran los políticos de la burguesía, muletilla con la que engañan y desvían la formación colectiva de pensamiento crítico. ¿Quién le poner el cascabel al gato?Los gobiernos que se definen nacionales y populares intentan arbitrar entre esos intereses gran monopólicos y el pueblo, pero sin atacarlos ni menos aún liquidarlos. Intentan llevar a cabo su programa democrático y progresista, recreando algunas estructuras estatales que habían sido desbaratadas en todo el proceso histórico de las últimas décadas desde que el poder financiero se hizo cargo del estado y más aún, desde que creara un tipo de estado a su servicio. No se definen revolucionarios ni dispuestos a alentar la construcción de poder popular. Si los definimos en términos de clases sociales, podemos decir que son gobiernos que expresan a una fracción de la burguesía que busca y logra alianzas con algunos sectores de capas medias y demás sectores populares pero que en el fondo no están dispuestos a desarmar las relaciones capitalistas ni a ponerle coto al gran capital. Sin embargo, y a pesar de todas las limitaciones, estos gobiernos crean preocupaciones serias al poder. Las fracciones más concentradas de la oligarquía financiera le temen, no tanto por lo que puedan hacer ahora, sino precisamente porque dejan un flanco abierto para las expresiones populares y las nuevas relaciones latinoamericanistas, lo cual sí puede serles peligroso. La oligarquía financiera sabe que no puede recurrir en el contexto actual al terrorismo de Estado como han hecho en las décadas de los 70/80. El contexto ha cambiado notablemente. Para alcanzar el mismo objetivo, los “intelectuales” a su servicio han desarrollado otras teorías y técnicas usando sobre todo los medios masivos de comunicación, como herramienta fundamental de ese partido clandestino de cuadros del poder financiero. Lo que llamaron en la época de Reagan “guerras de baja intensidad”, ahora son los “golpes suaves”. En realidad son guerras desatadas contra los pueblos a partir de robar sus patrimonios naturales, culturales, recursos humanos; utilizar los medios masivos de comunicación con engaños, falacias, doble discurso, la mentira lisa y llana que incluye hasta asesinatos, extorsiones, planes de magnicidios, planes siniestros para torcer la voluntad que los pueblos expresan democráticamente e impedir su capacidad de organización, de unidad y de triunfo. Maniobran además con las más sofisticadas herramientas de Internet no sólo para caracterizar a la población sino para lanzar subterráneamente campañas políticas disimuladas y a través de engañosas ONG´s.A pesar de sus esfuerzos por paralizar la historia y hacerla a su modo, a partir de los últimos años del siglo XX y sobre todo en estos primeros del siglo XXI, la correlación de fuerzas en América Latina se ha movido a favor de los pueblos. La guerra feroz, sistemática y concienzudamente planificada desde el poder imperialista y sus secuaces locales aprovechándose de debilidades políticas puede poner en riesgo los avances logrados por los pueblos.En Argentina, el inicio de la democracia en 1983, aunque casi reducida al ejercicio del voto, ha creado un campo propicio para ampliar el protagonismo popular. Las tensiones sociales agravadas por la voracidad del gran capital y sus formas de dominación hicieron posible la explosión popular de diciembre de 2001 que hizo tambalear la representatividad política sobre la que descansaban los grandes grupos financieros para lograr consenso. Sin embargo, pudieron levantarse rápidamente del cimbronazo.Esos hechos mostraron a las claras que el pueblo, tan tremendamente golpeado con el terrorismo de Estado y bombardeado material e ideológicamente con las campañas del libre comercio y del oportunismo, no había logrado componer sus fuerzas como para ocupar los espacios que había abierto con su estridente grito rítmico regado por todo el país: “que se vayan todos y no quede ni uno sólo”. Fue puesta en evidencia la derrota que había significado para el conjunto del pueblo el aniquilamiento de tantos miles de militantes revolucionarios y de sus organizaciones y el avance de la aplicación de las políticas “neoliberales” sobre las condiciones de vida de grandes sectores de la sociedad.A casi treinta años de la derrota y el virtual ocultamiento de esos esfuerzos populares, la realidad mostró en diciembre de 2001, sin lugar a dudas, que no teníamos como pueblo organización propia; que no teníamos un campo político organizado capaz de plantar la bandera del poder y avanzar con una propuesta superadora que permitiese acumular fuerzas para colocar un gobierno del pueblo en las elecciones nacionales que serían inminentes. Fue la demostración más clara que el pueblo que reclamaba “que se vayan todos” no había logrado crear sus propios referentes, sus fieles voceros, mandatarios de tales mandatos populares. Sin embargo fue un grito de alto contenido político.El tema del poder popular que empezaba a reaparecer después de décadas de la derrota de las organizaciones revolucionarias de los 70, fue aplastado no sólo por el peso del poder político de los partidos del sistema y del gran poder financiero que se referenciaba en ellos para lograr consenso. Tanto o más grave fue que “intelectuales” que habiendo sido militantes revolucionarios se montaron en sus antecedentes, sacaron a relucir al Ché Guevara, a Mario Roberto Santucho y enarbolando la estrella roja de cinco puntas iniciaron una militancia dentro de los sectores más movilizados y los más afectados por el neoliberalismo dirigida a desviar y frenar esa fuerza movilizadora que brotaba de grandes sectores de masas. Unos por interpretar que estaban frente a la revolución socialista en Argentina e irresponsablemente llevaron esa visión absurda al Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2002, como si la revolución fuera soplar y hacer botellas.Otros, desde una postura opuesta, alardeando de revolucionarios pero intentando frenar el ímpetu popular, pasaron por encima de los grandes interrogantes políticos que la coyuntura de la historia había abierto. Su propuesta estuvo dirigida a evitar que se hable de poder, de clases sociales y de Estado, porque en su discurso falaz, todo estado es signo de “autoritarismo”. Para no abundar en esto remito a la lectura de John Holloway con su libro “Cambiar el mundo sin tomar el poder”. Él personalmente y con algunos seguidores locales, se ocupó de desalentar y llevar confusión a la fuerza popular que se estaba expresando en las calles y en grandes asambleas populares donde convergían en la práctica sectores de capas medias con obreros y desocupados, todos golpeando a su manera al gran capital financiero y a sus expresiones políticas.Aquél grito “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola” no tuvo dirección política alguna y estalló en pedazos a poco andar. El fuego que se encendió en diciembre del 2001 se apagó por varias razones, que, juntas o por separado, muestran que no había ninguna organización capaz de orientar la fuerza expuesta en las calles hacia una estrategia de poder popular. El hilo de la historia de los 70, la lucha por el poder popular, todavía hoy sigue cortado.¿Cómo se expresó políticamente el nivel alcanzado en conciencia y organización a partir del 2003? La forma en que se materializó el grito del 2001 fue el triunfo electoral de un gobierno que prometió retomar el proyecto del peronismo de los 50, desandando los efectos de las políticas neoliberales fortaleciendo el “estado”.Es necesario dejar de hablar del peronismo en abstracto o con recetas o caricaturas y verlo antes y ahora en el contexto histórico. Aquél de los años 40/50 fue un proyecto democrático, progresista, que permitió elevar el nivel de vida del conjunto del pueblo argentino; que dio un rapidísimo impulso al desarrollo capitalista encabezado por la burguesía nacional que contó con apoyo de grandes masas que obtuvieron objetivamente grandes beneficios de una efectiva distribución del ingreso.Dicho proceso facilitó la rápida acumulación del capital en una fracción de la burguesía industrial y comercial. Ese sector en alianza con la gran burguesía agro-exportadora afectada en sus intereses por el peronismo, alianza que llegó a contar con fuerzas armadas a su servicio y apoyo de algunos partidos políticos y la cúpula de la iglesia católica dieron el golpe de gracia al peronismo en el 1955. Tal vigencia y profundidad alcanzó aquel modelo de país nacional y popular, que le costó tres décadas a la nueva oligarquía financiera barrer las estructuras estatales en que se cimentaba.¿Qué Estado se necesita para lograr equidad y justicia social, igualdad de oportunidades para todos los habitantes? Aquel Estado nacional que hizo posible llevar a la práctica el modelo del peronismo, encabezado por una burguesía interesada en desarrollar el mercado interno, la producción nacional, los buenos salarios y buenas condiciones de trabajo, etc, -un capitalismo humano no salvaje, aclaraba Perón- no existe más. Han sido destruidas todas las instituciones regulatorias. Pensemos por ejemplo en la Junta Nacional de Granos, en el IAPI, en las empresas estatales de productos estratégicos, en el papel de la educación y salud pública, en las empresas nacionales monopólicas de servicios (luz, agua, gas) y de transportes (aéreos, ferroviarios, marítimos), en la distribución del ingreso a través de salarios, leyes sociales, créditos blandos para vivienda e industrias, etc etc.Hoy la Presidenta de la Nación y su equipo de gobierno y parte de su partido intentan reconstruir algunas instituciones. Pero la tarea a realizar es dentro de otro contexto: la oligarquía financiera transnacional, que no es sólo externa, sino con hondas raíces internas, se opone antagónicamente a ese propósito de reconstruir el Estado Nacional, que en su esencia no es el mismo del Estado del poder financiero.Aunque el gobierno avanza hacia la creación de herramientas políticas institucionales para realizar con mayor eficacia alguna regulación sobre el “mercado”, iniciando una lenta distribución del ingreso, choca y hasta pierde batallas como fue la más cercana en el tiempo con los sectores vinculados con la producción, comercialización y exportación de productos del agro. En estos momentos de batalla electoral esos sectores sociales y sus representantes políticos se proponen destituir al gobierno, o por lo menos debilitarlo, y prepararse con tiempo para gobernar desde el 2011.El gobierno actual es la forma más cercana hasta ahora de aquel peronismo de los años 50. Intenta reconstruir “el Estado” concibiéndolo por encima de las clases sociales, como si el Estado fuese un ente al margen de la lucha de clases y como si éstas no existieran. Su discurso es “todos somos argentinos” (“patrones”, “trabajadores”. “ricos”, “pobres” en el lenguaje del peronismo). Según ese contexto ideológico sería posible lograr esa “regulación” de los intereses de clase que objetivamente son opuestos en el capitalismo tal como lo ha descubierto la ciencia de la historia. Los conflictos y tensiones sociales inter e intra clases no son producto del “autoritarismo” de Kichner, como se lo atribuye la oposición. ¿Pero acaso es posible volver la historia atrás? ¿Cuál fue el sujeto de los cambios en los años 50? ¿Dónde radica el poder hoy? Algunas de las necesarias preguntas que requieren respuestas.¿Donde está el punto de choque en esta cinchada de las elecciones? En estas elecciones se contraponen dos modelos. Son diferentes pero no antagónicos. Ambos son modelos dentro del capitalismo. El de “la oposición” (con simulacro de disputas entre sí), es EL MODELO DEL GRAN CAPITAL FINANCIERO. Si no fuese así no harían tal feroz oposición que no es solamente por los jugosos dividendos que da tener algunas de las bancas. El proyecto de la oligarquía financiera está en manos de referentes como Prat Gay, Macri, De Narváez, Reuteman, Carrió, Alfonsín, Solá, Stolbizer, etc. etc. y toda una pléyade de oportunistas que se cuelgan de los cargos servilmente. Usan pantallas para lograr consenso, detrás de las cuales esconden sus políticas que no pueden declarar: volver al libre mercado, es decir a un Estado que deje en libertad de acción a los grandes grupos económico- financieros, política que hasta ahora les había dado tranquilidad y suculentas ganancias al sector y tremendas angustias al pueblo. El gobierno actual hace esfuerzos para demostrar que es posible alcanzar bienestar e “igualdad de oportunidades para todos los argentinos” sin alterar las reglas del juego del capitalismo y de la democracia burguesa. Ha logrado dar pasos con ese proyecto: estatizando empresas que habían sido entregadas a manos privadas; sacándole la administración de los Fondos de Jubilaciones y Pensiones a los grandes bancos; intentando aunque sin éxito tocar algo de los intereses de la gran exportación agrícola y ganadera; logrando avanzar en la investigación de la violación de los derechos humanos durante el terrorismo de estado, mantener un activo mercado interno a pesar de la crisis mundial, estimular la investigación científica y técnica, abrir paso a una nueva ley de medios, a una nueva ley de educación superior, etc.etc. Pero además un punto estratégico significativo, es la ubicación de este gobierno dentro del grupo de los que están construyendo herramientas de unidad política en América Latina y el Caribe. Esta embrionaria unidad hacia un Mercosur más grande y que supere las meras relaciones comerciales; la participación activa en la UNASUR y en la creación del Banco del Sur; tomando posiciones en los foros internacionales junto a lo más avanzado de las experiencias populares de Latinoamérica, son posturas que deben ser valoradas en toda su magnitud desde los intereses del pueblo. El gobierno aspira a lograr un capitalismo “nacional y popular”. No se cuestiona la esencia injusta de dicho modo de producción. Sin embargo el proyecto que defiende e intenta llevar adelante, a pesar de sus limitaciones de clase y las que le marca el contexto histórico y social, toca intereses de la oligarquía financiera en medida suficiente como para que ésta haya podido advertir un enemigo a combatir. ¿Por qué entonces el pueblo no se encolumna mayoritariamente con fuerza en la defensa del gobierno?La sociedad entera va siendo abrumada por una orquestada propaganda “de oposición” (así en singular aunque parezca plural). “La oposición” de “derecha” se monta en una andanada de discursos confusos como para asustar por “izquierda” basados en las relaciones con el gobierno de Venezuela o de Cuba, donde cargan las tintas aunque disimulan el fondo de sus miedos y por supuesto ocultan de manera absoluta cuáles son sus intereses concretos y las políticas que aplicarían desde sus bancas. La “oposición” de “izquierda” no supera el “todo o nada”. Cuestionan que el gobierno no tome medidas políticas contra los grupos económicos más concentrados pero sin embargo se limitan a ponerse al frente de luchas reivindicativas, sin adoptar el objetivo estratégico de contribuir a unir pueblo para producir poder popular. En la práctica coinciden con la “derecha”: quieren derrotar al gobierno en estas elecciones. ¿Eso sería un logro para el pueblo en estas circunstancias?Pero la razón de por qué no hay un apoyo masivo al gobierno no sólo hay que buscarlo por fuera. El gobierno está situado desde dentro del juego del capitalismo y de los intereses de la burguesía, aunque de fracciones que privilegian el mercado interno y la redistribución del ingreso con una mejor visión estratégica para defender sus intereses que otros sectores transnacionales y sus socios internos. Allí radica una de las razones por las que no puede plasmarse con mayor claridad un proyecto de corte nacional y popular. Cada paso que da, por pequeño que sea tiene el obstáculo del poder real. Mientras el Estado no tenga resortes para controlar a los grandes grupos financieros estos seguirán imponiendo condiciones para hacer sus negocios contra el pueblo. Pero el eje del problema no está sólo en que al Estado le falten instituciones regulatorias. El punto central es que todavía no hay fuerza de masas para imponer y sostener las necesarias medidas económicas y políticas que serían necesarias en camino de afianzar poder popular.¿Qué democracia necesita el pueblo?Si cada sector social aspira solamente a que un gobierno le resuelva sus problemas inmediatos es lógico que pruebe en cada elección con otro partido que le habla y le zumba los oídos. Además escucha decir reiteradamente que “la democracia es la alternancia de partidos”, que el Congreso va a poder debatir mejor porque va a haber “más voces” y que ya no podrá “imponer” “su política” el gobierno.Todas falacias. Multitud de partidos que coinciden en que van a terminar con “la pobreza”, “la inseguridad” y la “miseria” sin decir cómo, con qué, quién. Algunos dejan traslucir sus intenciones, algo de lo que harían en caso de ser gobierno o formar parte de los cuerpos legislativos. No cabe duda que la oposición de “derecha” está dispuesta a anular y deshacer todo lo que han sido medidas favorables a nuestro pueblo y al del resto de América Latina y a obstaculizar todo lo que fuese necesario hacer en esa dirección. La lucha de clases no es un invento. Fue un descubrimiento científico.Un gobierno que dice, “estoy trabajando todos los días por ustedes”, u otros de la “oposición” que dicen “ayúdennos para ayudarlos”, “vótennos para hacer lo que ustedes necesitan”, es bastante parecido al “síganme, no los voy a defraudar”. Son convocatorias a votar no a cambiar el punto donde colocar las fuerzas en potencia para modificar la “infinita trama de paralelogramos de fuerza” de la trama de la historia, aquello que Engels planteaba con total claridad. Cuando un pueblo (como en los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador) llega a crear a través de su particular proceso histórico, recursos e instituciones para expresar sus intereses, su voluntad, su conciencia; ha producido a su gobierno, su mandatario, quien en esa nueva relación dialéctica refuerza los mecanismos para que esas cualidades se potencien y ha instituído jurídicamente la revocabilidad del mandato, un arma política de gran peso para nosotros desconocida todavía, estamos ante un nuevo tipo de democracia: una democracia popular. El desafío de la hora es cómo crear una fuerza política capaz de controlar efectivamente al gran poder financiero y ponerle condiciones. Mover a favor del pueblo la correlación de fuerzas le permitiría dar otros pasos. Aunque haya muchos discursos que digan que “la crisis la paguen los ricos”, controlar el capital financiero sólo es posible si hay un movimiento popular sólido política e ideológicamente tan fuerte y convencido que no se deje influir por la propaganda adversa y sea capaz de dar la batalla contra la lógica “oposición” que generarían esas medidas. Ese salto es de tal magnitud que no lo puede hacer un presidente con su gobierno por más decidido que esté a hacerlo. Esa fuerza popular suele constituirse en determinados momentos de la historia. Hoy en América Latina, el contexto es favorable a que los pueblos vayan ensayando formas de construcción de poder, no sólo para resolver problemas puntuales, reivindicaciones sectoriales, sino para construir estados del poder popular con democracia popular. Mientras se entienda el concepto de Estado en abstracto, sin ver las clases sociales tensionando las relaciones en una sociedad concreta, no se ha llegado al meollo del asunto. Es fundamentalmente necesario utilizar el concepto científico que desarrolla el marxismo acerca del estado y su carácter de clase como producto histórico. Los pueblos que lograron soberanía política han creado instituciones jurídicas y aparatos de poder a su servicio que refrendan esas novedosas correlaciones de fuerza. Y fuertes movimientos sociales son respaldo de sus gobiernos y a su vez su fuerza impulsora, todo lo cual va creando nuevas estructuras estatales en correspondencia con dichos procesos históricos. ¿Y las elecciones legislativas hoy? No todo es lo mismoDejando de lado la “oposición de derecha”, las disputas entre los distintos partidos de la llamada “izquierda” entre sí y dentro de sus fracciones ponen en evidencia que ninguno trabaja por la construcción de una democracia popular. Muchos hechos que realizan diversas organizaciones populares y hasta autodefinidas de “izquierda”, son acciones que enfrentan objetiva y subjetivamente a sectores sociales populares entre sí sin llevar adentro una estrategia hacia la unidad necesaria del pueblo, unidad que es posible y necesaria aún dentro de su diversidad social, económica, política, cultural, etc. Su práctica coincide con los demás partidos en combatir al gobierno. Alardean de socialismo pero no pasan más allá de empujar conflictos sindicales o agregar puntos a un programa que en la apariencia son mejores que el actual, pero más irrealizables aún si no hay fuerza popular. Como dijo el gran revolucionario salvadoreño Shafick Handall, hablando del gobierno de la Unidad Popular de Allende en Chile: la izquierda siempre hace buenos programas pero de lo que se trata es de lograr poder popular para hacerlos posibles. El punto más sensible de la situación actual. El marxismo es una guía para la acción que todavía no está suficientemente asimilada en toda su magnitud. Para ser guía de acción se debe partir de una buena caracterización de la situación sobre la que se pretende influir para transformar. No es todo lo mismo. No es blanco o negro. No es todo o nada. La oligarquía financiera observa con preocupación y admite que existen posibilidades para que el pueblo avance con sus luchas. No quiere dejar que dichas posibilidades se transformen en realidad. Ve un peligro en la incipiente unidad política de América Latina y el acercamiento político entre gobiernos de distintos países. No podemos dejar de ver el lugar en la geopolítica de nuestra América que ocupa el gobierno argentino y cuáles son las posiciones que adoptan o adoptarían los partidos de “oposición” desde el Congreso. Ya lo han expresado, se opondrían por ejemplo al ingreso de Venezuela al Mercosur y hasta pedirían sanciones para el gobierno de Chávez por haber tocado una “empresa nacional”. ¿Nacional Techint? Prometen hacer una “excelente distribución del ingreso”pero no están dispuestos a que nadie les toque sus masas de capital y sus suculentas ganancias. Un gobierno que no es ni se define socialista ni aspira a serlo, no va a tomar medidas como si lo fuera. Pero además y sobre todo porque el pueblo todavía no ha dado el salto en su conciencia “del pedir al poder” y no ha logrado construir una herramienta política revolucionaria que pueda dirigir y construir una fuerza popular de masas. A pesar de las limitaciones en este particular contexto mundial y latinoamericano este gobierno argentino facilita mejores condiciones que cualquier otro de la “oposición” para que el pueblo avance en conciencia y por ende en las construcciones políticas necesarias para construir poder popular. La historia es movimiento que a cada paso abre un abanico de posibilidades que es necesario saber advertir a tiempo. Los “intelectuales “al servicio del poder financiero dan letra a sus expositores en campaña para ocultar qué pretenden y por qué disputan tan ferozmente. Evidentemente, si una “oposición” tan vacía de contenidos explícitos, tan decadente, ha logrado confundir a millones de personas hay que buscar también errores o insuficiencias en el gobierno. No ha logrado concretar en hechos muchos de sus proyectos y no ha sabido usar mejor los medios de comunicación, aunque fuesen espacios reducidos, para convencer y explicar su proyecto en marcha. Pero la mayor debilidad del gobierno es que se trata de un proyecto irrealizable por ahistórico si no avanza hacia una forma superior. Esta no es una etapa de formación de la burguesía nativa como fueron los años 50. Hoy existen fuertes grupos transnacionales y experimentados en el ejercicio del poder político. Por eso para controlarlos no alcanzan los buenos deseos. Se requiere poder popular. Es necesario un salto cualitativo. ¿Quien debe dar el salto? ¿El gobierno? No se puede responder negativamente de manera absoluta, la historia tiene caras sorprendentes que superan cualquier dogmatismo. Pero es probable que no pueda o que no quiera hacerlo. El salto compete al pueblo que todavía no ha podido crear sus propias organizaciones y formar sus propios mandatarios. El pueblo como tal, como campo político todavía no se ha constituido. ¿Qué condiciones benefician más al pueblo ante la disyuntiva de estas elecciones legislativas? ¿Un crecimiento de los representantes de la oligarquía financiera que necesita un Estado que desarrolle políticas neoliberales y que no regule variables económico- financieras? ¿O el gobierno actual que va tomando algunas medidas para recrear el estado nacional y forzar un cierto reparto del ingreso? Estamos claros que no tenemos un gobierno que propicie el modelo del socialismo del siglo XXI. Tampoco todavía un pueblo convencido de que en esa dirección podríamos resolver mejor los problemas que acucian a las grandes mayorías. Si nos situamos desde la necesidad del poder popular es preferible afirmar con el voto la opción por el gobierno, no con la muletilla de que es “el mal menor”, sino porque fortaleciendo la correlación de fuerzas nacional e internacional hay condiciones para seguir acumulando fuerzas en esa dirección. Es en ese camino que vemos posibilidades alentadoras. El socialismo del Siglo XXI y en distinta medida también los gobiernos nacionales y populares actuales tocan intereses del poder financiero. Por eso tanta hostilidad, tanta guerra mediática, tantas reuniones de la llamada Fundación Internacional para la Libertad; tantos millones de dólares aplicados en campañas sucias a lo largo y a lo ancho de nuestra América Latina, intentando golpes de estado a la medida del presente. Hoy la cuestión en América Latina pasa por resolver el enfrentamiento entre el imperialismo y los pueblos: retroceder, entregando al poder financiero el terreno ganado; o seguir en proceso de crear poder popular. Por eso estas elecciones son estratégicas. No se trata de “una más de las elecciones legislativas en medio de mandato presidencial” como dicen algunos discursos de la “oposición” haciéndose los distraídos.Con este objetivo compartido por todos los sectores populares, con organización y una estrategia común, entonces sí tendrán sentido todas las luchas sectoriales, legislativas, reivindicativas, sindicales, juveniles, de género, estudiantiles, de pueblos originarios, barriales, rurales y urbanas, etc. Porque en cada caso buscarán unir pueblo. Sólo si llevan adentro la convicción que cada paso es uno más hacia construir poder popular el pueblo podrá dar un salto para tomar las riendas de la historia.

Irma Antognazzi.
Profesora Universitaria Argentina
Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia.

No hay comentarios: