*ANA ELISA OSORIO
Venezuela es una potencia energética, no solo por contar con la mayor reserva petrolífera del mundo si no por la extraordinarias potencialidades que tenemos de desarrollar fuentes energéticas alternativas y limpias, tal como lo hemos hecho con el desarrollo hidroeléctrico que abastece de energía eléctrica alrededor del 60% de nuestra población.
Al respecto, vale la pena recordar la extrema sequía que sufrimos el año pasado y que puso de manifiesto nuestra vulnerabilidad al tener una alta dependencia de la energía producida por el agua, en estos tiempos que comenzamos a sentir los efectos del cambio climático. En tal sentido, el gobierno revolucionario inicio una importante inversión en la generación de termo electricidad, en la concepción de generación distribuida, acercando la fuente a usuarios y usuarias.
En este sentido también se nos ha querido “vender” la generación de energía eléctrica de origen nuclear, que si bien se considera limpia por no generar emisiones de efecto invernadero, es potencialmente insegura como lo estamos presenciando en la tragedia que vive el Japón y que en el pasado se vivió en Chernóbil con las consiguientes muertes y enfermedades como cáncer, leucemia y deformaciones genéticas, entre otras, que afectaron a miles de personas.
Por otra parte, no podemos perder de vista el enorme interés que tiene EE.UU. de desarrollar, a través de sus trasnacionales, un monopolio de plantas nucleares, que ubicadas en nuestra Latinoamérica pero gestionadas y administradas por el imperio, bajo la excusa, de considerarse “autoridades en la tecnología” y por lo tanto “garantizar su seguridad”, situación en que nos convertiríamos en meros usuarios y perderíamos la soberanía y autonomía que nos garantiza ser dueños de nuestra propia generación de electricidad.
Tenemos la obligación de desarrollar fuentes energéticas alternativas y limpias que garanticen el desarrollo del país y el bienestar de nuestro pueblo, por ello debemos alentar las inversiones orientadas al aprovechamiento de la energía solar y eólica, de las que tenemos enormes potencialidades, que además de ser limpias, son seguras y promueven la participación democrática de las comunidades en su gestión, constituyéndose en motores del desarrollo endógeno y sostenible local.
*Diputada al Parlatino.
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