viernes, 25 de julio de 2014

La escasez como un argumento que sustenta la riqueza de la élite.

La humanidad en su recorrido por la tierra ya sea como nómada o cuando posteriormente se instaló en un territorio, fijó domicilio y comenzó su vida sedentaria lo hizo para encontrar la seguridad que necesitaba ya sea para alimentar a la prole o ya para asentar una vida con otros para satisfacer sus necesidades comunes y que requerían respuestas reales a corto, mediano y largo plazo.
 
Si al principio dependía lo que la naturaleza le daba sin más esfuerzo que tomarlo, con el tiempo y cuando fueron creciendo como familias, comunidades y llegar al status de civilizaciones tuvieron necesariamente que aprender a cultivar la tierra para proveerse de alimentos de modo permanente y no dependiendo de las circunstancias favorables o no de la naturaleza.
 
Con esta nueva forma de vivir, el ser humano se puso a comprender y aprender su entorno biosociocultural, las cosas no resultaron todo bien. Si se trataba de la realidad ecológica las sequias, las heladas, los vientos conforme a la situación geográfica, asi como el espíritu humano de cada etnia, hacia que sus propósitos de estabilidad y confianza se vieran afectados gravemente.
 
En el imaginario de la humanidad se fue desarrollando el miedo a morir, la culpabilidad de unos con otros por no haber hecho lo que sabían había que hacer, la vergüenza de vivir situaciones de desnutrición y abandono de unos con otros y la enemistad que se generó cuando cada quien buscaba su propia sobrevivencia y satisfacer sus necesidades. Desde ese momento que se da en miles de años de ensayo y error, inscrito en la memoria humana de todos los pueblos y culturas en la que se delineó la lucha permanente por la sobrevivencia. Olvidando entonces, la solidaridad, la unión, la colaboración y el sentido común como parte natural de la vida en comunidad. E imponiéndose el egoísmo, la división, la manipulación y la construcción de recetas por parte de quienes dominaban.
 
Hoy, esa misma lucha se mantiene y se profundiza, pese a una mayor información, conocimiento y tecnologías existentes en las sociedades modernas. El miedo perturba nuestra paz y estabilidad, culpabilizamos a otros de nuestras situaciones personales y sociales cuando las cosas no funcionan a nuestro favor (a los políticos, a los empresarios, a los ricos y a los pobres) negando así nuestra propia responsabilidad, sentimos vergüenza y la sociedad nos excluye o nos excluimos cuando estamos en situación de pobreza, se estimula el deseo enfermizo por ser rico y vivimos sumidos en el stress y la ansiedad ante la posibilidad de retornar a situaciones de dependencia e impotencia frente a la mezquindad y corrupción de élites económicas en connivencia con los que administran el bien común y las riquezas.
 
No podemos afirmar que somos diferentes a las mismas comunidades primigenias, ellas contaban siempre con algún guía que ejercía poder y direccionalidad para afrontar los problemas como el hambre y satisfacer las necesidades primarias y nosotros hoy en los albores del siglo XXI estamos sometidos a las trasnacionales y mercados mundiales que nos obligan a bailar conforme su música: obtener sus máximas ganancias a costa de nuestro trabajo.
 
Ahora bien, si en la antigüedad estas carencias de alimentos, de agua, entre otros, eran reales, ahora no siempre es así. Se juega a los imaginarios de pobreza y carestía para que la gente acepte pasivamente medidas y situaciones deplorables cuando la verdad es que lo se quiere es robar, sustraer y esconder la riqueza producida por todos o que la madre naturaleza regala sin más esfuerzo que su extracción. Se juega a necesidades sentidas (tener, valer y poder) promovidas por la publicidad y todos los subsistemas lo reproducen de modo continuo y sin cansancio.
 
Bajo esta mirada de carencia y necesidad, la economía como disciplina ha fundado su quehacer. Argumentando límites que no siempre son verdaderos, justificando políticas y programas que solo hacen ocultar los verdaderos planes de unos pocos para apropiarse de lo que es de las mayorías. De hacer de las ganancias un derecho y mérito de una minoría y las pérdidas la forma culpable de hacer sentir a las mayorías por no cumplir con su deber, con las recetas de quienes si creen saber y actuar conforme el credo y sistema patriarcal capitalista.
 
Y lo peor es que lo logran, la gente comienza a ajustarse a las medias verdades y a las medias mentiras como si se tratase de dogmas de fe, que nadie puede refutar pero si aceptar pasivamente, porque se trata del conocimiento de los científicos que han hablado en nombre de la verdad absoluta de las ciencias económicas y quien se atreve a decir lo contrario, pasa a ser marginado, ridiculizado, ignorado y considerado un enemigo del sistema establecido deshumanizador que esclaviza a unos para que hagan las tareas más difíciles y peor pagadas y fomenta la servidumbre de quienes aprenden el conocimiento y manejan la tecnología conforme los modos de producción de las élites y sus intereses . La gente comienza aceptar las formas jerárquicas y organizativas promovidas por la acción comunicativa de quienes ostentan el poder económico y político que crean la ilusión de la posibilidad de la riqueza material para todos.
 
Hablan de la libertad, de la igualdad, de la democracia y de la verdad. Y no son más que máscaras para esconder sus verdaderas intenciones: la libertad del mercado y del capital en supremacía y en la negación de lo social y lo humano, la igualdad frente a la ley y los impuestos donde el rico es igual al pobre en el pago de los impuestos y que el tener dinero puede hacer uso para comprar conciencias, la democracia como utopía inalcanzable pues es la plutocracia quién gobierna y la inexistencia de la verdad como fundamento para imponer un solo camino, una solo mirada, un pensamiento único: el capitalismo y máximo su hermana neoliberal. Sin embargo, la trampa radica en estimular una forma de ser y hacer en donde el trabajo deshumanizador y degradante cumple su papel: apropiarse de las fuerzas energéticas de las mayorías en beneficio de unos pocos.
 
Vale dejar unas interrogantes:
¿Cómo las macroestructuras políticas y económicas estimulan los mapas de de carencia de recursos en la mente de los ciudadanos?
Como productores y consumidores de bienes y servicios para la garantía y satisfacción de los derechos sociales, económicos, políticos, educativos y culturales y ambientales que provee el sector público y privado ¿Somos conscientes de nuestras propias necesidades, intereses y expectativas o nos dejamos llevar por el juego de intereses de grupos, basados en la ganancia y riqueza de unos pocos y la pérdida de energía vital de las mayorías?
 
Profesora de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Lic. en Comunicación Social Magister en Comunicación Organizacional. Dra. en Ciencias para el Desarrollo Estratégico.
 alicesocorro2000@yahoo.es 
 
Alice Socorro Peña Maldonado

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