martes, 4 de agosto de 2015

Debate/COLOMBIA: El levantamiento insurgente y la previsible ruptura de los diálogos de la Habana

En  respuesta  al Profesor Sergio Rodríguez Gelfenstein
Andrea Mach Sterling*
 Hemos leído un interesante artículo del profesor Sergio Rodríguez Gelfenstein, titulado COLOMBIA. POR FIN, PARECIERA ESTAR TRIUNFANDO LA PAZ[1]. Nos llamó la atención, que un experto en temas geopolíticos y militares como él, llegue a conclusiones tan ingenuas sobre el proceso de paz que se adelanta actualmente en este país Sur Americano.
Fuera de su optimismo por la solución política negociada al conflicto Colombiano, el profesor Rodríguez hace una afirmació muy interesante:“…Desde hace muchos años, he insistido en que la paz es un imperativo para Colombia y para toda América Latina. A través de escritos, conferencias y charlas he expuesto algunas ideas al respecto. Mi experiencia en el conocimiento y estudio  de los procesos de paz en Centroamérica en la década de los 80 aportan a mi convicción de que este es el mejor camino para avanzar en la cimentación de una correlación de fuerzas que permita construir espacios de poder y participación popular que, a su vez, conduzcan a un proceso de liberación definitiva de los pueblos…”[1]
Compartimos esta afirmación, el juego estratégico en Colombia está bloqueado, ni el estado ha sido capaz de derrotar a la insurgencia política y social que se expresa en una intensa y extendida confrontación militar junto a cíclicas y fuertes desafíos al establecimiento desde la movilización social y urbana; ni la guerrilla ha podido construir una correlación de fuerzas que permita apreciar la opción de toma militar del poder como una estrategia con posibilidades de victoria. Pero aquí hay una salvedad que debemos hacer, si bien las FARC hacia finales de la década del 90 lograron una correlación ascendente que colocaron a las fuerzas militares adportas de una derrota[2], la debilidad del movimiento social urbano, como producto del exterminio sangriento de los años anteriores, no permitía  sumar, la avanzada guerrillera a un juego táctico de levantamiento insurreccional. Así mismo, nunca las FARC han acariciado la toma del poder, como un acto de aparatos militares desligados del levantamiento popular, mucho de su diseño táctico y estratégico ha estado más puesto en el interés de abrir espacio político para que sea ese movimiento que como afirma el profesor Rodriguez, construya espacios de poder y participación, para las FARC la vía de la solución política es su estrategia, no su táctica, es en esencia una guerrilla reformista (En el buen sentido), no juega con máximalismos programáticos, propone unos mínimos, escúchese bien, mínimos, sin los cules es imposible construir políticamente desde la política civil, un mínimo es parar el ciclo de acumulación sangrienta por desposeción en el agro Colombiano, permitiendo la democratización de la tenencia de la tierra y el fortalecimiento de la vía campesina de producción alimentaria desde las zonas de reserva campesina, el otro mínimo es la garantía del derecho a la vida, lo cual implica el desmonte del aparato de terror desarrollado desde las fuerzas militares y su herramienta paramilitar.
Luego el profesor Rodriguez realiza otra afirmación que si nos parece polémica:
“…En esa medida, pienso que en esta etapa, la lucha armada en América Latina está agotada y que serán las oligarquías y el imperialismo en su denodado esfuerzo por cerrar los caminos de la democracia, los que pudieran abrir espacio nuevamente a la alternativa de la violencia…”
El profesor decreta el agotamiento de la lucha armada en América Latina,  este tipo de afirmaciones generalizantes, que no indagan en las particularidades de los conflictos nacionales, no lleva a ninguna parte, quedarán en las revistas de análisis, mientras los pueblos seguirán batallando desde las armas por condiciones sustantivas para la paz.
Para muchos procesos revolucionarios en América Latina, que derivaron en guerra popular, la inexistencia de espacio civil y político para la acción legal, la pervivencia del terror, fue la referencia explicativa de los procesos de levantamiento armado que fueron tomando las formas de guerrillas y posteriormente de ejércitos revolucionarios. Sin embargo, solo tuvieron continuidad cualitativa en el tiempo, no fueron cercados y asfixiados, en aquellos países donde la acumulación en el agro por parte de las trasnacionales, la burguesía y los terratenientes se dio desde la lógica de la acumulación originaria o por desposeción, permitiéndo una recomposición permanente de los ejércitos rebeldes a partir de las grandes masas desposeídas violentamente, de los miles de proletarios agrícolas expulsados de la tenencia de sus tierras y sometidos al vasallaje y la sobre explotación, son ejemplos paradigmáticos los procesos Salvadoreño y Colombiano. Así, no se agota la lucha armada sinó se cierra la vorágine de la desposesión, si no se desvertebra el aparato de terror, recuperándo el mínimo para la acción política civil como es la garantía del derecho a la vida.
En relación al optimismo del profesor Rodriguez frente al proceso de paz que se desarrolla actualmente, creemos que el desenlace de los hechos lamentablemente, terminarán por decepcionarlo, no asistiremos al cierre del conflicto social, político y militar desde la mesa de la Habana, por el contrario nos duele apreciar que todos los hechos nos arrojan inevitablemente hacia la ruptura y y recrudecimiento de la confrontación.
En relación a lo anterior queremos explicar algunas cosas. Colombia es un país con una violencia sempiterna. Una de las expresiones más visibles ha sido el levantamiento guerrillero, el cual está ligado a la traza de todo el siglo XX Colombiano. La guerra de guerrillas sin embargo, es una creación espontánea de la resistencia popular, no fue una invención de los comunistas o revolucionarios, éstos solo la articularon a una estrategia de poder antisistémica. Surgió en un espacio político invertido donde el cierre de la política y del derecho mínimo a la vida la configuró como respuesta popular de reafirmación vital.
Desembocó luego en un inmenso tejido de lucha social, política y militar que podemos denotar desde la categoría de insurgencia política, así, la insurgencia no es solo un aparataje de acción y reacción militar, es tambén un enjambre social y político de comunidades y redes de acción tanto en el campo como en la ciudad, que pujan por la realizacion de una tarea histórica postergada, como es la soberanía nacional  y la democracia, este inmenso tejido se expresa de manera múltiple, en unas fases toma la iniciativa política, desafiando al régimen desde la política como es el caso de la UP, ALUCHAR, Movimiento agrario,  en la década de los 80, o la ofensiva guerrillera de los 90, o los inmensos oleajes de movilización social de los últimos años.
Si es legítimo el levantamiento insurgente está demás, pues la legitimidad es hoy prefabricada o destruída en los laboratorios de guerra sicológica mediática, baste con decir que es parte de un ciclo de guerra justa, su justeza está en la pervivencia de las causas de cierre político que lo originaron y de acumulación por desposeción como lógica permanente del modelo económico, así lo demuestra la abundante literatura,crónicas y estadísticas al alcance de cualquier lector crítico que quiera develar las causas de este fenómeno. Esta justeza mantiene a la insurgencia protegida en el corazón de miles de comunidades de la ciudad y el campo, comunidades por cierto no consultadas en las encuestas que la gran burguesía publicita.
Desde hace dos años, el gobierno nacional, junto con la guerrilla de las FARC, adelanta diálogos en la habana, trabajan por encontrar una salida política al conflicto, una variante que pare la guerra. La insurgencia y el movimiento popular, han convergido con una propuesta de paz sustantiva en lo económico, social y político; el gobierno, del que se esperaba una propuesta de paz mínima, expresada en la apertura de la democracia, desbertebramiento de los factores de terrorismo estatal y reconocimiento político de los insurgentes, ha permanecido en la mesa de diálogo con una propuesta de capitulación, aprovecha para ello todo el ruído mediático, el cual sin ningún fundamento jurídico, ha pretendido el derrumbe del delito político a partir de la tesis de la justicia transicional, la cual se alinea sutilmente con la teoría penal del enemigo para reivindicar la majestad de la institucionalidad y la obligatoria sanción para quien la desafíe o desacate.
Pero a estas alturas de la historia Colombiana, no será la capitulación de la expresión partidaria y militar insurgente la condición de la paz nacional, solo la expansión de una democracia vibrante en lo político y social puede parar la guerra, así las tareas antisistémicas y anticapitalistas se coloquen como un esfuerzo en el horizonte, el cual sería desarrollado por todos los sujetos sociales del campo popular en el supuesto de una democracia que respete un  mínimo político como es la vida. Ese horizonte, que en el libreto insurgente es el socialismo, es posible construirlo y tejerlo a partir de la existencia de un espacio social donde la vida pueda ser y la palabra obre como persuación, es posible solo en el contexto de un régimen político que no reedite los 140.000 desaparecidos y el 1.000.000 de asesinatos políticos de los últimos 35 años.
Sin embargo, la fómula del establecimiento es terca, repite incesantemente, ! No habrá paz si la insurgencia no reconoce sus crímenes y acepata la justicia transicional¡,  le llaman justicia a un juego de sometimiento y de encubrimiento del terror que las élites han desatado por décadas, su generosidad ofrece llevar a los comandantes insurgentes a la  cárcel y privarlos de derechos políticos, dejando impunes a los determinadores, estructuradores y ejecutores del terror de estado.
Desde la lógica jurídica del delito político y el estatuto internacional del derecho a la rebelión esa fórmula es un absurdo, desde la dialéctica política un imposible de lograr para la burguesía, máxime cuando en el campo de batalla los últimos 15 años han asestado su mejor y más costoso golpe con el Plan Colombia, sin lograr la derrota de la insurgencia, ni desvertebrar el movimiento social.[3]
La gran prensa repite sin parar la advertencia de Santos: ¡Si no aprovechan este momento solo les espera la cárcel o la muerte!, pero no hay mayor absurdo, pues una capitulación les ofrece esto mismo, la cárcel y morir abaleados por la herramienta paramilitar (Lease inteligencia militar) en cualquier calle de las grandes ciudades, pues las fuerzas militares, su aparato de terror paramilitar y emparentamiento con el narcotráfico no está en discusión en el modelo de paz de las élites. A estas alturas, ¿quien le cierra el camino a la paz?.
Ahora el infantil cretinismo de los medios, los intelectuales  legitimadores del exterminio popular y de toda la burguesía junta, piensan que al cerrarse los diálogos, podrán vivir otra eterna guerra rural, donde mantendrán con una alta militarización todo su ciclo de acumulación, craso error,  preveemos que el cierre de este nuevo intento de paz se sobrevendrá para finales de este año 2015, trayendo una nueva configuración de la guerra, la cual traerá como desarrollo:
  1. Una imposibilidad de desplegar el gran negocio minero y agro industrial, nudos de la actual acumulación capitalista. Nunca como hoy convergen territorialmente en la realidad colombiana, los espacios centrales para la acumulación capitalista y la acumulación insurgente. El costo de la ruptura de los diálogos será altísimo para el patrón de acumulación que la élite viene reorganizando.
  2. La acumulación insurgente, leáse social, política y militar, hoy expresa una correlación de fuerzas urbanas superior a la de muchas décadas anteriores, así lo constatan los datos suministrados por centros como el CINEP. Una generalización de la guerra no dejaría a la retaguardia urbana intacta, sobrevendrá un intenso posicionamiento de disputa militar en las ciudades, mientras el movimiento democrático pujará por copar los espacios institucionales que reabra una oportunidad real a la salida política negociada.
  3. La unidad insurgente sería un elemenoto previsible ante una ruptura de los diálogos, el ELN-FARC, será en este contexto, un factor nacional que expandirá con fuerza el levantamiento popular.
¿Preveemos la insurrección nacional y toma del poder?, no necesariamente este modelo se daría, muchos factores nacionales e internacionales convergen para que una solución de este tipo sea improbable, pero si estarían al orden del día los levantamientos populares parciales, la debastación de grandes concentraciones militares urbanas, los desbordes semi insurreccionales en movilizaciones parciales o sectoriales, en realidad, nada volvería a ser como es, quizá parafraseando a Mao, la solución política nacería tarde que temprano de la boca del fusil.
Este nuevo escenario de guerra es desde todo punto de vista político indeseable, nunca como hoy la llegada a la disputa politica civil de la insurgencia traería un ascenso en la correlación de fuerzas populares, pero la pregunta es ¿ a cual espacio civil llegar?. Así las cosas, estamos ante una guerra innecesaria, pero inevitable.
[2] Ver Unas Fueras Militares para la Guerra. Ministerio de Defensa Colombia. 1999
[3] La progresión del ascenso del movimiento social puede ser consultada en www.cinep.org.co, sobre el ascenso de la ofensiva militar insurgente desde el año 2008, puede consultarse http://www.pazyreconciliación.org
*CENTRO GLOBAL DE INTELIGANCIA ESTRATÉGICA
Bogotá-Colombia
Tel: (+57) 5225838 Cll 100 # 8A-55
globalcenter1990@gmail.com

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