Apenas me bajé del avión que me llevó a Puerto Ordaz el pasado viernes,
me enteré de la situación de violencia que se generó en San Félix y que
dejó como saldo un fallecido, el saqueo de comercios y la detención de
decenas de personas.
El gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez, a quien entrevisté ese día, atribuyó el hecho a una acción planificada, con claros ribetes políticos, en medio de un año electoral como el actual. Se habla de motorizados que salían a atizar a la población para que participara de los saqueos de uno o varios comercios. Quien sabe…
En lo personal, dudo de que se trate de un hecho espontáneo, pero más allá de las opiniones, existe una verdad incontestable: hay descontento por los problemas derivados del desabastecimiento. Y ya comienza a pegar más duro que de costumbre en los bolsillos el alto costo de cualquier producto o servicio, sea o no de primera necesidad.
Amigos de Guayana me cuentan que lo ocurrido el pasado viernes tiene sus antecedentes en varios puntos. Uno de ellos que buena parte de los productos que deberían satisfacer las necesidades de los guayaneses están saliendo para Brasil. Bien en camiones o porque ciudadanos del vecino sureño llegan en grandes cantidades y con mucho dinero para comprar. Puede ser un factor, no el único. Pero según me cuentan existe un sector de la población en el cual ya se genera un sentimiento de rechazo al brasileño y a los bachaqueros.
También me dicen que algunos comercios que fueron saqueados tenían acaparadas grandes cantidades de productos, por ejemplo, arroz y pollo. En el caso de este último rubro, me comentan que en los depósitos de uno de esos comercios había alrededor de 2.000 kilos.
Lo otro que presuntamente ocurre es que mucho dinero en efectivo ha ido a parar en manos de mineros y cambistas, para operaciones turbias que al igual que en la frontera con Colombia terminan causando un terrible daño a la moneda, ya de por sí bastante aporreada.
Cualquiera puede jugar con candela en un escenario como este, buscando pescar en río revuelto. No podemos permitir que el país se nos vaya por esa alcantarilla. Es tiempo de encontrar soluciones que impidan el desbordamiento. Ello implica generar un mínimo de consensos, primero en el gobierno y luego en el país.
Afortunadamente, los sectores opositores más representativos se han deslindado de la violencia y han condenado lo ocurrido en San Félix. Sería irresponsable apostar a escenarios violentos, en los cuales se pierda el control y se abra espacio a la anarquía. Y ello no se resuelve sólo con medidas de corte policial.
Hay que producir decisiones que devuelvan el sosiego a los sectores sociales que van perdiendo la paciencia frente a las dificultades para conseguir alimentos, medicinas, repuestos y otros productos de primera necesidad. Es preciso, hablando en términos deportivos, que sirven para ilustrar lo económico, encontrar el home.
Buena parte del país sabe ya cuáles son esas decisiones que se han venido postergando. Creo que la dimensión de la crisis es tal que la absoluta mayoría de los venezolanos está esperando incluso las decisiones más duras siempre y cuando exista una hoja de ruta detrás de ellas, que conduzca a la superación de tantas dificultades. Que nos coloque en el camino de abatir la inflación, construir un clima propicio para la inversión nacional y extranjera y que de una buena vez nos estimule a producir y disminuir sensiblemente la dependencia absoluta que hoy tenemos con respecto a una renta petrolera que anda de capa caída, sin perspectivas de recuperación al corto plazo.
El gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez, a quien entrevisté ese día, atribuyó el hecho a una acción planificada, con claros ribetes políticos, en medio de un año electoral como el actual. Se habla de motorizados que salían a atizar a la población para que participara de los saqueos de uno o varios comercios. Quien sabe…
En lo personal, dudo de que se trate de un hecho espontáneo, pero más allá de las opiniones, existe una verdad incontestable: hay descontento por los problemas derivados del desabastecimiento. Y ya comienza a pegar más duro que de costumbre en los bolsillos el alto costo de cualquier producto o servicio, sea o no de primera necesidad.
Amigos de Guayana me cuentan que lo ocurrido el pasado viernes tiene sus antecedentes en varios puntos. Uno de ellos que buena parte de los productos que deberían satisfacer las necesidades de los guayaneses están saliendo para Brasil. Bien en camiones o porque ciudadanos del vecino sureño llegan en grandes cantidades y con mucho dinero para comprar. Puede ser un factor, no el único. Pero según me cuentan existe un sector de la población en el cual ya se genera un sentimiento de rechazo al brasileño y a los bachaqueros.
También me dicen que algunos comercios que fueron saqueados tenían acaparadas grandes cantidades de productos, por ejemplo, arroz y pollo. En el caso de este último rubro, me comentan que en los depósitos de uno de esos comercios había alrededor de 2.000 kilos.
Lo otro que presuntamente ocurre es que mucho dinero en efectivo ha ido a parar en manos de mineros y cambistas, para operaciones turbias que al igual que en la frontera con Colombia terminan causando un terrible daño a la moneda, ya de por sí bastante aporreada.
Cualquiera puede jugar con candela en un escenario como este, buscando pescar en río revuelto. No podemos permitir que el país se nos vaya por esa alcantarilla. Es tiempo de encontrar soluciones que impidan el desbordamiento. Ello implica generar un mínimo de consensos, primero en el gobierno y luego en el país.
Afortunadamente, los sectores opositores más representativos se han deslindado de la violencia y han condenado lo ocurrido en San Félix. Sería irresponsable apostar a escenarios violentos, en los cuales se pierda el control y se abra espacio a la anarquía. Y ello no se resuelve sólo con medidas de corte policial.
Hay que producir decisiones que devuelvan el sosiego a los sectores sociales que van perdiendo la paciencia frente a las dificultades para conseguir alimentos, medicinas, repuestos y otros productos de primera necesidad. Es preciso, hablando en términos deportivos, que sirven para ilustrar lo económico, encontrar el home.
Buena parte del país sabe ya cuáles son esas decisiones que se han venido postergando. Creo que la dimensión de la crisis es tal que la absoluta mayoría de los venezolanos está esperando incluso las decisiones más duras siempre y cuando exista una hoja de ruta detrás de ellas, que conduzca a la superación de tantas dificultades. Que nos coloque en el camino de abatir la inflación, construir un clima propicio para la inversión nacional y extranjera y que de una buena vez nos estimule a producir y disminuir sensiblemente la dependencia absoluta que hoy tenemos con respecto a una renta petrolera que anda de capa caída, sin perspectivas de recuperación al corto plazo.
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