Irma Domínguez (México)
En la provocación internacional perpetrada estos días en Caracas contra el Gobierno Bolivariano, Mario Vargas Llosa ha sido el foco de atracción de los críticos de izquierda y la estrella de los sectores de derecha. El mexicano Castañeda y el chileno Lavín, desenmascarados en sus siniestros antecedentes, le siguen a mucha distancia en la atención de los medios. El también mexicano Enrique Krauze se ha expuesto con un perfil más bajo, pero no hay que olvidar que desde el principio apareció formando parte de la terna que supuestamente estaba interesada a debatir en Aló Presidente, con un grupo de intelectuales de izquierda y con el presidente Hugo Chávez. De hecho su discurso, como es su costumbre, ha destilado el más refinado veneno neoliberal en medio de palabras con apariencia conciliadora, profetizando la guerra civil entre los venezolanos, si no se satisfacen los intereses de la oligarquía, sus aliados y sus peones, o sea, si no se desactiva o desvía el proceso revolucionario de la V República. El estilo de acción que ha mostrado Krauze en Caracas, a quien ahora se le presenta como un especialista de la política venezolana por haber publicado un libro plagado de errores históricos y sesgado ideológicamente con el mayor descaro titulado El poder y el delirio, es el modus operandi típico de él. Krauze es el típico agente en el terreno intelectual de los intereses más destructivos del mundo en esta coyuntura histórica, pero siempre aparece como alguien muy intelectual y refinado, supuestamente dispuesto a respetar a sus enemigos de clase y políticos, dizque presto al debate de altura en el terreno de las ideas. Me imagino que todo mundo se dio cuenta que cuando Vargas Llosa se ha estado presentado todo el tiempo como el duro en la batalla contra los “perfectos idiotas latinoamericanos”, como este y su hijo llaman a los que no piensan como ellos, Krauze ha pretendido ofrecer una imagen de serenidad y de estar dispuesto a un diálogo con quienes ataca él y le responden a él, desde posturas progresistas. Empero esa imagen es la típica del lobo con piel de cordero. Desde que se murió Octavio Paz –el capataz de la intelectualidad mexicana durante las últimas décadas el priato- Krauze heredó el espacio que dejó vacío Paz, su amo y promotor de siempre en el espacio intelectual, o sea el que logró que Krauze, un ingeniero, historiador y empresario millonario alcanzara un lugar inimaginable en la superestructura ideológica burguesa mexicana y occidental, por medio de la revista de su propiedad Letras Libres (supuesta heredera de la paciana Vuelta) así como de su participación en el emporio mediático Televisa, y su inserción en el ámbito del cártel mediático hispano conocido como Grupo Prisa. De esa forma en todo momento encontraremos a Enrique Krauze, en las trincheras de la primera línea del frente en la guerra de los neoliberales recalcitrantes contra las causas populares de cualquier país del mundo. Allí donde los grandes poderes globales ven que hay un punto de conflicto estratégico, allí estará Krauze con los importantes recursos de los cuales dispone impulsando la criminal guerra contra el Islam, la destrucción genocida del pueblo palestino, el sometimiento de los nacionalismos minoritarios, la contención y derrota de los gobiernos y movimientos que la derecha tacha de populistas (el de López Obrador en México, Chávez en Venezuela, Evo en Bolivia, etc.) la persecución abierta o disimulada de las corrientes altermundistas, y paremos de contar. Todo lo que irrite o quite el sueño a la derecha, al imperio gringo, a los grandes corporativos transnacionales y a la teocracia israelí, después del cambio geopolítico creado por la caída del Muro de Berlín es tema que habrá de abordar la pluma y la labia de Krauze. En su momento bajo la sombra de Bush hijo y sus neocons, ahora arrimado al obamismo hasta donde su corazón sionista se lo permite, siempre cauto con los crímenes constantes del gobierno israelí, servil con la monarquía española y sus lacayos políticos, intelectuales y mediáticos, y dispuesto a proporcionar las armas ideológicas que necesita los gobernantes más conservadores, los corporativos más inescrupulosos y despiadados con sus plantillas de trabajadores y con el medio ambiente, Enrique Krauze no habla de otra cosa que no sea democracia, derechos humanos y libertad, por supuesto que en el entendido de que sólo él, los intelectuales como él y las cúpulas en la estructura de clases actual son los que ponen en práctica esos ideales. Enrique Krauze ha hecho un negocio del combate ideológico contra los enemigos que acabo de señalar, por lo cual no es gratuito tacharlo de mercenario, y el mismo que se presenta como un intelectual bien dotado de armas teóricas no es el fondo más que un propagandista más o menos sofisticado, en favor de todo lo que dañe a los pueblos de América y el mundo. Para muestra basta un botón y creo que puedo ilustrar con un ejemplo la manera como Krauze ha hecho sus pingües negocios a costa del Estado mexicano y los medios de comunicación, a cuenta de su gran pelea por la libertad. Me refiero al tratamiento que da al expresidente priísta Miguel de la Madrid –y repito que solo es un caso- en su libro La presidencia imperial, que se supone era para describir la caída del sistema político priísta. Las críticas krauzianas contra ese oscuro tecnoburócrata que impuso a capa y espada el neoliberalismo en México, en los ochentas del siglo XX no se comparan con las que le enjareta a otros homólogos en la larga “dictadura perfecta” del PRI –recuérdese que la frase es de Vargas Llosa, al precio de la fulminante expulsión del país por Salinas de Gortari-. ¿Y por qué esos miramientos con De la Madrid? Muy sencillo, porque después de ocupar la presidencia imperial, este fue nombrado Director del Fondo de Cultura Económica, la editorial del Estado mexicano donde Krauze editó y reeditó millares de ejemplares en formato de libro y dvd de su Biografías del poder, con extraordinarios réditos para sus ricas cuentas bancarias. No se le puede negar que por lo menos respeta la mano que le da de comer. Ni la más estruendosa debacle del capitalismo neoliberal en crisis, como la actual, logra que Krauze descanse en su labor de propagandista y ariete de las causas más antipopulares de todo el mundo. He aquí retratado de cuerpo entero el personaje que, junto con los Vargas Llosa, Lavín, Castañeda, Quiroga, Plinio Apuleyo Mendoza, se atreve a enseñarles a los venezolanos de la V República la cartilla de la democracia, los derechos humanos y la libertad.
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lunes, 1 de junio de 2009
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