Los
venezolanos hemos estado celebrando el 12 de febrero el "Día de la
Juventud". Si el oficio de traductor responsable estuviera bien ejercido
en este país habría que explicar que la forma correcta de decir eso es:
los venezolanos hemos estado celebrando por décadas el día lamentable
en que los sifrinos de Caracas, los manitos blancas de 1814, se salvaron
de que los esclavos y los hijos de los esclavos (que también eran
jóvenes y cargaban encima una rabia de 300 años) les echaran la
recontracoñamentazón de su vida en La Victoria.
La convención historiográfica burguesa, tan dada al culto
desmesurado de sus valores de clase, nos impuso hace unas cuantas
décadas la celebración oficial de un acontecimiento y una fecha que sólo
significan algo, llamémoslo "edificante", para los agentes de la
dominación y su iconografía. Después de mucho hacer lobby y de jugar a
que los ricos se derriten de amor patrio cuando recuerdan la gesta de la
Independencia, los descendientes o aprovechadores de las glorias del
mantuanaje criollo lograron que la Asamblea Constituyente de 1947
decretara el 12 de febrero como "Día de la Juventud".
Sesenta y nueve años después la Asamblea Nacional, otra
vez bajo dominio de bandidos de cuello blanco y enfermos morales
disfrazados de prohombres de la democracia, han decidido que el orador
de orden en esta fecha patria sea un sifrino güevón, igualito a los que
Ribas reclutó en 1814 ("La flor de la juventud de Caracas") para que
fueran a hacer el ridículo allá en La Victoria.
Va un paréntesis antes de echar ese cuento tan rara vez contado.
***
Toda nuestra generación fue "educada" y "formada" en
escuelas adecas, en planteles con estructura, mentalidad y contenido
curricular diseñados para perpetuar los valores y claves procedimentales
de nuestro Estado nacional burgués. Nos formaron para vivir y
sobrevivir en un tipo de sociedad donde las burguesías industriales y
comerciales nos imponen a los pobres esclavizados el respeto o el miedo a
sus símbolos. Nada de raro tiene entonces que desde niños nos
habituaran al culto obligatorio de un Bolívar indestructible, casi dios,
casi omnipotente y casi europeo: el Bolívar romano convertido en
estatua tiene mirada de piedra y nunca se ríe, nunca se equivoca, nunca
pierde, nunca retrocede. Nadie en Venezuela puede soñar jamás igualar a
Bolívar aunque está impuesto de la obligación moral de intentarlo. Anda,
sé como Bolívar, coñoetumadre, mientras yo me limito a ser como mi
abuelo Eugenio Mendoza: Bolívar terminó arruinado en los calorones de
Santa Marta y ya ustedes saben qué ha sido de los Mendoza en este país.
Cuando Chávez ordenó la exhumación de los restos de Simón
Bolívar estaba dando un paso fundamental en el lento proceso de
liberación del pueblo de sus cadenas simbólicas más pesadas: Hugo,
bolivariano hasta los huesos, mostró los huesos de Bolívar para que los
venezolanos de este tiempo nos descubriéramos hijos de un ser humano y
no de un mito ni de una leyenda. El tipo que nos entregó la nacionalidad
eran tan vulnerable que la muerte lo alcanzó así como ha de alcanzarnos
a todos nosotros, más temprano o más tarde, y esa declaración tan obvia
y tan pendeja tuvo que ser refrendada por medio de la difusión de un
Bolívar re-hecho a partir de la tecnología. Ahora el ciudadano común
sabe, así no sepa cómo decirlo, que no hubo efluvios misteriosos ni
divinos en la construcción de este caballero de la guerra, hacedor de
repúblicas, sino pura voluntad y emociones y debilidades de carne y
piel.
Se puede honrar la historia patria sin olvidar la Historia del Pueblo
Ah: pero persiste, sobrevive, se defiende a sí misma y se
impone una visión de la historia que nos hace creer que siempre todo
fue bueno y noble en Bolívar y en los promotores de la independencia.
Bolívar, Ribas y sus contemporáneos no mejoraron con el tiempo, no
señor: ellos nacieron buenos y chéveres y virtuosos y perfectos. Como es
tan fácil declararse bolivariano en Venezuela, y como en consecuencia a
Bolívar se le ha utilizado para justificar prácticamente lo que sea,
entonces llueven para arriba y para abajo las versiones y "análisis"
según los cuales Bolívar era adeco, empresario, feminista o
marxista-leninista, dependiendo del discurseador de turno. Nacho
seguramente dirá en su discurso que Bolívar odiaba a Chávez y que le
encantaba el perreo, y habrá que calársela porque el cambio es el cambio
y por esa mierda votó la mayoría etcétera-etcétera-etcétera.
***
El punto es que, en pleno tiempo revolucionario y de
reconstrucción de nuestra historia y de nuestros modelos éticos,
nosotros los descendientes de esclavizados seguimos rindiéndoles
homenajes a los ricos y a sus abuelos. Hugo Chávez, quien no le sacó
nunca el cuerpo a esta situación pero tuvo el valor y la gallardía de
explicarlo, resumió en un discurso tan sencillo como profundo el sentido
que tiene seguir honrando la historia patria pero sin olvidar que
existe una Historia del Pueblo. Que es preciso tomar en cuenta que la
generación de próceres de la Independencia atravesaron una terrible fase
de impopularidad producto de su condición de clase: los republicanos de
1810-1815 eran dueños de esclavos, propietarios que necesitaban de la
permanencia del modo de producción esclavista para alimentar sus
ejércitos y sus proyectos. Que Bolívar, Ribas y los suyos necesitaban
que alguien les echara una buena pela para acelerar el proceso de su
conversión en revolucionarios.
Ese alguien les estaba echando esa pela precisamente
hacia el año 1814, y como por aquí a mucha gente todavía le duele que
uno personalice algunos episodios en un individuo en particular entonces
va a haber que decirlo así: el agente que estaba explicándoles a palo a
los señores libertadores cómo es que se ganan las guerras era el pueblo
pobre, oprimido y humillado de Venezuela. Cada vez que uno muestra el
pasaje en que Chávez echa ese cuento muchos prefieren hacerse los
pendejos y voltear a ver para otro lado y a rascarse la nuca. Pero hay
que seguir haciéndolo, hermano Hugo Chávez, porque a ti algún día te van
a escuchar:
José Félix Ribas tuvo que llevarse
a los hijos de los ricos (sólo los hijos de los ricos podían ser
universitarios y seminaristas) para La Victoria a pelear, no porque "la
flor de la juventud" fuera muy aguerrida, valiente y noble, sino porque
los esclavos no querían combatir al lado de los engreídos que los tenían
de sirvientes y de animales de carga en las haciendas. Los pobres de
1814 eran boveros, no republicanos ni tampoco realistas (oigan a Chávez,
no me crean a mí).
Ribas y sus sifrinos no ganaron la batalla de La
Victoria. Bolívar y el ejército patriota venían de recibir una derrota
estrepitosa en la población de La Puerta (aprender de memoria: ningún
ejército puede contra un pueblo embravecido, ni siquiera el ejército de
Bolívar), Boves resultó herido en esa ocasión pero aun así sus hombres
barrieron a los independentistas. El taita tuvo que ser trasladado a
Villa de Cura mientras Morales avanzaba sobre La Victoria. En La
Victoria el pueblo pobre peleó sin su amado jefe; tuvo que conformarse
con acatar la jefatura de un señor que tenía la desventaja de parecerse
mucho a los mantuanos que combatía, pero aun así el asedio de la
población duró casi todo el día 12 de febrero.
Nacho representa al hijo de esclavos que hace el coro a sus amos
Ribas y sus sifrinos lograron, en efecto, que los
jóvenes, hijos de esclavos liberados en la guerra del pueblo, no
penetraran hasta la última trinchera de la plaza y los desguazaran a
todos. Esa fue la hazaña de los hijos de los ricos aquel día. La gente
de Boves dejó de atacar y se retiró cuando Vicente Campo Elías se
aproximaba con la caballería, conformada por guerreros de verdad (en su
mayoría esclavos que peleaban para sus amos), cosa que dio por concluida
la batalla o asedio de La Victoria y a Bolívar le dio tiempo de
sentarse a descansar después del carrerón que Boves lo obligó a pegar,
rumbo a Caracas.
No hubo victoria en La Victoria: hubo un empate y una
pausa, antes de que el pueblo en armas siguiera persiguiendo a los
mantuanos hacia la capital, a la que entraron de todas maneras cinco
meses después, el primero de julio. Sobre el éxodo a oriente,
escenificado por los ricos espantados porque Caracas se iba a llenar de
llaneros, negros y zambos jediondos y ansiosos de vengar su esclavitud,
habrá que hablar después.
***
Así que el "cantante" Nacho ha sido una buena selección;
él es el orador ideal en este evento tan glorificado y tan ridículo.
Nacho representa, tal vez no a los hijos de los ricos, sino a algo peor:
al hijo de esclavos que andan por la vida cantándole al amo que los
humilla, los patea, los utiliza, los convierte en objeto y en mercancía.
El espectáculo de Nacho es un excelente colofón para el espectáculo
historiográfico más lamentable de estos dos siglos: pobres e hijos de
pobres aplaudirán hoy y mañana las glorias de los hijos de la grandísima
puta que fueron y siguen siendo los dueños de las riquezas de este
país.
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