domingo, 17 de junio de 2012

Profecía cumplida vs frustrada.

 



La campaña de Capriles y,  en especial la estrategia de inscripción en el CNE, resulta un claro intento de revertir las tendencias que parecen definir la carrera presidencial.   Un Chávez en ascenso y un Capriles en declive o en el mejor de los escenarios detenido y con claras dificultades de captar el voto de esquivos sectores.
El gran etiquetador de la comarca, Chávez, lo ha catalogado como el candidato majunche, representante del sector  político, a su vez designado como el majunchismo.   En Venezuela, majunche es una expresión coloquial que significa “de calidad inferior, deslucido, mediocre”. Calificativo que en un contexto preelectoral, endilga  a Capriles una etiqueta de desviado y lo descalifica para la carrera presidencial,  por cuanto lo despoja de los atributos, cualidades y condiciones  requeridos para un cargo de tal magnitud.  Dado el apoyo incremental de la candidatura de  Chávez, probablemente se activen en el electorado mecanismos de rechazo y el desempeño del candidato Capriles sea interpretado mayoritariamente bajo la etiqueta de “candidato  majunche representante del majunchismo”. Suerte de profecía autocumplida, predicción, que una vez realizada, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
¿Cómo revertir la etiqueta y sus posibles resultados negativos? Es grande el reto de los asesores de Capriles, dado que a partir de esta etapa, la estrategia debe dirigirse no sólo al electorado que lo percibe como majunche,  sino al propio Capriles que debe rebelarse a la predicción de la derrota  ¿Cómo frustrar la profecía?
No creemos que sea precisamente repitiendo la ruta de la elección en las primarias hasta la inscripción en el CNE. No creemos que sea acudiendo a atributos tales como “flaquito” que muestra la barriga, tal cual  Madonna un pezón. Ni descalificando indirectamente al  adversario por su edad o salud, o pretendiendo ser miembro del”star system” que despierta pasiones en el electorado femenino.  Tampoco a través de un discurso pleno de consignas y vacío de  contenido.
En una batalla electoral, no es conveniente un discurso que eluda la confrontación directa con el contendor y  sostenga que  “mis enemigos son los problemas y la violencia”. Es imposible rehuir el choque entre los dos proyectos e insostenible mantener la imagen de conciliador en un contexto electoral que exacerba naturalmente la polarización.


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