En nuestro país, como resultado de la polarización y la
radicalización política de los últimos años, progresivamente se ha ido
incubando la violencia, abierta u oculta, según las características e
intensidad que asuma el conflicto sociopolítico entre Gobierno y
oposición.
Así, la ciudadanía, acorde a las características de la coyuntura confrontacional, está sometida a diferentes tipos de violencia: física, psicológica, emocional, mediática, culturales… Se transitan procesos complejos, dinámicos y cambiantes, dolorosos y vergonzosos que conducen a un clima emocional de impotencia, en el que la violencia puede constituirse en algo natural y fatal.
Tiempos sombríos de apatía y desesperanza que engendran una peligrosa indiferencia ciudadana. En el intento de continuar con la cotidianidad y blindarnos contra estos tiempos turbulentos, transitamos por los lugares de la destrucción y la muerte, ajenos al sentido y la magnitud de la violencia que nos circunda. Suerte de banalización sanadora de la acción destructiva y la violencia en su forma límite, la violencia homicida. Es el momento de reflexionar sobre la naturalización de la violencia que amenaza con instaurarse social y culturalmente en la Venezuela actual.
El último “parte de guerra” oficial reseña -en mes y medio- 60 muertes, más de 200 heridos, y 600 millones de bolívares en pérdidas, producto de actos de saqueo y vandalismo donde destaca “la violencia irracional contra hospitales y centros de salud”. La oposición denuncia una “brutal” represión que “no intimida” a quienes perdieron el miedo y están dispuestos a “dar su vida” por un cambio de gobierno. Según analistas de oposición, la protesta iniciada el 19-A, adquiere el rango de “rebelión civil” de un pueblo determinado que “rechaza el régimen de Maduro”.
Cuando los eventos violentos empiezan a desprenderse y peligrosamente comienzan a tomar un sentido y una lógica propia, estamos en presencia de un proceso de autonomización de la violencia.
Convertidos en una sociedad rehén de dos violencias enfrentadas, es imperante traspasar la narración “periodística” del contexto coyuntural y desnudar su lógica propia. Es imperante analizar las condiciones estructurales que la incubaron, aquellas que la mantienen y reproducen, además de las razones morales que supuestamente la justifican.
@MaryclenS
Así, la ciudadanía, acorde a las características de la coyuntura confrontacional, está sometida a diferentes tipos de violencia: física, psicológica, emocional, mediática, culturales… Se transitan procesos complejos, dinámicos y cambiantes, dolorosos y vergonzosos que conducen a un clima emocional de impotencia, en el que la violencia puede constituirse en algo natural y fatal.
Tiempos sombríos de apatía y desesperanza que engendran una peligrosa indiferencia ciudadana. En el intento de continuar con la cotidianidad y blindarnos contra estos tiempos turbulentos, transitamos por los lugares de la destrucción y la muerte, ajenos al sentido y la magnitud de la violencia que nos circunda. Suerte de banalización sanadora de la acción destructiva y la violencia en su forma límite, la violencia homicida. Es el momento de reflexionar sobre la naturalización de la violencia que amenaza con instaurarse social y culturalmente en la Venezuela actual.
El último “parte de guerra” oficial reseña -en mes y medio- 60 muertes, más de 200 heridos, y 600 millones de bolívares en pérdidas, producto de actos de saqueo y vandalismo donde destaca “la violencia irracional contra hospitales y centros de salud”. La oposición denuncia una “brutal” represión que “no intimida” a quienes perdieron el miedo y están dispuestos a “dar su vida” por un cambio de gobierno. Según analistas de oposición, la protesta iniciada el 19-A, adquiere el rango de “rebelión civil” de un pueblo determinado que “rechaza el régimen de Maduro”.
Cuando los eventos violentos empiezan a desprenderse y peligrosamente comienzan a tomar un sentido y una lógica propia, estamos en presencia de un proceso de autonomización de la violencia.
Convertidos en una sociedad rehén de dos violencias enfrentadas, es imperante traspasar la narración “periodística” del contexto coyuntural y desnudar su lógica propia. Es imperante analizar las condiciones estructurales que la incubaron, aquellas que la mantienen y reproducen, además de las razones morales que supuestamente la justifican.
@MaryclenS
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