sábado, 27 de junio de 2009

Algunas ideas para el Sambil.


*Armando Carías.


Finalmente, luego de intensos debates sobre el destino más conveniente que debía dársele a la inmensa mole, llegaron a un acuerdo los vecinos, la empresa constructora, los propietarios de los locales y el gobierno. La mesa de negociación creada e instalada a solicitud de todas las partes, tras acaloradas y nada fáciles reuniones tomó la decisión que dejo satisfecho a todo el mundo. En efecto, el nuevo "Centro Ciudad Cultural y Comercial Comunitaria Candelaria de Caracas" logró el milagro de la coincidencia de posiciones que parecían irreconciliables: hacer confluir en un mismo espacio el espíritu creador, las tradiciones, el arte y la cultura con la oferta de bienes y servicios al alcance de la comunidad capitalina. El primer piso del antiguo Sambil se destinó a los niños y a las niñas, instalando en los amplios corredores prácticos sistemas de andaderas, coches, patines y bicicletas que les permitían desplazarse a su antojo por los variados y coloridos locales en los que se ofrecía todo tipo de mercadería, sin costo alguno. Cada área de este nivel fue identificada con el nombre de personajes emblemáticos del imaginario infantil venezolano. Así, el ala izquierda se llamaba "La Madriguera de Tío Conejo", el área central tenía un inmenso cartel en el que se podía leer: "Plaza Panchito Mandefuá" y la que estaba al fondo había sido bautizada como "El Rincón de la Pulga y el Piojo". Cada uno de estos espacios albergaba no menos de cincuenta establecimientos en los que, niñas y niños podían adquirir los más variados productos: ropas, dulces, discos, juguetes, libros. Todo ¡absolutamente gratis! El segundo piso se reservó para la tercera edad y, siguiendo el ejemplo de sus vecinos del primero, también los propietarios de los establecimientos de este nivel del "7C" decidieron exonerar a abuelas y abuelos de todo pago, con la única condición de que los sábados y domingos se dedicaran a contarles cuentos a los empleados de sus respectivos negocios, quienes aceptaron encantados la propuesta y en agradecimiento a la idea de sus jefes decidieron asumir como único salario los cuentos de los mayores. Visto el ejemplo de niños, niñas y ancianos, la administración del "Centro Ciudad Cultural y Comercial Comunitaria Candelaria de Caracas" tomó la decisión de eliminar el uso de dinero para las transacciones que se hicieran en sus instalaciones y convino con los consejos comunales de la parroquia la implementación del sistema de trueque en todas sus operaciones.De este modo, los asiduos visitantes del "7C", en lugar de billetes, tarjetas y chequeras, llevaban un carrito de mercado lleno de cosas que podían cambiar por lo que necesitaban. A tal efecto, se ubicó en el tercer piso un gran mercado de intercambio, en el que por estricto orden de llegada, los parroquianos entregaban el bien que producían y recibían aquel que les hacía falta: flores por zapatos, verduras por pollos, harina por pantalones y así, hasta los músicos y poetas hacían su cola y consignaban notas y versos a cambio de arroz, pan ó aceite, según su necesidad. El cuarto piso fue destinado a la lectura, convirtiendo sus espacios (originalmente diseñados para casinos y juegos de maquinitas), en amplias bibliotecas y redes de librerías. Resultaba fascinante ver el desfile de estudiantes consultando y tomando apuntes, acostados en los pasillos alfombrados con grama artificial, leyendo de todo en acogedores rinconcitos que los arquitectos de la obra rediseñaron sin ningún problema. El quinto piso mantuvo su destino original (Nivel Diversión) y en él se instalaron las catorce salas de espectáculos previstas, la mitad de las cuales la Cinemateca Nacional programaba con lo mejor del cine mundial, con muestras permanentes de Latinoamérica, África, la India y China, países árabes, Europa y el cine independiente de los Estados Unidos. Cada proyección iba acompañada de su correspondiente ficha y un foro al final de la película. Para evitarle gastos, se les permitía a los espectadores traer las chucherías de su casa (con la condición de que las compartieran con su vecino o vecina de butaca, aún siendo desconocido). Sobra decir que las entradas a las funciones no tenían costo alguno. Las otras siete salas fueron entregadas en comodato a grupos de teatro, circo, títeres, de cantores, danza, colectivos de poetas y músicos callejeros para el desarrollo de una programación permanente y gratuita, naturalmente. El sexto y ultimo piso se destinó a la "Feria de Comida Lenta", locales muy bien servidos por los encargados durante años de los famosos restaurantes y tascas de La Candelaria: Casa Farruco, El Ruedo, La Tertulia, La Cita, El Pozo Canario y todos los memorables del cocido y la tortilla se instalaron allí, con la misma hospitalidad de siempre y dispuestos, como todos los concesionarios del "7C", a recibir el cuadro de un pintor o la silla de un carpintero, a cambio de una buena fabada y una copa de vino. Dejamos para el final los estacionamientos, cuyo uso fue motivo de largos debates antes de llegar a la decisión aprobada por aclamación por todos los responsables y usuarios del Centro: se destinaron a áreas verdes: climatizados y arborizados con plantas naturales, sus tres niveles fueron acondicionados por especialistas en paisajismo, asesorados por los jardineros del Parque del Este y del Jardín Botánico, sembrando en ellos especies vegetales de toda la geografía nacional. En sus miles de metros cuadrados los caraqueños y caraqueñas descubrieron la contemplación de la naturaleza, durante los trabajos se descubrió un río subterráneo que bajaba del Guarairarepano por la Quebrada Anauco y entraba al "Centro Ciudad Cultural y Comercial Comunitaria Candelaria de Caracas" siguiendo su cauce natural, por lo que el "7C" disponía de un estacionamiento "navegable", en el que en lugar de carros, humo y cornetéo había pequeños botes y peces de colores. Los fines de semana los trotadores se adueñaban del verde estacionamiento, mientras algunos preferían sentarse al pié de un árbol a leer o a descansar… ¿Imposible? Desmontemos por un instante la lógica capitalista y hagamos un sencillo ejercicio de imaginación socialista… ¿imposible?

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