"Vivir bajo el yugo estrangulador de una dictadura
comunista no es fácil. Lo sé, no en carne propia, porque yo soy una
“esbirra tarifada del régimen”, sino en carne de unas vecinas de la
calle de atrás..."
Con el Mazo Dando
Con el Mazo Dando
Vivir
bajo el yugo estrangulador de una dictadura comunista no es fácil. Lo
sé, no en carne propia, porque yo soy una “esbirra tarifada del
régimen”, sino en carne de unas vecinas de la calle de atrás. Una
incasables luchadoras que, en 2013, “descargaron su arrechera” rodeando
mi casa con un cacerolazo que duró tres noches consecutivas. Ellas, que
en 2017 formaron los grupos de choque, que bloquearían las calles para
que los chiabistas malvados no pudiéramos ir a votar por la
Constituyente… Y votamos, los muy malucos, porque así somos los
chavistas: no respetamos el derecho de la gente decente y pensante de
impedirnos el derecho al voto. Ellas, que hoy luchan con uñas y dientes
por otro derecho violentado: el de recibir más cajas del CLAP que los
demás, porque ¡No es no! y “no acateremos”. ¡Maduro vete ya!
Un
nuevo capítulo en la lucha libertaria de estas aguerridas vecinas
que comenzó la semana pasada, cuando en el continuo proceso organización
del CLAP, nos acercamos para verificar algunas cosas, explicarles otras
y escuchar sus quejas, que por momentos fueron insultos, gritos e
injurias. No fue fácil, pero fuimos acercándonos a la posibilidad de
lograr hablar y ser escuchados, o eso creía yo, pero llegó la
“funcionaria”.
De
la oscuridad de la noche surgió con su tumbao de romeria blanca, con
cara de tú no sabes quién soy yo, que no le debo nada a nadie, porque yo
pago mi CLAP, porque es mi derecho y nadie me lo puede quitar. Su
derecho y el derecho a la caja ajena (de un pariente suyo que ya no vive
aquí) y que ella se lleva porque porque le da la gana, pues; y aquí los
únicos ladrones son ustedes los chavistas… Entonces, algunos (muchos)
vecinos, antes en calma, entraron en trance guarimbero y se sumaron a la
acusareda, hasta manoteando, y yo con cara de ¿qué hago yo aquí si mi
calle está allá y allá estas cosas no pasan?
En
medio del zaperoco, encontré, o eso creí, a unas vecinas dialogantes, o
eso creí, con quienes podríamos articular algunos acuerdos y
soluciones, o eso creí.
Medio
sofocada la volatil periquera, aproveché para explicarles lo que íbamos
a hacer: un censo nuevo para revisar quiénes están, quienes se han ido,
quiénes han crecido como familia. Un censo evidentemente necesario
porque siendo esa una calle del mismito tamaño de la mía, llegó a
triplicarla en el número de familias censadas. Y es que el primer censo
lo hizo una líder de calle opositora, decente y pensante, convencida de
que la mejor manera de ayudar a la comunidad era reventando el CLAP y
quedándose con todo, así tumbaban a Maduro y, de pasó, comían bien.
Con
un censo nuevo aclaramos y avanzamos. ¿Estamos de acuerdo?. ¡Sí!
-estuvieron de acuerdo casi todos, salvo la funcionaria cacerolera que
pretendía chapaear con el cuento de trabaja en el poder judicial,
olvidando que todos sabemos que eso es imposible porque nadie que piense
distinto puede trabajar las instituciones públicas en esta dictadura
excluyente.
Dos
días después levantamos el censo. La funcionaria chapera no salió,
porque no hay derecho a que violentemos su derecho a negarse a ser
censada. El resto de los vecinos colaboró, algunos con reservas, comidos
por las dudas y los miedos inoculados en estos últimos 20 años.
Salieron del censo los que ya no viven aquí, y restamos una caja a una
familia de cuatro que se las ingenió para recibir dos cajas, con el
cuento de que viven juntos pero no revueltos y, claro, la caja del
pariente ausente de la funcionaria chapera ¿Todos conformes? ¡Si!.
Todos, menos ustedes saben quién.
Contenta
porque habíamos logrado hacer el censo sin recibir insultos,
cacerolazos o mayores rechazos; regresé a mi casa, cenamos y a dormir;
solo para despertar al día siguiente con una citación en la Defensoría
del Pueblo (creación del gobierno chavista) porque fui acusada de
vulnerar los derechos de unas vecinas de la calle de atrás: Sip, la
funcionaria chapera y -¡sorpresa!- las vecinas dialogantes, que no van a
permitir que les quitemos su derecho a recibir cajas CLAP que no les
corresponden y que ellas se merecen porque sí.
Así es el CLAP que inventó esta dictadura, Sra. Bachelet. Anótelo en su informe.
Mañana,
a las 9 de la mañana, estaré en la Defensoría del Pueblo, en mi
carácter de esbirra violadora de derechos humanos, defendiendo mi
ilegítimo derecho tener un CLAP equitativo y transparente.
¡Nosotros venceremos, siempre!
CAROLA CHÁVEZ
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