jueves, 21 de abril de 2011

Dios.

Roberto Hernández Montoya



Vaya por delante que soy volteriano. No como Luis Buñuel, que decía que era “ateo gracias a Dios”. No, yo soy volteriano volteriano. Para mí Dios no es relevante aunque respeto que lo sea para un gentío. Me fastidian las discusiones de religión. Pero la Suma teológica de Tomás de Aquino está entre mis lecturas recreativas. Me deleita la inteligencia, sobre todo la prodigiosa del “Doctor Angélico”. Como la de sor Teresa Forcades.

Decir que Dios no existe es postular la posibilidad de su existencia para luego negarla. Como aquel judío ateo que negaba la Trinidad diciendo: “¡Falso! Dios es uno solo ¡y no existe!”. Ni como el ateo español aquel que dijo ante un rito musulmán: “Hombre, que no creo en la Religión Católica Apostólica y Romana, que es la verdadera, ¡mucho menos voy a creer en esta patraña!”. Son más creyentes que la mayoría de los feligreses, para quienes Dios es un chivudo iracundo a quien se puede acudir cuando la medicina no da lo que debiera. ¿Herejía del Dios Rescarven? Llegar a la conclusión rotunda de que Dios no existe exige un proceso espiritual que no me siento obligado a cumplir. Mis asuntos son otros.

Si Dios es esencial para tanta gente, pues es una entidad social notable. Por eso escribo esto. Y ya.

Saul Landau hizo un documental insigne que Comenzaba con Fidel contando que la noche anterior había estado leyendo la biografía de Bolívar de Waldo Frank. Contó entonces lo que pasó cuando ciertos curas la cogieron con que el Terremoto de 1812 era castigo de Dios por la Independencia. No cambian, ¿leíste a Pat Robertson? Entonces Fidel, con ojos brillantes, dijo:

--Porque el problema de aquellas revoluciones es que había que hacerlas contra Dios.

No necesito a Dios para luchar por que todos tengamos lo que tenemos que tener, pero es una gran ventaja no necesitar hacer esta ni ninguna otra revolución contra Dios e incluso más bien con su apoyo, aunque no exista. Los que sí existen son algunos, más revolucionarios que todo el mundo pero que nunca han hecho, hacen ni harán una revolución, que no pueden oler incienso porque se ponen peores que Torquemada.

Ciertamente yo tampoco puedo pensar a Cristo, digo, a la imagen de él que se nos ha dado, mandando a remarcar precios en Éxito.


roberto.hernandez.montoya@gmail.com
 

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