ENTREVISTA ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
25/04/11.- —Siempre se dice que a los opositores “Chávez los tiene locos”, pero ¿es sólo Chávez? ¿Programas como los de usted no han contribuido a enloquecer a la oposición?
—No, no hace falta que la enloquezcan. Más bien puede enloquecerlo a uno. Con lo que hacemos, por el contrario, practicamos más bien una especie de humor-terapia. Así como hay labor-terapia, aromaterapia y talasoterapia, la nuestra es una forma de terapia porque el humor toma la locura y la lleva hasta su extremo como elemento de catarsis para que el espectador se “dé cuenta”, en el sentido psicológico. Cuando uno se da cuenta de su locura puede reflexionar y pensar en detenerse, en resetear la computadora.
—¿Ha curado a alguien?
—Espero que esto le haya servido a alguna persona. Es como una botella lanzada al mar a ver si alguien la coge. Sí recuerdo el caso de un amigo opositor que se empeñaba en pelear conmigo. El último mensaje había sido de ruptura y yo le envié otro: “Tú eres más chavista que yo porque estás dispuesto a perder una amistad por Chávez, yo no”. Entonces me dijo: “Coño, es verdad, dejemos de discutir de política”. Ahora hablamos de pelota.
—La opción de curar depende de que gente del otro bando reciba el mensaje. ¿Existe todavía esa posibilidad?
—Hay quienes están interesados en que no exista. Deberíamos crear una zona de encuentro. Algo como una gran venta de discos donde coinciden los amantes de la salsa, del merengue apambichao, de la música de Benny Moré y de la de Jean Baptiste Lully (compositor ítalo-francés del siglo XVII). Todos, pese a sus gustos dispares, pueden eventualmente tener una interlocución. Pero, en el caso de la política, cuando nos encontramos es para insultarnos y decirnos pesadeces.
—Hay una mitología sobre cómo éramos los antes y cómo somos ahora. Al parecer éramos cordiales y capaces de comunicarnos y ahora no, ya sabemos por culpa de quien…
—Por “culpechave”…Sí, cómo no, antes había unos diálogos muy bonitos en las cámaras de tortura instaladas en el edificio Las Brisas, ahí en Los Chaguaramos (sede de la Digepol, luego Disip). Entre un torturador y un detenido surgían diálogos muy productivos, salvo cuando el torturado se empecinaba en no hablar.
—La mayoría de los intelectuales que en los 60, 70, 80 y 90 eran de izquierda, progresistas,, respaldan ahora a la derecha. ¿Qué pasó: no eran de verdad aquellas posturas o es que cuando uno se pone viejo se pone de derecha?
—En primer lugar no son muchos. La mayoría y lo mejor de los intelectuales están del lado de la Revolución, aunque, por supuesto, de aquel lado hay personas valiosas. Es muy triste pasar el tiempo, después de la mediana edad, negando lo que uno hizo en la primera etapa, están negándose a sí mismo. Es deprimente. Además, casi todo lo valioso que hicieron corresponde a su época de izquierda. Ahora que brincaron la talanquera lo que hacen es desbaratarlo.
—¿Y cómo es ese proceso para alguien como usted que ha sido amigo entrañable de personas en esa situación?
—Muy triste porque no se trata de cambiar de opinión, que es algo normal, sino de negarse a sí mismo, convertirse en otra cosa, prostituirse. Es una catástrofe ética. Al traidor no lo quieren ni los que se benefician de su traición ni los antiguos compañeros. No se quiere ni él mismo. Vive rodeado de otros traidores. Debe ser horrible ser un traidor y tener náusea de sí mismo.
—Se ha dicho veces que la revolución es cultural o no es revolución. ¿Hasta qué punto ha habido revolución en lo cultural? ¿Cuáles serían los síntomas del avance?
—Puede haber cultura sin revolución, pero no puede haber revolución sin cultura. Hemos tenido avances muy positivos en cuanto a la cantidad de productos culturales que estamos generando y a la incorporación de mucha gente a la llamada “la vida cultural”. Hemos hecho más películas que nunca, editamos más libros que nunca, en fin, nos falta que nos convenzamos de que no hay placer superior a hacerle un bien a alguien, enseñarlo a leer, resolverle un problema. No sé cómo se puede lograr , pero esa es la vía.
—Como experto en análisis del discurso, diga ¿por qué el de Chávez parece resistir al desgaste de doce años en el Gobierno?
—Primero porque habla la verdad. Arrancó su vida política diciendo “yo me equivoqué y asumo la responsabilidad”. Eso fue algo inédito, porque en Venezuela, desde Guaicaipuro pa’cá, nadie reconocía un fracaso. Luego, hay cosas que no se pueden fingir, por ejemplo, la relación de Chávez con los niños. El fervor que tienen los niños con Chávez no lo tiene nadie.
—Roberto Malaver dice que usted ya ha escrito en Twitter el equivalente a dos Quijotes. ¿Vale la pena?
—Jaja, es muy divertido. Es algo realmente adictivo, se lo advierto a los que no están en eso. He descubierto que tengo habilidad para crear temas que son como semillas que van creciendo. El último fue: el Evangelio según Urosa: “Bienaventurados los ricos porque de ellos será el reino de los cielos, el de la Tierra y el reino de toda vaina”.
—¿Por qué los Robertos tienen una particular predilección por Teodoro Petkoff y Henry Ramos Allup? ¿Son los opositores más inteligentes?
—La parte de Teodoro se la dejo a Roberto (Malaver), que es teodorista. Ramos Allup es un caso particular, anormal en la política actual. Es inteligente, culto, elocuente, es decir, es todo lo contrario de (Manuel) Rosales, pero moralmente es lo mismo. Es muy triste, como decía Bolívar: el talento sin probidad es un azote.
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Un buen tuitero
Egresado en Letras de la Universidad Central de Venezuela y formado en París, Francia, en Análisis del discurso, Roberto Hernández Montoya (Valencia, 1947) es presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Él y Roberto Malaver moderan (bueno, es un decir) el programa de radio y TV Como ustedes pueden ver.
Melómano (no sale sin su Ipod) y fanático del Twitter, muchas de sus frases son cortas y contundentes, aptas para uno o dos tuitazos:
Los argumentos de la oposición no son refutables, son ridiculizables.
La capacidad de metaforizar del pueblo es bellísima. Un tipo me dijo: “En esa esquina tengo a una jeva inquieta”. Genial, reto a un poeta crear una frase así.
El otro día vi en TV a Freddy Muñoz, llamado “Comepila” porque habla mucho. Con petulancia, decía ser amigo de Raúl Castro y saber todo lo que pasa en Cuba… Mi llave, ¿no te das cuenta de lo ridículo que eres?
Es sabroso reírse de Bush: es ignorante, bruto y prepotente, una de las mezclas más cómicas que hay. Obama, en cambio, es un pobre tipo, no merece ni un chiste.
Aún estamos sometidos a la cultura de la camioneta negra. Muchos tienen el sueño erótico de encerrarse en una, como en un útero perverso que te aísla de la chusma. Le pasa, incluso, a gente de cuya vocación revolucionaria no dudo. Entran en la camioneta negra y sufren una metamorfosis.
Una frase prestada: Los humoristas revolucionarios nos enfrentamos al imperio, a la curia, al FMI, al Banco Mundial… si eso no es desafiar al poder, yo no sé que será.
Un chiste: Un margariteño pregunta: “¿Habrá algo más sabroso que hacer el amor?”. Y el otro responde: “Ya se supiera, compai”.
Un disco: Recomiendo las músicas del Quijote, de Jordi Savall, recopilación de las piezas mencionadas en el libro. Uno descubre que, aparte de sus otras incontables virtudes, El Quijote es una obra llena de música.
Un miedo: Quizá estoy hablando con la misma arrogancia que “Comepila”… Eso me asusta.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ/ESPECIAL CIUDAD CCS
FOTO J. CASTILLO
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