Américo Díaz Núñez
Estados Unidos (EEUU) ha gastado mucho más recursos contra Cuba para torcer su rumbo, que lo que le hubiera costado deshacer el bloqueo criminal, apoyar un desarrollo económico justo en la América Latina y promover relaciones de cooperación verdadera para poner fin al hambre, al analfabetismo, al desempleo, al atraso social y tantas otras penurias en la región. Medio siglo de asedio, provocaciones, invasión armada que fue derrotada, atentados terroristas contra aviones y naves cubanas, financiamiento de bandas de asesinos que colocaron bombas o mataron civiles desde lanchas rápidas en costas cubanas, innumerables intentos de magnicidio, estaciones de radio y TV dirigidas a subvertir al pueblo cubano (tarea fallida), sobornos a mandatarios y políticos extranjeros para aislar a Cuba, sabotajes económicos, todo eso y mucho más ha sido una inversión de cientos de miles de millones prácticamente perdidos, porque la Revolución Socialista cubana sigue allí, en las narices del Imperio. El gobierno de Bush pide a Cuba liberar a los presos políticos, pero silencia el caso de los Cinco Héroes cubanos encarcelados en EEUU hace diez años por denunciar el terrorismo que se planificaba contra la isla, y cuyas condenas y aislamiento son la negación del derecho y la justicia. La libertad de comercio que exige a la Revolución Cubana la niega Estados Unidos al imponerle un bloqueo que está llegando al medio siglo, mientras los cacareados TLC no son sino la legalización del comercio monopolista. Las “elecciones libres” demandadas a Cuba contrastan con la realidad maniquea de dos partidos gemelos que fingen ser contrarios en campañas mil millonarias donde los pequeños o medianos ni sueñan en competir, porque la democracia norteamericana es clasista, no es directa ni mucho menos toma en cuenta a la mayoría que no vota ni a las minorías segregadas que jamás son consultadas. Mientras los llamados a una “transición” manipulada por un plan neocolonial y anexionista se estrellan contra el sentimiento patriótico, revolucionario y socialista del pueblo cubano y la escoria mayamera se retuerce de furia genocida, Cuba decide seguir su camino soberano y digno, sin venderse al colosal vecino con pies de barro que lo quiere comprar con lentejuelas y falsos oropeles para entregarlo al desenfreno de la venganza de clase de los emigrados, vasallos del Imperio y opresores de ayer. El intervencionismo fracasó en Cuba y fracasará en toda la América Latina. Los guías de los pueblos alzados en su dignidad son en realidad los Fidel, Chávez, Evo, Correa, Ortega, Lula, Cristina Kirchner y los que vendrán, multiplicados por millones. Ni siquiera la bandera de la paz puede ser ofrecida por los interventores norteamericanos, porque donde están presentes hay guerras, desde Colombia hasta Irak y Afganistán. La guerra es su negocio. La paz su enemigo mortal. Si las clases dominantes en EEUU quisieran un ápice al pueblo cubano y les doliera sus limitaciones y padecimientos presuntos o verdaderos, lo primero que hubieran hecho es devolverle los bienes nacionales que le tienen embargados desde 1960, con sus respectivos intereses acumulados, eliminar las leyes del bloqueo que suprimen el libre comercio (paradigma del mentiroso capitalismo) y respetar su autodeterminación como pueblo soberano. La decisión de la Asamblea Nacional de Cuba elegir por unanimidad sus dirigentes y los del país no deja un solo resquicio para la traición a la Revolución. El intervencionismo yanqui se quedó con los crespos hechos.
Estados Unidos (EEUU) ha gastado mucho más recursos contra Cuba para torcer su rumbo, que lo que le hubiera costado deshacer el bloqueo criminal, apoyar un desarrollo económico justo en la América Latina y promover relaciones de cooperación verdadera para poner fin al hambre, al analfabetismo, al desempleo, al atraso social y tantas otras penurias en la región. Medio siglo de asedio, provocaciones, invasión armada que fue derrotada, atentados terroristas contra aviones y naves cubanas, financiamiento de bandas de asesinos que colocaron bombas o mataron civiles desde lanchas rápidas en costas cubanas, innumerables intentos de magnicidio, estaciones de radio y TV dirigidas a subvertir al pueblo cubano (tarea fallida), sobornos a mandatarios y políticos extranjeros para aislar a Cuba, sabotajes económicos, todo eso y mucho más ha sido una inversión de cientos de miles de millones prácticamente perdidos, porque la Revolución Socialista cubana sigue allí, en las narices del Imperio. El gobierno de Bush pide a Cuba liberar a los presos políticos, pero silencia el caso de los Cinco Héroes cubanos encarcelados en EEUU hace diez años por denunciar el terrorismo que se planificaba contra la isla, y cuyas condenas y aislamiento son la negación del derecho y la justicia. La libertad de comercio que exige a la Revolución Cubana la niega Estados Unidos al imponerle un bloqueo que está llegando al medio siglo, mientras los cacareados TLC no son sino la legalización del comercio monopolista. Las “elecciones libres” demandadas a Cuba contrastan con la realidad maniquea de dos partidos gemelos que fingen ser contrarios en campañas mil millonarias donde los pequeños o medianos ni sueñan en competir, porque la democracia norteamericana es clasista, no es directa ni mucho menos toma en cuenta a la mayoría que no vota ni a las minorías segregadas que jamás son consultadas. Mientras los llamados a una “transición” manipulada por un plan neocolonial y anexionista se estrellan contra el sentimiento patriótico, revolucionario y socialista del pueblo cubano y la escoria mayamera se retuerce de furia genocida, Cuba decide seguir su camino soberano y digno, sin venderse al colosal vecino con pies de barro que lo quiere comprar con lentejuelas y falsos oropeles para entregarlo al desenfreno de la venganza de clase de los emigrados, vasallos del Imperio y opresores de ayer. El intervencionismo fracasó en Cuba y fracasará en toda la América Latina. Los guías de los pueblos alzados en su dignidad son en realidad los Fidel, Chávez, Evo, Correa, Ortega, Lula, Cristina Kirchner y los que vendrán, multiplicados por millones. Ni siquiera la bandera de la paz puede ser ofrecida por los interventores norteamericanos, porque donde están presentes hay guerras, desde Colombia hasta Irak y Afganistán. La guerra es su negocio. La paz su enemigo mortal. Si las clases dominantes en EEUU quisieran un ápice al pueblo cubano y les doliera sus limitaciones y padecimientos presuntos o verdaderos, lo primero que hubieran hecho es devolverle los bienes nacionales que le tienen embargados desde 1960, con sus respectivos intereses acumulados, eliminar las leyes del bloqueo que suprimen el libre comercio (paradigma del mentiroso capitalismo) y respetar su autodeterminación como pueblo soberano. La decisión de la Asamblea Nacional de Cuba elegir por unanimidad sus dirigentes y los del país no deja un solo resquicio para la traición a la Revolución. El intervencionismo yanqui se quedó con los crespos hechos.
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