domingo, 10 de abril de 2011

¿Universidades con quién?

Luis Britto García 



La Constitución en su artículo 109 define la autonomía universitaria "como principio y jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento".

Pero en lugar de encontrar el conocimiento, han desaparecido los ingresos asignados en fundaciones, institutos y fondos fantasmas dedicados a especulaciones inauditables. Han reclamado la cancelación de sueldos de varios rectores para una misma universidad y de numerosos decanos para una sola facultad, y exigido aportes a la nación sin rendirle cuentas. Las cuotas de poder conferidas a supuestos representantes estudiantiles suscitaron enfrentamientos entre bandas con saldos de muertos y heridos en las universidades del Zulia y Carabobo. Para nada remediaría tal situación el asignar votos paritarios con los del profesorado a los mayoritarios burócratas, obreros y estudiantes. La autonomía incumbe a quienes directamente se dedican a "la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica". No puede decidir sobre búsqueda del conocimiento quien no la ejerce o apenas se inicia en ella.

No debe elegir quien no puede ser elegido. Los parlamentarios que dicen favorecer ese expediente sólo serán creíbles cuando atribuyan a empleados y obreros de la Asamblea Nacional el derecho de elegir la presidencia de esta y votar las leyes. Los ministros que dicen apoyarlo sólo serán tomados en serio cuando confieran a obreros y empleados de sus despachos la escogencia de titulares y políticas. La justicia entra por casa. Por algo Chávez vetó esa ley. Más urgente es someter la administración de las universidades autónomas a controles externos detallados y transparentes. Cuentas claras conservan amistades; gestiones diáfanas vencen la sombra.

¿Universidades cómo?

Multitudes de alumnos se enclaustran en las universidades a escuchar a un académico recitar algún libro, para copiarle apuntes. Pero la educación superior no debe enseñar a copiar, sino a aprender. Debe ser taller de metodología y práctica que dote al educando de herramientas para investigar por sí mismo. Casi todo lo que memorice estará obsoleto para cuando se gradúe: si no sabe buscar o crear nuevo conocimiento, está perdido. Las tecnologías informáticas potencian la disponibilidad del conocimiento y posibilitan la formación a distancia. Si la Universidad sigue, como la Iglesia, encerrada en sí misma y en la recitación del libro sagrado, suscitará su Reforma.

¿Universidades con quién?

La autonomía permite buscar el conocimiento "para beneficio espiritual y material de la nación". Pero algunas universidades autónomas ignoran las necesidades y realidades del país. De las facultades de Ingeniería, Economía y Derecho han desterrado las cátedras sobre hidrocarburos y minería; de las escuelas de Letras, los autores venezolanos. Ninguna estrategia armoniza las prioridades en la investigación ni la oferta académica de carreras y especialidades con los requerimientos específicos de personal calificado, los planes de desarrollo o los problemas urgentes de la nación. Tal desencuentro con el país conduce al desempleo profesional, a la proletarización, a la disonancia de estatus y a la fuga de cerebros. El pesado gasto burocrático repercute en remuneraciones docentes progresivamente pauperizadas, y éstas desalientan las vocaciones académicas. La justa aspiración de las universidades de que el país responda a sus necesidades sólo puede satisfacerse en la medida en que las universidades respondan a las necesidades del país.

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