¡Yo
creé el terrorismo yihadista y no me arrepiento!» (…) ¿Qué es lo más
importante para la historia del mundo? ¿El Talibán o el colapso del
imperio soviético?”
Zbigniew Brzezinski, exconsejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter,
Los
seguidores del asesor polaco despliegan sus alianzas en nuestra región
también con organizaciones paramilitares y narcotraficantes colombianos,
como la tristemente célebre banda «Los Rastrojos», especialistas en
desmembrar a sus víctimas con el deleite de orfebres y seguros escoltas
del hombre de la CIA en Venezuela, Juan Guaidó, durante sus fracasadas
acciones desestabilizadoras
La
inspiración antisoviética con que Brzezinski hizo su trabajo parece
tener origen en su formación profundamente antisoviética, impregnada por
el padre, quien representó a su país, Polonia, en Alemania y la urss
durante los convulsos años 30 del siglo xx.
La
historia de política exterior estadounidense en el siglo XX está ligada
a Zbigniew Brzezinski. Profesor de la Universidad Johns Hopkins antes
en Harvard y en Columbia, había dirigido la Trilateral Commission del
banquero Rockefeller y había asesorado a los presidentes Kennedy y
Johnson.
El
polaco fue un gran defensor de la Guerra de Vietnam y en 1966 entró a
formar parte del Consejo de Planificación Política del Departamento de
Estado. Fue uno de los redactores del discurso «Construcción de
puentes», pronunciado por el presidente Lyndon Johnson el 7 de octubre
de 1966.
A
los 49 años, Brzezinski se convirtió en un influyente asesor de
Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter y en un decisivo
instigador de la Operación Ciclón, basada en la alianza de la cia con
los extremistas musulmanes afganos, antes y durante la intervención
soviética en Afganistán en la década de 1980.
Esa
operación, costeada por más de diez años con alrededor de 40 000
millones de dólares en ayuda militar y logística de todo tipo por EE.
UU., según cálculos de diversas fuentes públicas en la red, además de
contribuir a la retirada del Ejército Rojo y la propia desaparición de
la urss, desencadenó un funesto legado de miles de muertos en toda la
región y la destrucción de países enteros, en una trama que parece no
tener fin.
La trampa a «Los rastrojos»
Para
los años finales de la década de 1970, en Afganistán se instauró un
régimen favorable a cambios socialistas, apoyado por la URSS, pero las
autoridades afganas, al intentar infructuosamente quebrar siglos de
costumbres medievales, solo lograron concitar una fuerte oposición
armada del fundamentalismo religioso que Brzezinski consideró importante
sustentar militar y económicamente en julio de 1979, con la puesta en
marcha de la Operación Ciclón, aprobada por el presidente Carter antes
de la intervención soviética en Afganistán en diciembre de 1979.
Desde
entonces, una fuerte campaña mediática presentó la oposición armada del
movimiento islamista con el apoyo estadounidense como reacción
posterior a la invasión soviética, sin embargo, en 1998, Brzezinski, en
la mencionada entrevista, aportó luz sobre el siniestro entramado de la
Operación Ciclón.
«No
presionamos a los rusos a intervenir, pero incrementamos a propósito la
probabilidad de que lo hicieran… Esa operación secreta (Ciclón) fue una
idea excelente. Tuvo el efecto de atraer a los soviéticos hacia la
trampa afgana… El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la
frontera, escribí al presidente Carter: “Ahora tenemos la oportunidad de
darle a la Unión Soviética su Guerra de Vietnam”».
La
estrategia de enfrentar a la urss en Afganistán tuvo éxito, pero de los
vestigios de esa victoria quedaron en Afganistán las bases de miles de
combatientes fundamentalistas de donde emergió Al Qaeda, concebido por
un espigado joven millonario saudí, llamado Bin Laden, quien en su época
resultó uno de los nombrados combatientes por la libertad contra los
«infieles soviéticos» que tanto prohijó Brzezinski.
El
asesor de origen polaco murió en 2017 a los 89 años y no se arrepintió
de las consecuencias de la trágica coalición con los extremistas
islámicos, que promovió creyendo que así contribuía a los intereses de
su patria adoptiva, a costa de la vida de miles de habitantes inocentes
de todo el mundo.
Desde el Estado Islámico
Es
un despropósito imputar a una sola persona ser el responsable de tal
sórdida doctrina, que respondió en última instancia a los intereses del
imperio estadounidense, al que sirvieron por igual los posteriores
inquilinos de la Casa Blanca por encima de sus filiación a los partidos
republicano o demócrata.
Cuando
parecía algo del pasado jugar con tan peligrosos aliados, a inicios del
presente siglo irrumpió una mutación de Al Qaeda, un pequeño ejército
armado hasta los dientes por EE. UU., la OTAN e Israel, bajo el nombre
de Estado Islámico, que se asentó en buena parte del territorio iraquí
ante las narices de las tropas de ocupación estadounidense y que, según
cálculos moderados, ha asesinado a más de 200 000 personas.
También
«casualmente» la ofensiva principal de los terroristas fue contra
Siria, para facilitar la tarea a Washington, involucrado en una guerra
no declarada con la aplicación de todas las recetas conocidas de la
subversión posmoderna contra ese país por ser un valladar a la
geopolítica estadounidense e israelí en la región.
Pero
la historia esta vez fue diferente. El gobierno sirio, su pueblo y
ejército, con el decisivo apoyo de Rusia, ganaron esa guerra contra un
enemigo que buscaba imponer la barbarie, el genocidio y la destrucción
de la nación y su cultura, método que caracteriza a las actuales guerras
de agresión y doctrinas subversivas alentadas por EE. UU.
Los
seguidores del asesor polaco despliegan sus alianzas en nuestra región
también con organizaciones paramilitares y narcotraficantes colombianos,
como la tristemente célebre banda «Los Rastrojos», especialistas en
desmembrar a sus víctimas con el deleite de orfebres y seguros escoltas
del hombre de la CIA en Venezuela, Juan Guaidó, durante sus fracasadas
acciones desestabilizadoras.
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