viernes, 12 de julio de 2013

¿Por qué Rusia elude el caso Snowden y lo pelotea para acá? ¿Todas las grandes potencias nos están tratando como colonias?


Por Eligio Damas
Julián Conrado lleva creo que algo más de un año detenido en Caracas. He leído, por lo menos el título de más de un centenar de artículos, por diferentes medios, solicitando al gobierno nacional se le conceda asilo al combatiente y cantautor presuntamente vinculado a la Farc. El mismo personaje, según tengo entendido, en diferentes oportunidades ha pedido tal beneficio, ante lo cual, en vida del presidente Chávez y con posterioridad a la tragedia nacional y continental que significó su muerte, hasta donde uno sabe, el gobierno ha optado por callar y mantenerlo en resguardo.
Quien esto escribe, nunca había hablado de este tema. Pensaba que proceder a darle asilo sin que algún tribunal se manifestase al respecto, era para decirlo como hemos dicho tantas veces, al hablar de este asunto, poner un palo entre los radios de alguna de las ruedas de la carreta y contribuir al descarrilamiento, de lo que tanto el presidente Chávez y Santos hablaron que había que cuidar. Cosa de la que se volvió hablar luego del impase relacionado con el recibimiento que el segundo de los nombrados hizo del ex candidato derrotado en las elecciones de abril.
Con posterioridad, en vista de la velocidad con que avanzan las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las Farc, hemos pensado que la suerte de Conrado está ligada al desenlace de las mismas. Por lo que no se hace necesario ni racional generar un conflicto artificial.
Si la fiscalía – aunque este organismo no es lo idóneo que uno desearía – no ha imputado al colombiano, tanto tiempo después de su detención, uno ha pensado que se le tiene detenido “justamente” para cuidar las relaciones con Colombia a espera de una solución diplomática que no descarrile el tren.
Como formo parte – y esto no es pecado ni penoso confesarlo – de quienes asumieron como buena y ponderada la posición del presidente Chávez y luego de Maduro al respecto, no tengo empacho en citar ese caso para justificar, no inconformidad, sino confusión y duda ante la “emotiva” y al parecer apresurada, desde nuestra perspectiva, concesión de asilo a Snowden.  No lo creo indispensable para mostrar ante el mundo la disposición de nuestro gobierno por la soberanía, independencia, libertad y ausencia de temor ante el imperio.
En primer lugar, aplaudo al joven gringo que desafió al poder imperial y se está jugando la vida, al denunciarlo en la comisión de un grave delito contra casi toda la humanidad. Los reportes que se conocen hasta ahora, hablan de espionaje en las comunicaciones de casi todos los países del mundo. En sur América, el gigante Brasil, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, es de los más espiados, como también Argentina.
También lo son los países de Europa, empezando por aquellos que negaron que el avión que transportaba a Evo, entrase en sus espacios aéreos y aterrizase para abastecerse de combustible, como Italia, Francia, Portugal y hasta la España misma que quiso requisar la nave. Como dijimos antes, son víctimas del espionaje casi todos los países del mundo, incluyendo por supuesto, Rusia, en cuyo aeropuerto se haya ahora estancado el ex espía de la CIA.
Casi todos esos países, por no decir todos, por razones políticas y humanitarias, están legal y moralmente obligados a otorgar asilo a quien se presume un perseguido sin razones, y sobre todo si éstas son de carácter político, moral o religioso, dentro de lo cual cae el caso de Snowden. Es esta, la del derecho al asilo, otra razón, además de la del espionaje gringo, para que cualquier país del mundo donde sus gobernantes actúen con decencia, no dude en proteger a quien ahora es un perseguido de Obama, del Departamento de Estado y sus socios.
Otorgar asilo a alguien a quien se le persigue sin justificación verdadera y sobrada injusticia, con riesgo de su vida incluso, es un deber moral y humanitario. Como dijo Roy Chaderton, Venezuela es un espacio, territorio y pueblo, presto a darle cobijo y respaldo a los parias y perseguidos del mundo; siempre ha sido así y ojalá sigamos siéndolo siempre.
Pero me queda la duda y hago esta reflexión. Snowden, está muy lejos de aquí. Es más, está en Rusia, país que podría y debe darle asilo, sin correr los riesgos que eso implica para Venezuela. Sacarlo de allí ya es un problema complicado. Cerca hay otros cuántos países que podrían también asilarle y hasta trasladarle hacia su territorio sin tantas complicaciones. Países que firmaron el pacto de asilo político y humanitario. ¿Por qué no asumen esa responsabilidad a más bajo costo, menos complicaciones y con la misma o mayor obligación que Venezuela?
Poco tiempo atrás, el canciller Jaua, tuvo una entrevista con Jhon Kerry, jefe de la diplomacia gringa con el fin de recomponer las relaciones, a pocos días de las elecciones de abril. En ese paso, Venezuela puso mucho empeño y le resultó difícil disimularlo. Incluso, se nombró a Calixto Ortega, Encargado de Negocios en nuestra embajada, por sus relaciones con gente importante en el Senado norteamericano, para que las gestiones marchasen con éxito. No hace mucho, el anteriormente nombrado se reunió con Roberta Jacobson, la encargada de los asuntos latinoamericanos y según lo reportado, aquellas conversaciones resultaron fructíferas. Por supuesto, tales gestiones tienen serios e importantes fundamentos.
Llegado aquí uno se pregunta. ¿Lo que es igual para la pava no lo es para el pavo? Es decir, ¿si procedemos como hemos procedido con Julián Conrado, lo que repito, asumimos como acertado, no es pertinente para esta nueva u otra  situación?
¿Por qué introducir un asunto que podría resolverse y debe resolverse, en otro sitio del mundo, porque no es específico nuestro, que va a “descarrilar” el intento de recomponer las relaciones con Estados Unidos y lograr los objetivos que nos hemos propuesto?
Quien esto escribe – afortunadamente escribe y lo escrito, escrito está – no tiene que dar ahora fe de su indeclinable posición antimperialista y a favor del asilo y protección de los perseguidos. Si tenemos que darle asilo a Snowden, porque no hay quien se atreva o falta en el mundo fuerza moral para defender el principio político y humanitario, no dudo en apoyar a nuestro gobierno para que lo haga, cueste lo que cueste.
¿Pero por qué llegamos a esta situación? ¿Por qué “metieron”, por inventos o chismes de la CIA, a Snowden en el avión de Evo? ¿Planificaron para que un problema que si bien atañe a todos los pueblos honorables del mundo, cayese sobre gobernantes de Suramérica y justamente de quienes se han enfrentado a EEUU? ¿Será todo esto una jugada habilidosa sobre el tablero de ajedrez en el cual juegan las grandes potencias?
La Rusia, en cuyo territorio se haya ahora Snowden, ¿por qué se niega a concederle asilo, poniéndole condiciones deshonrosas que invalidarían su gesto en favor de los derechos humanos? ¿´Temor a los Estados Unidos, deseo natural de no crearse un conflicto que cree innecesario con ese país o simplemente que sus principios no les avalan para proteger al joven estadounidense?
¿No estarán los rusos y al frente de ellos Vladimir Putin, envueltos en la tramoya, por el interés de deshacerse del paquete, que intenta convertir el asunto en un problema entre nosotros los suramericanos, sobre todo Bolivia, Ecuador y Venezuela frente a Estados Unidos? ¿No es pertinente pensar que nos tiraron una trampa, estimularon nuestro ego y deseo de justicia y hemos caído en ella? ¿Las grandes potencias no estarán al unísono tratándonos como colonias?
Finalizo diciendo entonces, ¿si hemos optado por asumir un problema que, si bien como seres humanos nos compete, pero geográficamente está bien lejos de nosotros, bastante cerca de otros, lo que nos enfrentaría directa y de manera artificial y provocativa frente a Estados Unidos, porque no soltamos a Julián Conrado y nos decidimos a aplicarle la ley a los autores intelectuales de los asesinatos de abril?
¡Creo que de esa manera la gente quedaría contenta por lo justo y coherente!
damas.eligio@gmail.com

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