Maryclen Stelling.- En la coyuntura política actual, el apagón indudablemente constituye uno de los más importantes hitos de los últimos tiempos, afectando fuertemente la subjetividad personal y colectiva, en tanto fuerzas motrices del propio accionar político.
A pesar de la urgente necesidad de diálogo y consenso, se imponen los antagonismos y las confrontaciones, inherentes a la emocionalidad que subyace a una supuesta “racionalidad” política. Lugar desde donde se articulan dimensiones simbólicas, emocionales y prácticas.
Trama subjetiva que nos define e identifica; nos impulsa a actuar y nos relaciona con el “otro”, concebido en términos morales y no políticos, percibido, además, como un enemigo en vez de un adversario. En casos extremos nos sentimos condenados a un destino al que no podemos escapar y, por tanto, lo asumimos con resignación e indiferencia.
En buena parte de la población venezolana se han instalado y fortalecido pasiones de odio, muerte y destrucción. Poderosa emocionalidad que ha invadido todas las esferas de la vida, ante la pasividad individual, social y cultural. En los discursos, narrativas y en el propio accionar político confluyen y se confrontan crisis, emociones y sentimientos en desmedro de la razón. Papel primordial juega el poder transmedia, suerte de “máquina discursiva”, que intencionalmente alimenta tal subjetividad política.
Detrás de una supuesta racionalidad, subyace una potente subjetividad que desata lo que se denominan “pasiones tristes”: el miedo, el dolor, la insolidaridad, el odio, la envidia, el resentimiento, la venganza, la crueldad y la muerte. Desde esa plataforma subjetiva, lanza Guaidó su arenga sobre el costo político de la transición, cuando, enfático, afirma “para nosotros no es costo (…) es inversión en futuro”. Y, apelando a las pasiones tristes, remata con una suerte de amenaza: “estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario por la libertad (…) No hay miedo”.
No hay que desmeritar entonces el papel de las sensibilidades, sentimientos, afectividad y pasiones desatadas, que sin duda conducen a la profundización del antagonismo y la confrontación.
En ese contexto, ¿Cómo derrotar la lógica de la guerra? ¿Cómo apartarnos de las prácticas violentas de representación y participación? ¿Cómo reconstruir el tejido social? ¿Cómo abrirse a nuevas miradas sobre la convivencia, el diálogo, la concertación?
Maryclen Stelling
@maryclens
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