Carola Chávez
El antichavismo se supera y abraza un nuevo elemento de violencia, quizá el más peligroso de todos: el linchamiento.
Los operadores del odio dejaron caer la idea, como quién no quiere la cosa, señalando las posibles presas, que, según explicaron con criminal precisión, son de todos los tamaños, porque hasta niños de cinco años, si son hijos de chavistas, “son culpables y deben pagar”. Ya saben, esto para tener “un país mejor donde quepamos todos”
“¿Cómo se siente ser escupido en todo el planeta? ¿Que no haya sitio dónde esconderte, avión dónde volar? ¿Que ya no tengan paz jamás?” —Aupaba el caos, Cesar Miguel Rondón, regodeándose en su cobarde sadismo.
Y no solo a los chavistas, “hasta una simple secretaria de un ministerio —instruye Patricia Poleo desde Miami—, porque todo el que trabaje en una institución pública será considerado cómplice”. Se levanta la veda y 2 millones de empleados públicos están en la mira.
Es tan sencillo, si alguien señala a un chavista, corra usted a entrarle a patadas o insultos, y grabe con su teléfono la cobarde proeza para tuitearla después.
Rebotaban encantados los videos en las redes, hasta que el de una turba libertaria en el CCCT prendió las alarmas. La locura instantánea: de repente cae un señor al piso, rodeado de verdugos que lo muelen patadas. De la nada llegan decenas de personas con sus gorras siete estrellas, apuntando a la víctima con sus celulares, como si estos lanzaran rayos laser, todos gritándole, mientras los vigilantes lo rescatan y alejan de la turba. “¡Fuera, fuera!”… El golpeado no era un funcionario chavista, como decían. Era alguien que a alguien se le pareció a alguien y ya.
Entonces el repudio: El periodista Isnardo Bravo tuiteó su selectiva indignación “Qué pasa, ahora la idea es maltratar a quien sea, sin ni siquiera averiguar. POR DIOS!!!” Su colega, Carines Moncada describió el hecho como “muy vergonzoso, ya que, aparentemente, confundieron a un ciudadano con un chavista”
Así que ya sabe, amigo decente y pensante, averigüe primero y linche después, no vaya a ser que termine usted pateando a un ciudadano y no a un chavista, como debe ser. Linche con precisión, porque de seguir con este desorden, usted mismo ya no sabrá en qué lugar del este del Este, una turba de fuego amigo le podría estar esperando.
El antichavismo se supera y abraza un nuevo elemento de violencia, quizá el más peligroso de todos: el linchamiento.
Los operadores del odio dejaron caer la idea, como quién no quiere la cosa, señalando las posibles presas, que, según explicaron con criminal precisión, son de todos los tamaños, porque hasta niños de cinco años, si son hijos de chavistas, “son culpables y deben pagar”. Ya saben, esto para tener “un país mejor donde quepamos todos”
“¿Cómo se siente ser escupido en todo el planeta? ¿Que no haya sitio dónde esconderte, avión dónde volar? ¿Que ya no tengan paz jamás?” —Aupaba el caos, Cesar Miguel Rondón, regodeándose en su cobarde sadismo.
Y no solo a los chavistas, “hasta una simple secretaria de un ministerio —instruye Patricia Poleo desde Miami—, porque todo el que trabaje en una institución pública será considerado cómplice”. Se levanta la veda y 2 millones de empleados públicos están en la mira.
Es tan sencillo, si alguien señala a un chavista, corra usted a entrarle a patadas o insultos, y grabe con su teléfono la cobarde proeza para tuitearla después.
Rebotaban encantados los videos en las redes, hasta que el de una turba libertaria en el CCCT prendió las alarmas. La locura instantánea: de repente cae un señor al piso, rodeado de verdugos que lo muelen patadas. De la nada llegan decenas de personas con sus gorras siete estrellas, apuntando a la víctima con sus celulares, como si estos lanzaran rayos laser, todos gritándole, mientras los vigilantes lo rescatan y alejan de la turba. “¡Fuera, fuera!”… El golpeado no era un funcionario chavista, como decían. Era alguien que a alguien se le pareció a alguien y ya.
Entonces el repudio: El periodista Isnardo Bravo tuiteó su selectiva indignación “Qué pasa, ahora la idea es maltratar a quien sea, sin ni siquiera averiguar. POR DIOS!!!” Su colega, Carines Moncada describió el hecho como “muy vergonzoso, ya que, aparentemente, confundieron a un ciudadano con un chavista”
Así que ya sabe, amigo decente y pensante, averigüe primero y linche después, no vaya a ser que termine usted pateando a un ciudadano y no a un chavista, como debe ser. Linche con precisión, porque de seguir con este desorden, usted mismo ya no sabrá en qué lugar del este del Este, una turba de fuego amigo le podría estar esperando.
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