MARIADELA LINARES.
La derecha cogió un respiro el 14-A, y de puro susto que le dio por la sorpresa comenzó a desinflarse 48 horas después
La derecha cogió un respiro el 14-A, y de puro susto que le dio por la sorpresa comenzó a desinflarse 48 horas después.
El primer cacerolazo fue estruendoso porque, por poner un ejemplo, si en un solo edificio un tercio de sus habitantes se pone a tocar perolas, por supuesto que arma un escándalo. Pero ya al segundo día, el asunto había amainado, hasta el sol de hoy, que suenan escasamente cinco minutos y en pocos lugares. Deben estar cansados de sí mismos, y no es para menos: formar un estrépito al pie de la propia oreja es una autotortura. Se castigan a sí mismos.
Mientras tanto, Maduro se va definiendo, va dibujando su perfil particular, y eso alborota más el avispero. Él coge cancha y el otro se embarranca; él se afina y el adversario se desgañita. Por supuesto, la rabia aumenta. Pero presumimos que, en el medio de ambos extremos, debe existir una enorme cantidad de personas harta de las confrontaciones, del odio, de la intolerancia. Si alguien nos pidiera opinión, sugeriríamos que dejemos de gastar pólvora en los zamuros y nos dediquemos a la reconquista del voto perdido y del indiferente.
No hay peor castigo que ignorar a quien está buscando presencia permanente en los medios. Mejor es dejarlo que se desgaste solo y no mencionarlo más. No se moleste, Presidente, en contestarle, ocúpese de los demás. Tenemos unos gigantescos retos por delante: inseguridad, ineficiencia, corrupción y electricidad, por mencionar los más importantes, y mientras menos tiempo perdamos en intentar predicarle al convencido, más ganaremos en la batalla por recuperar la paz ciudadana, el abastecimiento necesario y la plenitud de los servicios públicos. Eso lo agradecerá todo el mundo, nos beneficiaremos todos y se devolverán los que se pusieron a escuchar cantos de sirenas. De los golpistas se encarga el pueblo.
Mlinar2004@yahoo.es
Uno no puede pasarse la vida diciendo que viene el lobo, una y otra vez, porque al final termina perdiendo credibilidad. Algo así le pasa a Capriles. Él se ha creído su propio cuento de la mentira y el fraude y no ha hecho otra cosa que dar giros sobre sí mismo en los últimos días. Son vueltas de 360 grados que terminan colocándolo en el mismo lugar.
El primer cacerolazo fue estruendoso porque, por poner un ejemplo, si en un solo edificio un tercio de sus habitantes se pone a tocar perolas, por supuesto que arma un escándalo. Pero ya al segundo día, el asunto había amainado, hasta el sol de hoy, que suenan escasamente cinco minutos y en pocos lugares. Deben estar cansados de sí mismos, y no es para menos: formar un estrépito al pie de la propia oreja es una autotortura. Se castigan a sí mismos.
Mientras tanto, Maduro se va definiendo, va dibujando su perfil particular, y eso alborota más el avispero. Él coge cancha y el otro se embarranca; él se afina y el adversario se desgañita. Por supuesto, la rabia aumenta. Pero presumimos que, en el medio de ambos extremos, debe existir una enorme cantidad de personas harta de las confrontaciones, del odio, de la intolerancia. Si alguien nos pidiera opinión, sugeriríamos que dejemos de gastar pólvora en los zamuros y nos dediquemos a la reconquista del voto perdido y del indiferente.
No hay peor castigo que ignorar a quien está buscando presencia permanente en los medios. Mejor es dejarlo que se desgaste solo y no mencionarlo más. No se moleste, Presidente, en contestarle, ocúpese de los demás. Tenemos unos gigantescos retos por delante: inseguridad, ineficiencia, corrupción y electricidad, por mencionar los más importantes, y mientras menos tiempo perdamos en intentar predicarle al convencido, más ganaremos en la batalla por recuperar la paz ciudadana, el abastecimiento necesario y la plenitud de los servicios públicos. Eso lo agradecerá todo el mundo, nos beneficiaremos todos y se devolverán los que se pusieron a escuchar cantos de sirenas. De los golpistas se encarga el pueblo.
Mlinar2004@yahoo.es
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