Pero siguiendo la lógica detectivesca, Washington también tiene los medios. Hay una escena del documental Citizen Four, que recoge la huida y denuncia del analista de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos Edward Snowden, donde se demuestra cómo el gobierno norteamericano puede dejar sin electricidad a un país aliado, como Japón. Fue lo primero que recordé cuando vi la noticia del extenso apagón que ha sufrido Venezuela, justo después de una sucesión de agresiones desde Washington que incluyen intento de magnicidio, llamados abiertos a un golpe militar, imposición de un presidente no electo, demonización mediática y hasta introducción forzada de “ayuda humanitaria” para paliar los efectos de un bloqueo financiero que es obra de los mismos autores de las acciones enumeradas antes, pero no suelen aparecer relacionadas en los grandes medios de comunicación internacionales.
Veamos, además, los antecedentes. No hay que ir muy lejos en el tiempo para saber que hacer sufrir a la población civil, privándola de servicios básicos, es un método de guerra empleado habitualmente contra los enemigos de Estados Unidos. Ahí están los bombardeos que encabezó Washington contra Yugoslavia a fines del Siglo XX que dejaron sin electricidad al 70% de la población civil, también la docena de estaciones de televisión destruidas entonces que evocan la obsesión de varios políticos estadounidense con silenciar TeleSUR., o el minado de los puertos nicaraguenses durante la guerra sucia para derribar el gobierno sandinista, condenado por la Corte Internacional de Justicia de la Haya.
En el campo tecnológico está el célebre Dossier Farewell, el ciberataque a través de el software para el control automático importado desde Canadá del gasoducto transiberiano de la URSS, contentivo de un Caballo de Troya, operación de los servicios de inteligencia franceses y estadounidenses durante el gobierno de Ronnald Reagan que produjera la mayor explosión no nuclear de la historia. Más acá, es conocido el virus Stuxnet, generado por norteamericanos e israelíes, para destruir el programa nuclear iraní y que terminó contaminando millones de computadoras en todo el planeta, como muy bien difundió The New York Times y se ilustra en el documental Zero Days.
Hacer memoria siempre es bueno. Por ejemplo, recordar cuando un avión se acercaba al aeropuerto de una capital latinoamericana, tomado militarmente. Miles de personas trataban de acercarse a la pista pero los militares dispararon con el efecto de muchos muertos y heridos. En la aeronave, acompañado de colegas de otros países, viajaba el Presidente constitucional del país donde se intentaba aterrizar, al que habían usurpado su puesto.
Obviamente, caeríamos en cuenta de que la escena descrita arriba no es lo que sucedió en Caracas, cuando este 4 de marzo regresó Juan Guaidó, autoproclamado presidente de Venezuela con el respaldo de Estados Unidos, el Grupo de Lima y algunos gobiernos europeos. Pero es lo ocurrido cuando el Presidente Manuel Zelaya, derrocado por los militares hondureños y enviado en pijama al exilio, intentaba aterrizar en Tegucigalpa en compañía de varios líderes latinoamericanos. La llegada de Zelaya al cielo de Honduras no fue precedida por el intento de ingresar ayuda humanitaria a través de las fronteras del país, tampoco celebridades de la industria musical dieron un concierto para facilitar la llegada de la tal ayuda, y mucho menos hubo pronunciamientos condenatorios del gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea sobre la brutal represión desatada en esos días contra manifestantes civiles.
Es el mismo Señor Guaidó que proclamó que regresaría la electricidad cuando caiga el gobierno bolivariano, pero la electricidad está regresando y Nicolás Maduro sigue en Miraflores. Parece que los dueños de los virus cibernéticos, los bombardeos humanitarios y la opinión publicada le vuelven a prometer y no cumplir ¿Qué viene ahora en el arsenal de Washington para derribar gobiernos que le son incómodos? Busquemos en la memoria, su curriculum no se agota con facilidad, no es una teoría conspiranoica, es historia vivida y comprobada.
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