viernes, 27 de julio de 2012

26 de Julio

Toby Valderrama



Corrían tiempos de acomodo, las cadenas de la dictadura se cambiaban por los grilletes de la democracia burguesa, el trueque de dominación era presentado como la liberación, ya habíamos arribado al futuro. Primero la calle para los humildes, después, ¿después? nadie pensaba en eso, todo era un jolgorio, embriaguez de libertad, libertad para no hacer nada, para que todo siguiera igual.
El pueblo en la calle y las direcciones en los cubiles planificando como implantar la nueva domesticación. Y surgió el pacto de punto fijo, y todos quisieron sentarse en la nueva mesa, estaba sellado, no pasaría nada, como dijo Fabricio: sólo hubo un cambio de hombres.
Después, con la estabilización de la nueva dominación, de las viejas clases, vino la represión, el país se llenó de mártires, las calles fueron desalojadas, los revolucionarios vieron tarde la realidad, y las montañas albergaron el sueño.
El latigazo de la derrota trajo reflexión. ¿Qué había pasado? ¿Qué falló? ¿Cómo un pueblo en la calle puede ser derrotado, domesticado, embobecido?
La vista se volvió hacia Cuba. Allá un similar proceso: una dictadura es derrotada y sopló el viento de la emoción, el pueblo tomó las calles… pero su dirección no aceptó nuevos pactos, planteó que la caída de la dictadura era la primera etapa de un largo camino de cambio, no se estacionó en la conformidad, entendió que el mal era el sistema, no su manifestación.
Aquí falló el espíritu revolucionario que dicta seguir, profundizar los cambios. La dirección revolucionaria no supo, no pudo, no quiso ir más allá de la sustitución de hombres. Faltó el Lenin del tren sellado, el de las Tesis de Abril, triunfó kerenski. Aquella dirección, siempre sumisa, al servicio del gran capital,  sirvió de amortiguador de la energía social que pedía Revolución.
Allá Fidel resolvió el enigma y supo ser guía contra toda adversidad, tuvo una visión de poder y de Revolución, propia de los grandes líderes. Supo embestir el corazón militar de la dictadura burguesa y mandar un mensaje al pueblo: había jóvenes dispuestos a tomar las banderas de la dignidad, derrotar a la dictadura y después seguir adelante. Una lectura correcta de Martí los impulsaba a seguir la obra que Bolívar dejó inconclusa, un entendimiento de las vicisitudes de la Rusia del abril de Lenin le señalaban el camino, no se podía pactar con los Kerensky, eso era castrar la Revolución.
El 26 de julio empezó todo. Fue un latigazo en la conciencia de aquel pueblo adormilado en los vapores del imperio tan cercano, fue en palabras sentidas del Che: una rebelión contra las oligarquías y los dogmas. El 26 de julio llegó a estas costas con cincuenta años de atraso: el 4 de febrero. Aquellos muchachos se elevaron para enderezar los entuertos del 23 de Enero del 58, para desagraviar al pueblo traicionado. Ese día, tal como el 26, fue un latigazo en la conciencia popular, y un alerta a la oligarquía. Comenzó una batalla que aún no se decide.
¡Con Chávez y Fidel!

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