ROSA ELENA PÉREZ MENDOZA
rosaelenaperez@gmail.com
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El maestro barinés Anselmo López se presentó el domingo pasado en Los Próceres con grácil talento y habilidad suprema al puntear su bandola con dedos de ochenta años. Sorprendió su habilidad intacta y su entereza de carácter, pues hizo disfrutar a la audiencia con hermosas piezas clásicas de su repertorio que muchos tarareamos mientras nos deleitábamos en medio del atardecer feliz, al tiempo que nos conmovió verlo reclamar con aplomo y franqueza el respeto que exige este arte, que es de pocos, al ser interrumpido por un celular en medio de una de las piezas ejecutadas. “¡Así son los llaneros, directos, caraj!”, apuntaba con amor propio una bariniteña que escuchaba el concierto, emocionada, cerca de nosotros.
Fiesta en Elorza, Barrancas de Arauca y Alma Llanera fueron algunos de los pasajes que nos hicieron recordar tierra plana y caliente. La errancia del llanero se hizo presente con las aves que merodeaban el cielo veteado de gris y azul, e imaginamos el suelo inacabable sembrado de una que otra palma atravesando el horizonte. Enriqueta Arvelo Larriva asaltó mi mente: “En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz”, e imaginamos a mi madre bariniteña, de pequeña, desandando casas distintas, en medio de una solitaria infancia que se dilataba entre una geografía vasta y chata y otra bañada de prominencias.
Este espacio, construido desde hace unos dos años en Los Próceres, nos ofrece algo más que esa recreación básica y sufragada que antes alcanzaba difícilmente parte de la población caraqueña que arribaba falleciente a los fines de semana. Ese ciudadano quebradizo que aún somos hoy de lunes a viernes, y que entre el humo y la lenta caravana vehicular todos los días se acicala –un tanto afable, otro resignado– para seguir la rutina, renueva su fuerza física, pero también la espiritual cada vez que asiste a estas citas de amor por lo que somos, a esta celebración colectiva del origen. Entonces notamos que el deseo de encontrarnos en nuestra identidad ya no es una reliquia ni un azaroso y exiguo tropiezo, ahora es un aliento que nos anima y da fuerzas para apuntalar lo logrado.
Anselmo López nos alentó a seguir la recia lucha, también la agrupación barinesa Llano y estilo nos inundó de gozo, junto a niños y niñas bailadores y parejas de jóvenes y ancianos joropeando escobillao su orgullo. Entre guacamayas que pintaban un crepúsculo optimista y el público numeroso que seguía con entusiasmo la música, se anunciaba la certeza diligente y rotunda de una futura conquista alcanzada con la solidez del llano.
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