Basem y Laila Tajeldine.
En República Bolivariana de Venezuela se debaten dos modelos económicos-sociales de país profundamente antagónico e irreconciliable, donde la única posibilidad de victoria de una de las propuestas significa, necesariamente, el hundimiento de la otra. No existen posibles salidas “intermedias” o la muy cacareada salida negociada ante en el conflicto que vivimos los venezolanos, tal como plantean algunos ingenuos. El pueblo decidió el 14 de Abril de 2013 por continuar el legado del Comandante Chávez y profundizar la revolución para alcanzar la máxima soñada por los socialistas: producir y distribuir las riquezas para el pueblo “de cada quien según su capacidad y a cada cual según sus necesidades”.
La Revolución Bolivariana no enfrenta simplemente a la burguesía parásita representada en sus payasos inscritos en los partidos tradicionales de la IV República, ni mucho menos a sus derivados hijos políticos de: Primero Justicia, Nuevo Tiempo, Voluntad Popular etc. La revolución enfrenta al mismo dueño de aquel circo: al imperialismo estadounidense, quién interviene en el juego político interno del país a través de sus lacayos representantes de la derecha venezolana, quienes le sirven de agentes intermediarios para apoderarse de las inmensas reservas petroleras, gasíferas y auríferas con que cuenta Venezuela, y que pertenecen a su pueblo.
Luego de la misteriosa muerte del Comandante Hugo Chávez a causa de un cáncer muy agresivo –del que cada día cobra mayor fuerza la hipótesis de un cáncer provocado por los servicios secretos estadounidenses- Estados Unidos y sus agentes lacayos de la derecha venezolana han tenido una nueva oportunidad para intentar hacerse del poder por la violencia. Los llamados al desconocimiento de las instituciones del país y a revueltas callejeras hechos por Henrique Capriles Radonsky y sus aliados que provocaron varias muertes y destrucción de lugares públicos y residencias privadas de simpatizantes de la revolución vinieron a confirmar todas las alertas sobre los planes ocultos de la derecha que muchos hemos advertido. Muchos analistas coincidimos que en Venezuela se encuentra en gestación la segunda parte de aquél plan de agresión ya conocido, que consiste en la “desestabilización política del país para dar pretextos a una intervención extranjera bajo el vulgar pretexto de la “ilegitimidad” del gobierno y la “responsabilidad de proteger” que derive en una “junta de transición” en el país.
Hasta ahora Estados Unidos ha logrado imponer sus intereses en el mundo por la fuerza y la manipulación de los organismos internacionales, pero Venezuela ha sido una piedra muy difícil de roer. El arrogante y prepotente Imperio estadounidense no descansará hasta destruir la Revolución Bolivariana. Sus descaradas acciones criminales e injerencistas en el mundo, y particularmente contra Venezuela lo demuestra. La promoción de conflictos internos contra gobiernos soberanos y progresistas en África y el Medio Oriente, y el sometimiento de aquellos pueblos por gobiernos serviles a los intereses euro-estadounidenses han sido parte también de la historia reciente que pretenden reeditar en Venezuela.
La burguesía parásita venezolana, natural enemiga de la Clase Obrera y del Socialismo, ha sido responsables de crímenes contra la paz social, las instituciones del Estado venezolano y de numerosas muertes de venezolanos durante los últimos 14 años. Son los mismos actores del Golpe de Estado del año 2002 quienes pretenden reeditar en el país aquellos nefastos episodios porque creen tener una nueva oportunidad. Lo que hemos estado presenciando en los últimos días es el mismo plan fallido del pasado. La burguesía ha demostrado que nunca desistirá de los atajos violentos para destruir a la Revolución Bolivariana porque cree tener hoy una oportunidad en el contexto del fallecimiento del Presidente Chávez y del estrecho margen alcanzado por las fuerzas revolucionarias en las pasadas elecciones presidenciales. Resulta para ella necesario evitar que Nicolás Maduro pueda gobernar con estabilidad y tener la oportunidad de alcanzar la conexión con el pueblo como lo hizo el Comandante Chávez. La violencia ha sido siempre la mejor arma de las fuerzas reaccionarias en el mundo, para mantener el sistema de dominación y explotación. Las noches de las hienas fascistas desatadas durante los últimos días auguran más muerte, desestabilización y destrucción.
lailatajeldine1@gmail.com
@BasemTajeldine
@LailaTajeldine
La Revolución Bolivariana no enfrenta simplemente a la burguesía parásita representada en sus payasos inscritos en los partidos tradicionales de la IV República, ni mucho menos a sus derivados hijos políticos de: Primero Justicia, Nuevo Tiempo, Voluntad Popular etc. La revolución enfrenta al mismo dueño de aquel circo: al imperialismo estadounidense, quién interviene en el juego político interno del país a través de sus lacayos representantes de la derecha venezolana, quienes le sirven de agentes intermediarios para apoderarse de las inmensas reservas petroleras, gasíferas y auríferas con que cuenta Venezuela, y que pertenecen a su pueblo.
Luego de la misteriosa muerte del Comandante Hugo Chávez a causa de un cáncer muy agresivo –del que cada día cobra mayor fuerza la hipótesis de un cáncer provocado por los servicios secretos estadounidenses- Estados Unidos y sus agentes lacayos de la derecha venezolana han tenido una nueva oportunidad para intentar hacerse del poder por la violencia. Los llamados al desconocimiento de las instituciones del país y a revueltas callejeras hechos por Henrique Capriles Radonsky y sus aliados que provocaron varias muertes y destrucción de lugares públicos y residencias privadas de simpatizantes de la revolución vinieron a confirmar todas las alertas sobre los planes ocultos de la derecha que muchos hemos advertido. Muchos analistas coincidimos que en Venezuela se encuentra en gestación la segunda parte de aquél plan de agresión ya conocido, que consiste en la “desestabilización política del país para dar pretextos a una intervención extranjera bajo el vulgar pretexto de la “ilegitimidad” del gobierno y la “responsabilidad de proteger” que derive en una “junta de transición” en el país.
Hasta ahora Estados Unidos ha logrado imponer sus intereses en el mundo por la fuerza y la manipulación de los organismos internacionales, pero Venezuela ha sido una piedra muy difícil de roer. El arrogante y prepotente Imperio estadounidense no descansará hasta destruir la Revolución Bolivariana. Sus descaradas acciones criminales e injerencistas en el mundo, y particularmente contra Venezuela lo demuestra. La promoción de conflictos internos contra gobiernos soberanos y progresistas en África y el Medio Oriente, y el sometimiento de aquellos pueblos por gobiernos serviles a los intereses euro-estadounidenses han sido parte también de la historia reciente que pretenden reeditar en Venezuela.
La burguesía parásita venezolana, natural enemiga de la Clase Obrera y del Socialismo, ha sido responsables de crímenes contra la paz social, las instituciones del Estado venezolano y de numerosas muertes de venezolanos durante los últimos 14 años. Son los mismos actores del Golpe de Estado del año 2002 quienes pretenden reeditar en el país aquellos nefastos episodios porque creen tener una nueva oportunidad. Lo que hemos estado presenciando en los últimos días es el mismo plan fallido del pasado. La burguesía ha demostrado que nunca desistirá de los atajos violentos para destruir a la Revolución Bolivariana porque cree tener hoy una oportunidad en el contexto del fallecimiento del Presidente Chávez y del estrecho margen alcanzado por las fuerzas revolucionarias en las pasadas elecciones presidenciales. Resulta para ella necesario evitar que Nicolás Maduro pueda gobernar con estabilidad y tener la oportunidad de alcanzar la conexión con el pueblo como lo hizo el Comandante Chávez. La violencia ha sido siempre la mejor arma de las fuerzas reaccionarias en el mundo, para mantener el sistema de dominación y explotación. Las noches de las hienas fascistas desatadas durante los últimos días auguran más muerte, desestabilización y destrucción.
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